sábado, 28 de abril de 2007

Día 15 - Décima Parte

Jon Sang dejó de disparar y agarrando a JB de la camiseta tiró de él hacia la puerta cerrada que yo trataba de abrir.

Acerté con la primera llave y la metí en la cerradura. Giré con fuerza y sentí como la pieza de metal se doblaba en mi mano. Había hecho demasiada fuerza y la llave no era la correcta. Me detuve asustado. Si la llave se rompía y un trozo quedaba dentro de la cerradura, nunca seríamos capaces de abrirla.

Detrás mío Kira y Jon Sang abrían fuego hacia la masa de gemidos y lamentos que avanzaba hacia nosotros. No quería mirar. Si lo hacía mis nervios me dominarían y no podría actuar con la rapidez que requería el momento.

Con todo el cuidado del que fui capaz estiré de la llave y conseguí sacarla de la cerradura de una pieza. Respiré aliviado.

JB apoyado contra la puerta metálica, a mi lado, me observaba con la mirada perdida. No podría asegurar que me estuviera viendo y menos aún atendiendo a mis movimientos. Parecía estar observando algo que residía en su mente y no en el mundo real.

Los disparos de la pistola de Kira cesaron repentinamente e intuí la razón: se había quedado sin balas. Pero no había tiempo para averiguarlo. Debía probar la otra llave rápidamente y si era la correcta, abrir...

Inserté la llave en la cerradura. Sentí como pequeñas bolas metálicas hacían presión contra ella pero la dejaban pasar. Eso era buena señal. El último tramo de la llave entró con un clic casi inaudible. Otra buena señal. Volví a respirar profundamente, soltando el aire con lentitud. Una manojo de nervios se me había alojado en el estómago y presionaba mis entrañas produciendo una desagradable sensación. Las manos me temblaban y el corazón amenazaba con estallarme dentro del pecho.

Una gota de sudor resbaló por mi frente y acabó entrando en mi ojo. El escozor me hizo pestañear y guiñar. Aproveché la situación y cerré los ojos con fuerza. Me encomendé a cualquier deidad que estuviera dispuesta a salvar nuestros poco valiosos pellejos y giré la mano con fuerza. En esta ocasión, ya me daba lo mismo que la llave se partiera o no. Si esta no era la correcta y se partía todos moriríamos allí en pocos minutos, tan pronto como el cargador de Jon Sang se acabase. Y si era la correcta y abría la cerradura, me daba lo mismo que se partiera.

¡Clic!

Había funcionado. Estábamos salvados. La cerradura se había abierto. Sentí como los ojos se me humedecían de la emoción.

–¡¿Abres o qué?! –exclamó Kira junto a mí, sobresaltándome.

–Sí –asentí con la cabeza y empujé la puerta. Esta no giró. Me volví hacia Kira y la miré con desesperación. Pero no me había equivocado, la cerradura había cedido. Quizá la puerta estuviera bloqueada con algo por el otro lado.

Kira me sonrió y dijo con calma, en un tono de voz alto para que la escuchase por encima de los disparos del rifle de Jon Sang:

–Hacia fuera.

Levanté las cejas sonriendo y tiré de la puerta. Esta se abrió ligera sobre los goznes engrasados.

Sujetando a JB del brazo lo metí a la sala oscura y dejé pasar a Kira. Me quedé en el umbral sujetando la puerta abierta para que entrara Jon Sang. Este disparó una ráfaga más larga para ganar unos segundos y después dio la vuelta y entró de un salto. Cerré la puerta de un golpe.

Se hizo la oscuridad casi completa. No había ventanas ni tragaluces. La única fuente de débil iluminación era la rendija que había entre la puerta metálica y el suelo de baldosas. Y esta, dentro de poco, también desaparecería con el fin del día y la llegada de la noche.

Hice una estimación rápida y deduje que no serían capaces de abrir la puerta, ni en el caso de que tuvieran la inteligencia suficiente para ello, ya que se agolparían todos a la entrada y al abrirse hacia fuera, les sería imposible. Pero, movido por la precaución, inserté la llave en la cerradura y di dos vueltas hasta que estuvo completamente bloqueada.

Me di la vuelta y observé la espesa negrura que me rodeaba. No veía nada. Ni siquiera percibía la silueta de los otros. Sentí movimiento a mi lado. Intuí que se trataba de Jon Sang, por ser él el último en entrar y el que más cerca de mí debía de estar.

Sí, era él. Se estaba levantando. Debía de haber caído después del salto que había dado para entrar.

Rebusqué en el bolsillo del pantalón en busca del mechero y cuando lo encontré lo encendí. La cálida luz anaranjada de la llamita iluminaba pocos metros a mi alrededor. Pero fue suficiente para ubicar a mis compañeros. JB estaba tumbado en el suelo, con la espalda contra la pared y la cabeza apoyada en una caja de cartón medio aplastada. Tiritaba y sudaba como antes, pero tenía mejor aspecto, o eso me pareció con tan poca iluminación. Kira estaba frente a mi observando la llama del mechero. Y Jon Sang buscaba a tientas un lugar en donde sentarse para recuperar el aliento y relajarse.

Los post-mortem alcanzaron por fin el otro lado de la puerta y comenzaron a golpearla con insistencia. Un ruido al que tendríamos que acostumbrarnos.

El mechero comenzó a calentarse demasiado y tuve que apagarlo.

–Max, ven a sentarte aquí –me dijo Kira desde la oscuridad.

Siguiendo su voz avancé lentamente con los brazos extendidos hacia delante para no chocar con nada. Varios cojeos más adelante toqué con mi mano derecha un dedo.

–Aquí –me guió ella con su voz.

Sujetando su mano tomé asiento a su lado. Podía sentir el calor que desprendía su cuerpo como si una estufa estuviera funcionando a mi lado. También escuchaba su respiración con bastante claridad a pesar de los continuos golpes que los no-muertos propinaban contra la puerta metálica. Todos mis sentidos parecían haberse agudizado ante la oscuridad total que reinaba en el almacén.

–¿Qué vamos a hacer? –inquirió en un susurro junto a mi oreja. Su cálido y dulce aliento me rozaba la piel y sentí como el bello de la nuca se me erizaba.

–No lo sé –suspiré cansado.

Estaba cansado de tanto correr y escapar. No hacía otra cosa desde que llegué a este maldito planeta. Estaba cansado de tener los nervios a flor de piel continuamente, de no poder relajarme ni un momento. Estaba cansado de sentir continuamente el peligro acechándome tras cualquier sombra o esquina. Estaba cansado. Y lo malo era que se trataba de un cansancio que el sueño no conseguía curar. Era un cansancio psicológico, mental, anímico...

–Habrá que buscar alguna otra salida –comenté tratando de infundir ánimos en mi compañera. Ánimos que yo no sentía.

–No hay ventanas...

–No –le di la razón. –No hay ventanas, pero a lo mejor alguna otra puerta, sí.

–A lo mejor...

Los golpes retumbaban con arritmia contra la superficie metálica de la puerta. La única barrera que nos separaba de una muerte horrible y segura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estan zumbados...¿como cohones se les ocurre llevarse a JB adentro ,con ellos? Un balazo en la cabeza y dejarlo fuera....
Ahi,en cuanto se transforme,lo van a tener crudo.
Nuestro ´´heroe´´empieza a deprimirse,a ceder bajo la presion constante.Eso demuestra que .aunque le joda admitirlo,es tan humano y sensible como cualquiera...Saludos.