sábado, 21 de abril de 2007

Día 15 - Quinta Parte

Kira y yo habíamos tomado asiento en la acera, apoyados contra el muro de cemento. Este formaba parte de un edificio mediano y con aspecto descuidado en el cual solía haber alojada, en el local de la planta baja, una tienda de comida. El cartel luminoso permanecía apagado y el vinilo blanco con letras azules estaba fracturado en varios puntos distintos. Parecía la obra de vandalismo callejero. A nuestro lado había un gran escaparate en el que aún quedaban varios productos expuestos con sus correspondientes precios marcados en las pantallitas digitales, ahora oscuras y sin vida. Más allá, se hallaba la puerta de entrada. Entre Jon Sang y JB habían forzado la cerradura e inspeccionaban el interior en busca de comida y bebida.

El cielo estaba teñido de rosas y naranjas que se mezclaban con el azul oscuro que a cada instante se aclaraba e iluminaba más. Unas solitarias nubes surcaban las alturas y se acercaban desde el oeste. No se escuchaban ni veía ave alguna. Era realmente curioso. Incluso en aquella ciudad construida en medio del desierto debería tener alguna clase de bestia alada. No era natural.

Yo, sentado en silencio, podía sentir como el tobillo me palpitaba. Incluso creía escuchar los latidos de mi corazón saliendo de los vendajes sucios y rotos que cubrían mi articulación lacerada. Se había vuelto a hinchar y me volvía a doler como al principio. Sin embargo me alegré de ello. Si mi tobillo hubiera estado en perfecto estado, cuando la bestia mutante me soltó desde las alturas y caí al suelo, el reflejo natural hubiera sido el de bloquear la articulación. Esto me habría causado la rotura de la misma. Pero no sólo eso, seguramente algún otro hueso de mi cuerpo, se habría quebrado. Cuando mi tobillo no se mantuvo bloqueado, mi cuerpo comenzó a rodar y rodar. Pensándolo fríamente, y a pesar del dolor que seguía asolando todos los lugares del cuerpo en donde me había golpeado mientras rodaba por el duro asfalto, me daba cuenta de que si no hubiera sido así, ya estaría muerto devorado por los post-mortem.

–Debemos vigilar a JB –me susurró Kira a mi lado, distrayéndome de mis cavilaciones.

–Siempre lo he pensado –dije sonriendo e intentando que ella hiciera lo mismo.

–Hablo en serio –no me gustó nada el tono que utilizó para decirme aquello, pero como percibí que tenía algo importante que decir, no le interrumpí. –Uno de los no muertos lo ha mordido, ¿lo viste?

Asentí. Ya veía a donde quería llegar. Yo también lo había pensado, pero lo había dejado finalmente para otro momento en el que tuviera más tiempo para pensar. Además, JB parecía actual con total normalidad, igual de fanfarrón y prepotente que siempre.

–¿No te preocupa?

–Ahora mismo, lo único que me preocupa es meterme algo al estómago –mientras hablaba me acariciaba el abdomen con deseo poco disimulado.

–No podemos despistarnos... a la primera seña de... habrá que hacer algo...

–Ocuparse de él. Ya lo sé. No te preocupes. Estaré atento.

–Yo también –acabó antes de caer en otro profundo silencio. Había tenido que decir la última palabra ella. Debía de tratarse de una de aquellas mujeres que siempre querían tener la razón o al menos acabar las conversaciones como si la tuvieran. No me gustaban aquellas personas. Y sin embargo...

Sentía como si una batidora se hubiera encendido en el hueco de mi mente que guardaba todas las emociones y estuviera revolviendo todos mis sentimientos. A la vez, un cosquilleo recorrió el interior de mi tripa. No podía ser. Yo sabía perfectamente qué quería decir aquello, pero no podía ser.

Giré la cabeza paseando mi mirada por su rostro ahora sucio y desmejorado. Sin embargo, aún así, parecía desprender cierto halo de pureza que casi podía sentir como una calidez embriagadora. Sus labios, cortaos en varios lugares, no dejaban de ser voluptuosos y apetitosos. Sus mejillas, su barbilla, sus ojos... grandes y llenos de vida, inteligentes y atentos.

Mi mirada comenzó a bajar, como movida por un invisible resorte fuera de mi cuerpo y de mi control. Su delgado y largo cuello era como el de un cisne, suave pero firme. La camiseta, antes blanca, pero ahora llena de manchas y roturas, se ajustaba a la forma generosa de sus pechos.

–Eh... –me llamó Kira. Yo alcé la mirada y me di cuenta de que estaba mirándome fijamente con el ceño fruncido.

Abrió la boca para decir algo, pero se detuvo antes de pronunciar ninguna palabra.

Yo sentí como un rubor subía a mis mejillas y mis orejas. Quería dejar de mirarla para poder disimular lo que sentía, pero me fue completamente imposible. Estaba hipnotizado por sus ojos, por su mirada, por ella. Su ceño se relajó y continuó mirándome a los ojos, con un gesto que de pronto no pude descifrar.

Recordé el momento, la pasada noche, en que nuestros rostros habían estado tan cerca, y en el que habíamos estado a punto de hacer... ¿Qué? ¿Qué estuvimos a punto de hacer? No estaba seguro, pero quería averiguarlo.

La deseaba. En aquel momento y en aquel lugar. Deseaba pegar mi cuerpo al suyo para que aquel halo de candor me inundara y me llenara. Quería besar aquellos labios entreabiertos que parecían llamarme. Quería sentir su aliento contra mi rostro, su suave piel contra la mía, sus manos por todo mi cuerpo y las mías por todo el suyo.

Nuestros rostros comenzaron a acercarse. Mi corazón latía salvaje dentro de mi pecho, parecía querer saltar fuera o incluso estallar. Podía sentir como las manos me temblaban de emoción. Su aroma me llegaba como un embriagador perfume en el que quería sumergirme.

Entonces me vino a la mente la imagen de Lili, sentada en el sillón, observando como la apuntaba con mi pistola. Podía ver su bello cuerpo a través de la translúcida bata roja. En aquel momento Jack entró en la habitación y la expresión de ella cambió de repente, oscureciéndose.

Retiré el rostro y volví a recostarme contra el muro de cemento. Kira mantuvo una mueca de perplejidad durante unos instantes hasta que al fin, sin decir más, se volvió oteando el cielo.

No podía caer en el embrujo de otra mujer. Si me dejaba dominar, volverían a traicionarme. Porque no existe nadie en quien pueda confiar. Gracias a ello había acabado en la cárcel. No podía permitir que me volviera a ocurrir lo mismo. No. Nunca más volvería a amar a otra mujer.

A pesar de todo, no pude detener aquel hormigueo en la boca del estómago y el rubor de mis mejillas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Nuestro amigo es un tio duro,pero aun asi,tiene sentimientos y no es de piedra.
Me gusta que ´´humanices´´a los protagonistas,que no por el hecho de ser unos luchadores,dejan de sentir en su interior miedo,rencor,amor y heridas sin cicatrizar en su alma...Mu bonito lo de la escena romanticona...

Korvec dijo...

Hum, alguien que le hace ascos a un polvo gratis, es menos de fiar que un Cirujano loco.

En cuanto al mordido, ¿que puede esperarse de alguien que se hace llamar como una marca de Wisky?.

Anónimo dijo...

Joder Korvec,JUAS,JUAS,JUAS...
Visto asi,quizas tengas razon...
Lo de JB es triste,pero casi que ya le tenia ganas,por pardillo chulito sietemachos.

Anónimo dijo...

!!!!CALZONAZOS!!!!