viernes, 27 de abril de 2007

Día 15 - Novena Parte

El silencio se prolongó durante varios minutos que parecieron horas interminables. Los cuatro nos manteníamos en el más absoluto sigilo, agazapados tras el único cobijo que habíamos encontrado. JB a mi izquierda, temblando febrilmente, Jon Sang a mi derecha con el rostro compungido, tanto era así que se estaba poniendo colorado por momentos, y Kira, agachada tras una estantería a un lado del mostrador, fulminando a JB con la mirada.

La tensión se podía palpar en el aire, espeso y viciado. A pesar de que el sol se había ocultado tras los edificios del otro lado de la calle, parecía que el calor seguía aumentando, si bien ahora no era causa externa sino interna. Un sudor frío me resbalaba por las sienes y por la espalda.

Mis extremidades comenzaron a entumecerse y unos desagradables hormigueos me subían por brazos y piernas. Mientras yo aguantaba el intenso deseo de gritar y salir corriendo.

Observé a JB. Tenía un aspecto deplorable. Parecía al borde del colapso, en cualquier momento podía arrancar en alocados delirios que nos descubrirían frente a los no-muertos. Sus ojos daban vueltas en sus cuencas como enloquecidos, como si buscasen algo que no estaba en el mundo físico, algo que pudiera brindarle cierta paz y descanso. Aquel aspecto fanfarrón de sí mismo que pretendía vender al resto del mundo había desaparecido y solo quedaban los trapos maltrechos de un pobre infeliz que no deseaba morir y trataba de agarrarse a los últimos resquicios de vida con fuerza.

Paseé mi mirada alrededor en busca de un arma que pudiera utilizar para defenderme surgido el caso. No es que esperase encontrar una, pero necesitaba ocupar mi mente mientras pasaban los largos minutos de tensión en los que creía que iba a enloquecer.

Jon Sang estaba moviendo los labios como si recitara algo. Creo que estaba rezando. Seguro que nos vendría bien, cualquier ayuda era bien recibida. Yo nunca había sido demasiado religioso. De hecho, nunca había sentido la necesidad de hablar con ningún ser superior omnipresente y omnipotente. Siempre he confiado más en mis propias manos, tangibles y conocidas, que en unas invisibles y quién sabe si existentes. Pero, como ya he dicho, en aquella situación cualquier ayuda sería bienvenida.

Kira, en cambio, no parecía estar pasándolo demasiado mal. La expresión de odio en su rostro me indicaba que debía de estar pensando lo que haría con nuestro enfermo compañero una vez pasara el peligro, y sin embargo no parecía preocupada porque este se materializase finalmente. Era increíble como las mujeres podían descartar ciertos riesgos sin el más mínimo reparo y centrarse en los sentimientos que afloraban de su interior como si lo que ocurriera a su alrededor no fuera con ellas. Aquello ya me había sorprendido en Lili. Cómo podía tratar con las personas más rastreras y peligrosas de aquella parte de la galaxia sin inmutarse lo más mínimo.

Lo había visto en muchas ocasiones. El mundo interior de las mujeres les afectaba e importaba más que el exterior y quizá fuera lo mejor, ya que a lo largo de la historia, ellas habían pasado la peor parte. Quizá fuera una medida de protección que los siglos y siglos de sabia evolución había regalado al sexo femenino para poder superar las dificultades con las que se enfrentaban continuamente.

Mientras mi mente divagaba sobre cosas tan abstractas, mis ojos seguían recorriendo cada rincón y recoveco a mi alrededor en busca de algo que poder empuñar. Y entonces un brillo metálico atrajo mi mirada hacia el mostrador que había frente a mi, tras el cual nos habíamos escondido. La pared interior era de vidrio transparente y en el interior había estantes en donde varios artículos descansaban reuniendo polvo. Detrás de una taza blanca, con una cómica figura dibujaba en el frente, podía ver algo metálico que lanzaba destellos. ¡Quizá fuera un cuchillo!

