sábado, 17 de marzo de 2007

Dia 10 - Tercera Parte

Todo lo que me estaba ocurriendo era por mi culpa. Volví a fiarme de los demás. En esta vida, no se puede uno fiar de nadie y mi blando corazón me lleva a hacer cosas que la lógica no entiende. ¿Por qué había saltado al jardín cuando podía haber seguido disparando desde lo alto del muro? ¿Por qué había perdido toda esperanza de salir vivo de allí cuando se había acabado la energía en el rifle de plasma? Últimamente estaba haciendo cosas que no eran propias de mí. Pensaba que la cárcel me había enseñado la lección. Me habían empapelado por fiarme de otro y voy y lo hago otra vez en cuanto consigo salir de prisión. En cuanto logremos salir de este embolado (si lo conseguimos) tengo que tener cuidado con lo que hago y hacer un esfuerzo por concentrarme en lo realmente importante... yo.

A ver si va a resultar que tengo conciencia, después de todo. Hombre, no soy un asesino, ni un puto violador. Pero tampoco soy una hermanita de la caridad (Dios me libre).

En fin, creo que estaba tan sorprendido de mi propio comportamiento que tardé unos momentos en darme cuenta de que El Cirujano, mi compañero estaba a punto de ser destrozado por la bestia.

Saqué el cuchillo que guardaba en mi mochila y lanzándome sobre la criatura clavé el arma con toda la fuerza de la que fui capaz. Le atravesó la nuca y la punta emergió por su garganta, salpicando el rostro de mi compañero con sangre negra como el cielo que nos rodeaba.

Otro relámpago iluminó la escena como el fogonazo de un flash celeste, seguido del temblor de tierra y el rugido retumbante del trueno.

La bestia emitió gemidos y trató de sacarse el puñal. Mi compañero aprovechó la coyuntura y hendió el suyo en el pecho del ser. Yo aproveché para retorcer y remover la hoja dentro de la verdusca carne sangrante. El ser levantó la cabeza y emitió un terrible rugido gutural, como la solitaria llamada del lobo a su manada. Al fin la bestia cayó, a un lado, sin vida.

Una suave cortina de lluvia comenzó a caer sobre nosotros lavando nuestras heridas.

-Vamos, larguémonos de aquí -exclamé aún sintiendo como la adrenalina corría por mis venas.

El Cirujano se levantó y nos pusimos en marcha. Carla había estado pegada a la pared del muro y mi compañero le cogió de la mano y caminó a su lado. Me siguieron hasta la calle frente a la villa. Nos llegaba la algarabía de los post-mortem agrupados junto al muro al otro lado de la casa.

Entonces, escuchamos un rugido estremecedor. ¿Otra bestia? Debíamos escapar de allí inmediatamente.

Corrimos por las oscuras calles, asaltados por súbitos relámpagos que nos mostraban la calle que quedaba frente a nosotros, de otro modo envuelta en tinieblas. La fina lluvia nos había calado hasta los huesos, pero no era muy fría. Por lo menos no para mí, que seguía sintiendo los efectos de la adrenalina. Cada pocos segundos tenía que volverme e instar a mis dos acompañantes a que corrieran más deprisa. El Cirujano podría haberlo hecho, pero seguía corriendo junto a la pequeña, dándole la mano.

"¡Increíble!" me repetía a mi mismo una y otra vez. Este tío era increíble. ¿Un psicópata asesino en serie que se comportaba mejor que yo con una niña? Aquella idea me volvió a fundir. Otra dentellada de culpabilidad arremetió contra mi corazón oprimiéndolo sin piedad.

Un relámpago cegador estalló en el cielo.

Alcanzamos el vehículo que había dejado preparado y con la puerta abierta. Me senté en el asiento del piloto y cerré la puerta de un golpe. El Cirujano abrió una de las puertas traseras y los dos tomaron asiento en la parte trasera. Me volví hacia detrás.

-Necesito que te sientes delante con migo para que me guíes por las calles -le informé a mi compañero mientras él susurraba palabras de aliento al oído de la niña.

-Aquí estoy bien.

Maldije en silencio y arranqué el motor de hidrógeno. Aceleré rápidamente por las solitarias calles parando en los cruces para echar rápidos vistazos a la pantalla del panel en donde estaba representado el mapa con el camino hasta la estación de combustible. Pocos minutos después dejó de llover, si bien el viento siguió aullando con fuerza entre las calles.

Al fin llegamos a la estación. Un amplio tejado sostenido por cuatro pilares metálicos protegía los surtidores y una pequeña caseta a un lado. Detuve el vehículo junto a uno de los aparatos y salí. Coloqué la manguera en la válvula de entrada de combustible y abriendo una de las puertas traseras me asomé a donde mis dos acompañantes me esperaban.

-Voy a ir a la caseta para abrir la llave de paso... -observé a El Cirujano. Estaba pálido y tenía pequeñas perlas de sudor por la frente-. ¿Te ocurre algo?

No dijo nada, pero apartó la mano que tenía apoyada contra su costado enseñándome una extensa mancha de sangre en su camisa estampada con flores.

-Mira haber si hay algo ahí dentro para arreglar esto... -susurró sonriente, pero con una mueca de resignación que distorsionaba su rostro.

