Dia 8 - Quinta Parte
Cuando terminamos de comer, cogí mi mochila y me aparté hasta una esquina de la cocina donde poder estar un rato a solas. Habíamos quedado en dormir todo lo que pudiéramos para estar descansados por la noche. Eloy apagó la mayor parte de luces que nos iluminaban desde el techo, dejando únicamente un par de lámparas en el centro de la sala. Yo me recogí en un hueco en semi penumbra sintiendo el cansancio y el dolor de mi cuerpo como una pesada losa. Era increíble como en los momentos de mayor peligro y tensión, todos los males físicos se esfumaban para regresar con más ahínco una vez encontrado el descanso. Si existiera alguna manera de controlar nuestros cuerpos hasta tal punto de poder decidir esos momentos de inconsciencia física, sería un mundo mucho más fácil de llevar, sin duda. Pero la realidad era otra y los dolores y cansancios que me acuciaban eran abundantes. El costado casi no me dolía, la magulladura había tomado un color amarillento, lo cual era una buena señal. El hombro, en cambio, volvía a molestarme con pinchazos. La cabeza me zumbaba y palpitaba y sentía un ligero mareo. Hubiera dado cualquier cosa por una aspirina... Y finalmente mi nueva adquisición para la colección de estropicios físicos, la mitad derecha de mi rostro hinchada a causa del golpe que me había propinado al saltar a través del hueco del muelle de descarga. Este también palpitaba al son de mis latidos de corazón, en cada uno de ellos martirizándome con dolor.
Así que tomé la decisión de utilizar el anestésico universal del alcohol. Me eché un trago de whiskey. La botella ya había bajado hasta la mitad y a aquel ritmo no me duraría mucho. Simplemente esperaba que pudiera aliviarme durante el máximo tiempo posible. También opté por encenderme un cigarrillo y de ese modo paliar el acuciante mono que me asolaba. Debí haber dejado el tabaco en mi estancia en la cárcel, ahora me arrepentía de no haber aprovechado la oportunidad. Pero qué le íbamos a hacer, ahora no podía hacer nada. Me encontraba en una situación poco idónea para dejar un vicio.
Recordé mis años en el control aéreo de Ypsilon-6. Fue una bonita época en mi vida. Era joven. Tenía ilusiones. Ganaba dinero y conocí a mujeres muy interesantes. Aún no había entrado en el peligroso juego del contrabando, pero fue entonces cuando hice mis primeros chanchullos en ese mundo.
Recuerdo que fue en aquella época cuando conocí a mi primer contacto. El señor Cho. Un tipo nervioso pero extremadamente inteligente. Me puse en contacto con él por medio de una de mis amigas, Lili. Aquella mujer era extraordinaria, no solo era de una belleza extrema y exótica, además tenía una perspicacia inaudita y un sentido de los negocios muy acentuado. Una de tantas veladas que pasamos juntos tuvimos una interesante conversación en la que yo le informé de mis intenciones de hacerme rico. Yo había alcanzado el máximo de mis posibilidades por medios legales y deseaba seguir avanzando, aunque fuera al otro lado de la ley. Aquellos comentarios no cayeron en saco roto y al día siguiente ella me presentó al señor Cho.
Poco tiempo después dejé mi trabajo en el control aéreo y gracias a un préstamo que me hizo Lili compré mi primera nave de transporte y comencé a trabajar para el señor Cho.
Mi primera misión fue un éxito rotundo lo que forzó mi primer desengaño en el oscuro mundo del contrabando. Lili perdonó mi préstamo, lo que al principio me dejó felizmente sorprendido, pero un par de días después me comunicó que a cambio, a partir de entonces, la mitad de mis beneficios irían a parar a su bolsillo. Así me vi atrapado por dos lados, Cho como mi enlace y Lili como mi socia obligada. Los dos debían de haber preparado aquella trampa para atraparme y así tener unos ingresos fijos y sin peligro. Al fin y al cabo, era yo el que arriesgaba el pellejo.
