sábado, 24 de marzo de 2007

Dia 12 - Primera Parte

Salté hacia detrás, entrando por el hueco del portón e inmediatamente después lo deslicé hasta cerrarlo. Todo se sumió en la más absoluta oscuridad y no pude encontrar manera alguna de atrancar el portón.

Comencé a caminar a tientas, tratando de encontrar nuestro vehículo. Varios golpes contra el portón metálico retumbaron por todo el espacio interior, haciendo ecos que regresaban débiles pero tenebrosos. Estiré los brazos hacia delante y me arriesgué a echar a correr hacia delante, con el peligro que entrañaba darme de morros contra lo que buscaba.

Me detuve. Había corrido demasiado, ya tenía que haber llegado hasta el vehículo.

Más golpes contra la puerta. No aguantaría mucho.

Saqué del bolsillo mi mechero y lo encendí. Una cálida burbuja luminosa creció a mi alrededor. Ahí estaba, a menos de medio metro a mi derecha. Habría pasado corriendo sin darme cuenta y sin encontrarlo nunca. Entré raudamente y conecté los sistemas electrónicos. Arranqué el motor y, tras encender los faros delanteros, aceleré a toda velocidad directo hacia la oficina. Pude ver como El Cirujano me hacía señas con las manos desde la puerta. Dentro JB y Jon Sang se movían de un lado a otro.

Por fin el portón cedió y soltándose de sus goznes cayó contra el suelo de cemento de la nave retumbando por la oscuridad. Vi en el espejo retrovisor como una marea de siluetas entraban por el hueco, iluminados a contraluz por la pálida luz lunar.

Pocos metros antes de estrellarme contra la oficina, pisé el freno a fondo y girando el volante el vehículo derrapó quedando a escasos dos metros de la puerta y de mi compañero.

–¡Subir! –exclamé.

El Cirujano entró corriendo en la oficina y al momento volvió a salir con su mochila en la espalda y de la mano de Carla. Mi mirada se fijó en la cintura de los pantalones de mi compañero. Su cuchillo de caza estaba metido en ella. Vino a mi memoria la imagen del torso de Dorf abierto como un libro, mostrando una oquedad vacía que debiera haber estado llena de órganos. Sentí desconfianza y sobre todo no me gustó nada que estuviera tan cerca de Carla. Pero todo aquello tendría que esperar, antes debíamos salir de aquel embrollo.

El Cirujano y Carla entraron a los asientos traseros y cerraron la puerta. Mientras JB y Jon Sang salieron de la oficina y se acercaron al vehículo. Antes de entrar comenzaron a disparar ráfagas hacia la masa de post-mortem y bestias que se acercaban rápidamente hacia nosotros. Los fogonazos parpadeantes de los dos rifles nos mostraban una terrorífica imagen de decenas de siluetas que comenzaban a abrirse en abanico cerrando nuestra huída.

–Nos tenemos que marchar –me dijo El Cirujano apoyando una mano sobre mi hombro.

–¡Vamos! ¡Subir de una vez! –grité a los dos que seguían fuera disparando sin hacer demasiado efecto a nuestros perseguidores.

JB no esperó más y entró al vehículo tomando asiento en la parte trasera junto a El Cirujano y Carla. Jon Sang disparó un par de ráfagas más y finalmente tomó asiento en el sitio del copiloto cerrando de un golpe. Antes de que la puerta se hubiera cerrado del todo, pisé el acelerador a fondo y las ruedas traseras giraron un instante hasta que tomaron tracción y nos impulsaron a toda velocidad contra la masa de siluetas.

–Ponte el cinturón, cariño –escuché como le decía El Cirujano a Carla. No es mala idea, este trayecto iba a ser movidito.

Varios post-mortem salieron volando golpeados por nuestro vehículo y nos vimos libres de obstáculos. Pero poco más adelante se encontraba la pared de la nave. Era de metal y rápidamente hice memoria. Recordé que las planchas de metal que la formaban no eran demasiado gruesas. No quedaba más remedio, debía arremeter la pared con el vehículo para salir de allí.

Aceleré hasta el máximo de velocidad justo antes de la colisión. Apreté con fuerza el volante y los dientes. Escuché como JB comenzó a gritar en el asiento trasero.

El golpe fue tremendo. Mi cuerpo se vio proyectado hacia delante y sentí como golpeaba el volante con la frente, pero no pareció dolerme. Momentáneamente perdí de vista el exterior, cuando se me oscureció la vista. Pero pronto me recuperé y en un acto reflejo giré a tiempo antes de golpear una farola.

Respiré aliviado mientras tomaba una calle girando en la esquina de la nave tratando de alejarme lo antes posible del lugar. Pero un golpe en el techo de chapa nos hizo alzar la cabeza a todos.

–¡¿Qué es eso?! –aulló JB por encima del ruido que hacía el viento al entrar por la ventanilla del copiloto sin cristal.

Otro golpe y esta vez acompañado de cuatro garras afiladas como cuchillos atravesando el techo como si se tratara de mantequilla.

–¡Tenemos uno en el techo! –exclamó El Cirujano sacando el cuchillo de su pantalón y preparándose para utilizarlo.

Una mirada entre Jon Sang y yo, bastó para que me entendiera. Alzó su rifle y descargó una ráfaga que produjo un coladero en la chapa alrededor de la garra. Esta desapareció pero no vimos que cayese ningún cuerpo detrás de nosotros a la calzada así que disparó una segunda ráfaga.