Abrí el compartimiento estirando del panel de vidrio que giró gracias a unas bisagras clavadas al panel de madera de la derecha y metí la mano apartando la taza. Lo que había detrás, que había llamado mi atención, no eran más que un aro metálico con dos llaves sujetas a él. No podía tener tanta suerte. Ni siquiera los rezos de Jon Sang podrían ayudarnos en esta ocasión. Cogí las llaves y las apreté con fuerza, sintiendo como el frío metal se clavaba en la parte más carnosa de mi mano.

Jon Sang vio lo que estaba haciendo y apoyó una mano en mi hombro. Lo miré extrañado y con el ceño fruncido. Sin embargo su rostro estaba relajado e incluso pude ver lo que parecía una ligera sonrisa en su rostro.

Encogí los hombros agitando la cabeza inquiriendo para que me explicara por qué se le veía tan tranquilo. Entonces él terminó por sonreír mientras miraba algo que estaba detrás mío.

Yo me volví siguiendo su mirada y me topé con una puerta de metal, cerrada, en la pared del fondo del local. Automáticamente volví a mirar las llaves y a Jon Sang. Era una posibilidad, la única salida en caso de emergencia. No perdíamos nada. Si no funcionaba, sería nuestro fin de todos modos.

En el exterior comenzamos a escuchar pasos de nuevo. Parecía que se habían dado por vencidos y no iban a esperar más. Asomé la cabeza por encima del mostrador y pude comprobar que efectivamente, los post-mortem habían retomado su camino se volvían a mover calle arriba. Respiré aliviado...

JB sufrió un ataque de tos y este fue mucho peor que los otros. Tosía y tosía convulsionándose al mismo tiempo e incluso mientras le subían arcadas a la garganta. Yo lo observaba medio asqueado cuando me percaté de que mi cabeza seguía asomada por encima del mostrador. Volví la mirada hacia el exterior y me encontré con docenas de ojos atentos a mi. ¡Mierda!

Apoyándome en el mostrador me alcé como un rayo y saltando sobre el pie bueno avancé hacia la puerta del fondo con la esperanza de que alguna de las dos llaves abriera la cerradura.

El infectado seguía convulsionándose y escupiendo flemas y sangre. Jon Sang se levantó empuñando el rifle, listo para abrir fuego sobre cualquier cosa que entrara por la puerta. Y Kira se levantó cubriéndome desde el otro lado con su pistola.

En uno de los saltos apoyé mal el pie y perdí el equilibrio. Vi como el suelo saltaba a gran velocidad hacia mi rostro. Pero, poco antes de caer y golpearme la cabeza, alguien me agarro del brazo y lo evitó. Era Kira. Le sonreí agradecido y me ayudó a avanzar el resto de metros que quedaban hasta la puerta.

La puerta de entrada al local estalló en un millón de pedazos cuando dos post-mortem se abalanzaron contra ella. Jon Sang abrió fuego disparando con cuidado para no destruir el escaparate que era de vidrio también. Mientras solo pudieran entrar por la puerta, sería más fácil evitar que entraran. Los estallidos del rifle resonaban por el pequeño comercio haciendo vibrar todos los artículos de cristal que tintineaban como sacudidos por un terremoto.

JB dejó de toser y recuperó cierto control sobre sí mismo.

Mientras Kira me ayudaba a alcanzar la puerta metálica del fondo de la tienda.

Cuando por fin llegamos a ella, traté, con manos temblorosas, de acertar a meter la llave en la cerradura.

El escaparate estalló como una bomba, lanzando un millar de diminutos pedazos en todas direcciones y alcanzándonos a Kira y a mi en la espalda. Ella se dio la vuelta sujetando el arma con ambas manos y abrió fuego contra la marea de no-muertos que entraba por el hueco recién creado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Brutales estas dos ultimas entradas.Chaval,lo tienes dominado ,el tema de escribir y captar la atencion del lector.
Deberian haberse cargado a JB desde un principio,en cuanto fue mordido.
Me han encantado las divagaciones de nuestro ´´heroe´´,lo hace muy realista.
Un saludo.

Paul J. Martin dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Sí, la verdad que tenían que haberselo quitado de encima antes, pero las circunstancias no eran las más propicias... de hecho, mientras no ha comenzado a sufrir los efectos no podían estar seguros de que estaba infectado. Y claro, si hubiera estado el Cirujano con ellos, quien sabe lo que habría hecho...
Un saludo.