Utilizando sus artimañas femeninas me vi atrapado por su belleza y encanto. En el fondo creo que estaba convencido de que la amaba, grosa equivocación por mi parte. Después de varios meses aguantando aquella coacción, me sentí inmensamente aliviado cuando un resorte en mi interior se accionó y tomé conciencia plena del juego sucio que ambos estaban haciendo.
Dando un chivatazo anónimo a las autoridades portuarias de Ypsilon-6, hice que encarcelaran al señor Cho y una vez eliminada aquella pieza del tablero de ajedrez me resultó sumamente placentero deshacerme de el otro causante de mi desgracia, Lili. Todo el poder que ella tenía, radiaba de la red de contactos ilegales que Cho había creado. También descubrí que Lili era la amante de Cho desde hacía mucho tiempo. Todo había sido un engaño para utilizarme.
Le hice una visita una lluviosa noche de verano. Me abrió la puerta como siempre, vestida únicamente con una bata roja de tela gaseosa y transparente, que dejaba ver su proporcionada figura. Unos pechos turgentes, unas caderas perfectas, unas piernas interminables y un largo y ondulado cabello negro me saludaron acelerando mi corazón como de costumbre. Sentí como mi sangre comenzaba a acumularse e hice un gran esfuerzo por centrar mi atención en las argucias que había hecho para aprovecharse de mí. Aún así, era inevitable que de vez en cuando mi mirada se perdiera en sus voluptuosos pechos o en su erótico monte de Venus.
-Mi querida Lili, como no me recibes en paños menores... -dije con una sonrisa en los labios, tratando de centrar mi atención en lo que había ido a hacer.
-Cariño... -me susurró al oído apretando su terso y cálido cuerpo contra el mío. Sentí como crecía el deseo en mi cuerpo y tuve que apartarme dándome la vuelta y oteando por la ventana hacia la oscura y húmeda noche.
-Me has hecho mucho daño, Lili... -le dije cuando me vi con fuerzas.
-Si siempre te trato con mucho cariño...
-¡No! Te hablo en serio, sé lo de tu y Cho -tomé la botella de ginebra y un vaso. Me senté frente a la mesa y serví un trago generoso que vacíe en mi garganta al momento.
-Eso no es nada comparado a lo que tenemos tu y yo... -parecía intentar mantenerme a mí como su última esperanza. En aquellos días de investigación a mis "socios" había descubierto que Cho la había rescatado de la prostitución. Seguramente ella al enterarse de que habían detenido a Cho y no tenía a nadie que la defendiese, había optado por tratar de ganarme a toda costa, para tener una salida a aquella situación de desamparo.
-He sido yo quien se ha deshecho de Cho -Lili quedó perpleja y pareció no darse cuenta de lo que estaba diciendo. Cogió una camisa que había sobre el sofá y se cubrió como pudo sintiéndose, repentinamente, desnuda. Me pareció gracioso, hacía un momento hacía todo lo posible por enseñarme sus carnes prietas, y ahora trataba de ocultarlas, era irónico en cierto modo.
-¿Como has podido? -inquirió con una expresión de asco en el rostro. Aquello fue lo peor que podía hacer. Yo, hasta aquel momento, seguía bajo el influjo de su hechizo, pero al ver aquella expresión de puro asco hacia mí, vi la verdad al fin y mi deseo desapareció. Entonces empecé a verla como era en realidad. Una mujer que se había aprovechado de mí, que había utilizado mi debilidad para controlarme-. Nosotros te hemos dado la oportunidad de hacerte rico ¿y así es como nos pagas?
Me tomé mi tiempo antes de responder. Llené el vaso hasta arriba y tragué todo su contenido de vez. Sentí la tibieza de la ginebra dentro de mi cuerpo y como me hacía sentirme bien y capaz. Encendí un cigarrillo, no sin antes ofrecerle uno a ella (educación ante todo). Cuando percibí que Lili estaba a punto de estallar, hablé.
-Me engañasteis. Apostasteis vuestro futuro y perdisteis cuando yo me di cuenta de todo el pastel.