Entonces un golpe en el capó nos hizo volver la cabeza hacia delante. Estaba allí, de pié, observándonos con sus ojillos rojos y brillantes. Estaba acuclillado y con las garras clavadas a la chapa así que los volantazos que di de un lado a otro no lo hicieron caer.

Y para colmo de males una nube de humo blanco comenzó a emerger del radiador delantero del vehículo. El golpe debía de haber dañado el sistema de refrigeración. Dentro de poco, cuando subiera la temperatura lo suficiente, el motor terminaría por estallar como una bomba. ¡Dios, el combustible era hidrogeno líquido!

Antes de que Jon Sang pudiera preparar su arma para descargar otra ráfaga, esta vez hacia delante, la bestia lanzó un brazo contra la luna delantera haciéndola añicos. Una lluvia de pequeños trozos de vidrio cayó sobre nosotros. Sentí como se abrían varios cortes por mi rostro y cuello, pero en aquel momento no sentí dolor alguno. Daba la impresión de que la adrenalina que corría por mis venas cancelaba todo sentido del dolor en mi cuerpo.

Escuché como Jon Sang, gritaba de dolor tapándose el rostro con las manos. Entonces, aún concentrado en mi copiloto, vi como alguien se lanzaba desde el asiento trasero por el hueco central de los asientos delanteros. Era El Cirujano y llevaba el cuchillo en la mano. Lanzó una estocada precisa que detuvo un zarpazo dirigido hacia mi rostro a pocos centímetros de mí. Pude oler el nauseabundo olor que emanaba la piel verdosa del ser. El cuchillo se había clavado en el antebrazo de la bestia y al retirar el brazo se llevó el arma con él.

En aquel momento, Jon Sang, apretando los dientes y aguantando el dolor, con el rostro ensangrentado, dirigió el cañón del rifle hacia delante, sin apuntar, y apretó el gatillo. La ráfaga empezó demasiado alejada pero pronto alcanzó su objetivo y lo lanzó hacia delante.

El vehículo dio un brinco cuando pasó por encima del cuerpo sin vida del ser.

Respiré profundamente, aliviado. Eché un vistazo a los indicadores y la temperatura se acercaba ya a el límite peligroso. Frené de golpe exhortándolos a salir rápidamente. No me pidieron explicaciones, todos salieron rápidamente. Entre JB y yo, ayudamos a Jon Sang y corrimos hasta la esquina de un edificio cercano. Giramos en ella poniéndonos a cubierto justo en el momento que el motor hacía explosión lanzándonos al suelo.

–La explosión los atraerá, debemos salir de aquí, rápidamente –dijo El Cirujano.

Yo asentí, sintiendo como la cabeza me daba vueltas y los oídos me pitaban.

Mientras nos alejábamos por la oscura calle sentí como varias gotas de sangre resbalaban por mi frente y el dolor aumentaba a medida que la adrenalina desaparecía de mi cuerpo. Sentía varios cuerpos extraños por mi cuello, algún cristal que seguía alojado bajo mi piel, y el pulso me retumbaba dentro del cráneo.

Nos habíamos salvado por los pelos. Sin embargo, no podía dejar de pensar en cómo iba a explicar a nuestros nuevos compañeros la desaparición de Dorf.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchacho,descubri esto por casualidad y solo puedo decir ¡¡¡GENIAL!!! Me parece una historia buenisima y original,y me parto con el ´´Cirujano´´.
Sigue asi y gracias por tu tiempo.
Un saludo desde Lleida.
Athman.

Paul J. Martin dijo...

Muchas gracias a ti por leerlo. Me alegra ver que gusta lo que escribo.
De hecho, me anima a hacerlo incluso mejor. Por supuesto acepto toda clase de críticas que me sirvan para mejorar, así que no os corteis. Tambien me gustan las opiniones sobre personajes y situaciones.
En fin, gracias a vosotros, los lectores.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola, recuerdo que en los comentarios de mundo cadaver, hablabas de tu historia, se me ocurrio verla y ya no puedo dejar de leerla, felicidades, al principio me parecio que la historia iba muy rapida, pero ahora me parece que ya agarro su ritmo, me agrada tambien el personaje del cirujano, aun no se sabe si es de fiar o no, personalmente me agradaria mas que no traicionara al equipo, pero como lo lleves estara bien, te mando un saludo desde Mexico D.F., y nos seguimos escribiendo amigo.

Paul J. Martin dijo...

Muchas gracias, me llena de orgullo leer vuestros comentarios. La verdad es que Txalin ya me comentó que el ritmo era rápido y que él prefería más lento, pero tambien es cierto que intento intercalar momentos de acelerón con momentos de contemplación y sosiego. De todos modos, como podreis comprobar, los últimos capítulos son más extensos y descriptivos y se mueven un tanto más despacios a pesar de la acción que pueda haber en ellos.
Creo que a estas alturas, la mayoría de nosotros creemos que el mejor personaje es EL Cirujano, misterioso y no se sabe por donde saldrá. Aunque parezca mentira, para mi tambien es una sorpresa, apareció de repente sin habermelo planteado y como funcionó tan bien, le he intentado dar toda la vida que he podido.
En fin, me alegra mucho tener otro lector asiduo. Ya intenté escribir otra historia por capítulos hace tiempo pero fracasó estrepitosamente. La verdad es que cuando el jueves pasado vi que había tenido tantas visitas, me quedé alucinado.
Un saludo.