Saqué la pistola que tenía guardada en la chaqueta y la coloqué sobre la mesa. Ella la miró con temor, pero inmediatamente sonrió y me dijo:
-¿Piensas matarme? No creo que seas capaz, no eres un asesino...
-Tienes razón, no soy un asesino y después de lo que pasamos juntos, no sería capaz de matarte. Pero sí puedo hacer otras cosas... ¡Jack!
Jack entró al apartamento apuntando a Lili con otra pistola. Ella conocía sobradamente a Jack y supo lo que le esperaba. Me suplicó, se puso de rodillas en el suelo frente a mi, suplicando. Yo, simplemente asentí a Jack para que se la llevase y me serví otra copa de ginebra. Los gritos de Lili se perdieron en la lejanía, mezclados con el relajante sonido de la lluvia al caer y los esporádicos truenos que cada vez sonaban más lejos. Observé como el humo de mi cigarrillo ascendía formando círculos y curvas, era hipnotizador.
Me bebí lo que quedaba de la copa y apagué la colilla en el suelo. Eché un último vistazo al piso en donde había pasado tan buenos ratos y sin mirar atrás me marché tomando las riendas de mi vida y de mi negocio.
Recordar aquello era como ver una película que no evoca ninguna emoción en mi interior. Tras aquello, enterré mis sentimientos en lo más profundo de mi ser y me moví exclusivamente por la razón.
Me pregunté si Lili habría sobrevivido a aquella hecatombe que había acabado con Ypsilon-6. Jack, su mejor baza, sin duda. Lili tenía razón, yo no era un asesino por lo que no quería verla muerta. Pero sí quería que pagara por lo que me había hecho. Así que me puse en contacto con Jack. Este había sido su dueño hasta que Cho comprase su libertad. Una vez hube quitado a Cho de la ecuación, fue fácil convencer a Jack de que Lili le seguía perteneciendo.
Seguramente cualquiera pensaría que no es algo de lo que sentirse orgulloso. Pero cuando se vive en el mundo por el que yo me suelo mover, se tiene una perspectiva diferente a la de la gente normal. Mi máxima es que yo soy la persona más importante para mí. Por lo tanto puedo aseverar que Lili tuvo lo que se merecía y no siento remordimiento alguno.
Eché un vistazo por encima de la encimera y ví que Eloy roncaba plácidamente en un rincón. El Cirujano estaba escondido en algún sitio fuera de mi campo visual. Volví a recostarme intentando dormir, pero sin ser capaz. Hacía poco tiempo desde la última siesta y yo no era de mucho dormir.
Observé el reloj de pared que había colgado sobre mi cabeza y comprobé que aún quedaban ocho horas para que anocheciera y para que nos marcháramos. Muchas cosas podían ocurrir en ocho horas...
Así que tomé la decisión de utilizar el anestésico universal del alcohol. Me eché un trago de whiskey. La botella ya había bajado hasta la mitad y a aquel ritmo no me duraría mucho. Simplemente esperaba que pudiera aliviarme durante el máximo tiempo posible. También opté por encenderme un cigarrillo y de ese modo paliar el acuciante mono que me asolaba. Debí haber dejado el tabaco en mi estancia en la cárcel, ahora me arrepentía de no haber aprovechado la oportunidad. Pero qué le íbamos a hacer, ahora no podía hacer nada. Me encontraba en una situación poco idónea para dejar un vicio.
Recordé mis años en el control aéreo de Ypsilon-6. Fue una bonita época en mi vida. Era joven. Tenía ilusiones. Ganaba dinero y conocí a mujeres muy interesantes. Aún no había entrado en el peligroso juego del contrabando, pero fue entonces cuando hice mis primeros chanchullos en ese mundo.
Recuerdo que fue en aquella época cuando conocí a mi primer contacto. El señor Cho. Un tipo nervioso pero extremadamente inteligente. Me puse en contacto con él por medio de una de mis amigas, Lili. Aquella mujer era extraordinaria, no solo era de una belleza extrema y exótica, además tenía una perspicacia inaudita y un sentido de los negocios muy acentuado. Una de tantas veladas que pasamos juntos tuvimos una interesante conversación en la que yo le informé de mis intenciones de hacerme rico. Yo había alcanzado el máximo de mis posibilidades por medios legales y deseaba seguir avanzando, aunque fuera al otro lado de la ley. Aquellos comentarios no cayeron en saco roto y al día siguiente ella me presentó al señor Cho.
Poco tiempo después dejé mi trabajo en el control aéreo y gracias a un préstamo que me hizo Lili compré mi primera nave de transporte y comencé a trabajar para el señor Cho.
Mi primera misión fue un éxito rotundo lo que forzó mi primer desengaño en el oscuro mundo del contrabando. Lili perdonó mi préstamo, lo que al principio me dejó felizmente sorprendido, pero un par de días después me comunicó que a cambio, a partir de entonces, la mitad de mis beneficios irían a parar a su bolsillo. Así me vi atrapado por dos lados, Cho como mi enlace y Lili como mi socia obligada. Los dos debían de haber preparado aquella trampa para atraparme y así tener unos ingresos fijos y sin peligro. Al fin y al cabo, era yo el que arriesgaba el pellejo.
Utilizando sus artimañas femeninas me vi atrapado por su belleza y encanto. En el fondo creo que estaba convencido de que la amaba, grosa equivocación por mi parte. Después de varios meses aguantando aquella coacción, me sentí inmensamente aliviado cuando un resorte en mi interior se accionó y tomé conciencia plena del juego sucio que ambos estaban haciendo.
Dando un chivatazo anónimo a las autoridades portuarias de Ypsilon-6, hice que encarcelaran al señor Cho y una vez eliminada aquella pieza del tablero de ajedrez me resultó sumamente placentero deshacerme de el otro causante de mi desgracia, Lili. Todo el poder que ella tenía, radiaba de la red de contactos ilegales que Cho había creado. También descubrí que Lili era la amante de Cho desde hacía mucho tiempo. Todo había sido un engaño para utilizarme.
Le hice una visita una lluviosa noche de verano. Me abrió la puerta como siempre, vestida únicamente con una bata roja de tela gaseosa y transparente, que dejaba ver su proporcionada figura. Unos pechos turgentes, unas caderas perfectas, unas piernas interminables y un largo y ondulado cabello negro me saludaron acelerando mi corazón como de costumbre. Sentí como mi sangre comenzaba a acumularse e hice un gran esfuerzo por centrar mi atención en las argucias que había hecho para aprovecharse de mí. Aún así, era inevitable que de vez en cuando mi mirada se perdiera en sus voluptuosos pechos o en su erótico monte de Venus.
-Mi querida Lili, como no me recibes en paños menores... -dije con una sonrisa en los labios, tratando de centrar mi atención en lo que había ido a hacer.
-Cariño... -me susurró al oído apretando su terso y cálido cuerpo contra el mío. Sentí como crecía el deseo en mi cuerpo y tuve que apartarme dándome la vuelta y oteando por la ventana hacia la oscura y húmeda noche.
-Me has hecho mucho daño, Lili... -le dije cuando me vi con fuerzas.
-Si siempre te trato con mucho cariño...
-¡No! Te hablo en serio, sé lo de tu y Cho -tomé la botella de ginebra y un vaso. Me senté frente a la mesa y serví un trago generoso que vacíe en mi garganta al momento.
-Eso no es nada comparado a lo que tenemos tu y yo... -parecía intentar mantenerme a mí como su última esperanza. En aquellos días de investigación a mis "socios" había descubierto que Cho la había rescatado de la prostitución. Seguramente ella al enterarse de que habían detenido a Cho y no tenía a nadie que la defendiese, había optado por tratar de ganarme a toda costa, para tener una salida a aquella situación de desamparo.
-He sido yo quien se ha deshecho de Cho -Lili quedó perpleja y pareció no darse cuenta de lo que estaba diciendo. Cogió una camisa que había sobre el sofá y se cubrió como pudo sintiéndose, repentinamente, desnuda. Me pareció gracioso, hacía un momento hacía todo lo posible por enseñarme sus carnes prietas, y ahora trataba de ocultarlas, era irónico en cierto modo.
-¿Como has podido? -inquirió con una expresión de asco en el rostro. Aquello fue lo peor que podía hacer. Yo, hasta aquel momento, seguía bajo el influjo de su hechizo, pero al ver aquella expresión de puro asco hacia mí, vi la verdad al fin y mi deseo desapareció. Entonces empecé a verla como era en realidad. Una mujer que se había aprovechado de mí, que había utilizado mi debilidad para controlarme-. Nosotros te hemos dado la oportunidad de hacerte rico ¿y así es como nos pagas?
Me tomé mi tiempo antes de responder. Llené el vaso hasta arriba y tragué todo su contenido de vez. Sentí la tibieza de la ginebra dentro de mi cuerpo y como me hacía sentirme bien y capaz. Encendí un cigarrillo, no sin antes ofrecerle uno a ella (educación ante todo). Cuando percibí que Lili estaba a punto de estallar, hablé.
-Me engañasteis. Apostasteis vuestro futuro y perdisteis cuando yo me di cuenta de todo el pastel.
Saqué la pistola que tenía guardada en la chaqueta y la coloqué sobre la mesa. Ella la miró con temor, pero inmediatamente sonrió y me dijo:
-¿Piensas matarme? No creo que seas capaz, no eres un asesino...
-Tienes razón, no soy un asesino y después de lo que pasamos juntos, no sería capaz de matarte. Pero sí puedo hacer otras cosas... ¡Jack!
Jack entró al apartamento apuntando a Lili con otra pistola. Ella conocía sobradamente a Jack y supo lo que le esperaba. Me suplicó, se puso de rodillas en el suelo frente a mi, suplicando. Yo, simplemente asentí a Jack para que se la llevase y me serví otra copa de ginebra. Los gritos de Lili se perdieron en la lejanía, mezclados con el relajante sonido de la lluvia al caer y los esporádicos truenos que cada vez sonaban más lejos. Observé como el humo de mi cigarrillo ascendía formando círculos y curvas, era hipnotizador.
Me bebí lo que quedaba de la copa y apagué la colilla en el suelo. Eché un último vistazo al piso en donde había pasado tan buenos ratos y sin mirar atrás me marché tomando las riendas de mi vida y de mi negocio.
Recordar aquello era como ver una película que no evoca ninguna emoción en mi interior. Tras aquello, enterré mis sentimientos en lo más profundo de mi ser y me moví exclusivamente por la razón.
Me pregunté si Lili habría sobrevivido a aquella hecatombe que había acabado con Ypsilon-6. Jack, su mejor baza, sin duda. Lili tenía razón, yo no era un asesino por lo que no quería verla muerta. Pero sí quería que pagara por lo que me había hecho. Así que me puse en contacto con Jack. Este había sido su dueño hasta que Cho comprase su libertad. Una vez hube quitado a Cho de la ecuación, fue fácil convencer a Jack de que Lili le seguía perteneciendo.
Seguramente cualquiera pensaría que no es algo de lo que sentirse orgulloso. Pero cuando se vive en el mundo por el que yo me suelo mover, se tiene una perspectiva diferente a la de la gente normal. Mi máxima es que yo soy la persona más importante para mí. Por lo tanto puedo aseverar que Lili tuvo lo que se merecía y no siento remordimiento alguno.
Eché un vistazo por encima de la encimera y ví que Eloy roncaba plácidamente en un rincón. El Cirujano estaba escondido en algún sitio fuera de mi campo visual. Volví a recostarme intentando dormir, pero sin ser capaz. Hacía poco tiempo desde la última siesta y yo no era de mucho dormir.
Observé el reloj de pared que había colgado sobre mi cabeza y comprobé que aún quedaban ocho horas para que anocheciera y para que nos marcháramos. Muchas cosas podían ocurrir en ocho horas...
1 comentario:
Quería preguntar si os parece mejor poner en la página principal, donde salen varias entradas, el orden al revés, es decir la última entrada abajo del todo. Me lo ha pedido David en un comentario y si más estais de acuerdo lo cambiaré.
Un saludo.
Publicar un comentario