Caminé rápidamente hasta la caseta e intenté abrir la puerta. Estaba cerrada con cerrojo magnético. De una patada rompí la cerradura y la puerta se abrió temblando. Una vez dentro, lo primero que hice fue abrir el paso de combustible para que el depósito se fuera llenando. Después registré la parte trasera del mostrador de la pequeña tiendecita, en busca del botiquín. Cuando lo hallé, cogí el maletín entero y salí a fresco viento nocturno. Silenciosas siluetas se acercaban al vehículo, rodeándolo. Eran post-mortem. Debían de estar en las inmediaciones y les habría atraído el ruido del motor.

Eché a correr hacia el vehículo y tiré el maletín en el asiento del copiloto, saltando dentro y cerrando la puerta después. Conecté los cerrojos de las puertas y observé el indicador de combustible: 25%.

-¿Qué pasa? -inquirió El Cirujano en un susurro.

-Tenemos visita.

Una pálida y húmeda mano se estrelló contra la ventana a mi lado. Pegué un bote por el susto, del que no me pude recuperar ya que otra mórbida mano golpeó la luna trasera asustando a Carla que dio un grito. Otros dos post-mortem nos rodearon por el lado izquierdo. Nopodíamos salir del coche.

Miré el indicador del nivel del depósito de combustible... 32%.

Cada vez venía más manos pálidas, surgidas de la oscuridad de la noche que se avalanzaban contra las ventanas del vehículo. A algunas les faltaban las uñas, a otras algún dedo, todas con un aspecto nauseabundo y enfermizo. El rostro de uno de ellos se pegó contra mi ventanilla. Había sido una mujer joven, de largos cabellos. Pero ahora no era más que un horrible y desfigurado vestigio del pasado. Su boca abierta enseñando podridos dientes y una lengua hinchada ycangrenada . Sus vidriosos y muertos ojos con la mirada perdida, falto de la chispa de inteligencia que caracteriza a los homínidos. La coronilla de su cráneo, hinchada por el palpitante tumor, tenía un aspecto de lo más enfermizo.

Gimió y siseo empañando la ventana. Pareció sentir espasmos y se congeló con una expresión muerta en el rostro. Entonces, la protuberancia de su cabeza, estalló desparramando sesos y sangre coagulada por toda la ventana. Sentí nauseas, pero me contuve.

El depósito estaba al 48% de capacidad.

Escuchamos un rugido lejano. Una bestia se acercaba, alertado probablemente por el jaleo que armaban los post-mortem.

Carla gritaba desconsolada, sollozando de miedo. El Cirujano se mantenía en silencio, observando a nuestros acosadores a través de las ventanas con curiosidad.

62%...

Una de esas cosas dio un certero golpe con el puño contra la ventanilla del copiloto y la rompió deshaciéndose en pequeños trocitos de vidrio que se desparramaron sobre el botiquín y el asiento a mi derecha. Visto el camino libre, el post-mortem metió medio cuerpo a través de él intentando alcanzarme con sus asquerosas manos.

-Max -me llamó El Cirujano a la vez que me alcanzaba su cuchillo. Lo agarré con fuerza y comencé a lanzar tajos contra las extremidades del post-mortem. Este no se quejaba. Parecía no sentir dolor. De sus heridas no brotaba ni una gota de sangre. Cada vez me parecía más ajustado el nombre que les había dado José... zombies. Como aquel método no surtía efecto, cambié de táctica. Le agarré la mano, resbaladiza y fría, y con el cuchillo se la seccioné con un rápido y decidido corte por la muñeca. Hice lo propio con la otra y lancé ambas amputaciones a los pies del asiento contiguo.

78%...

Sin manos con las que agarrarme no representaba mucho peligro para nosotros. Su grueso cuerpo había quedado encajonado en el hueco de la ventanilla, no podía salir ni entrar. Así que en parte, nos vino mejor, así otro más delgado no podría intentar colarse por ahí. Solo deseaba que no rompieran ninguna otra ventana.


86%...

El problema surgiría en el momento en que el depósito estuviera lleno. Era extremadamente peligroso encender el motor con la válvula abierta. Podíamos saltar todo por los aires en una gigantesca bola de fuego. Pero no podía salir para desenganchar la manguera.

89%...

Los golpes contra la superficie de chapa del vehículo comenzaban a volverme loco. El gordo encajado en la ventanilla gemía y siseaba como un ser venido del mismísimo infierno, enseñándonos sus asquerosos dientes podridos y colgándole hilos de nauseabunda saliva.

92%...

Venga, venga, venga... Casi había terminado. Debía pensar en un plan para poder encender el motor.

PIPIPI!" gritó el indicador electrónico que marcaba la finalización del llenado del depósito.

Aún no había pensado nada cuando escuché como El Cirujano abría, repentinamente, la puerta de su lado, golpeando al post-mortem que tenía allí. Me giré alarmado sin saber qué pretendía con ello. Mi compañero sacó el brazo alcanzando la manguera y desenganchándola. Después, ágil como un felino, evitó un bocado de una de aquellas cosas y cerró la puerta de un fuerte golpe.

-Será mejor que nos saques de aquí, la manguera a seguido sacando combustible y es muy peligroso.

Tenía razón. Presioné el botón de arranque y el motor tosió un par de veces antes de ponerse en funcionamiento. Aceleré al máximo y arrollamos a varios de los post-mortem sin mucho problema.

Volvimos a escuchar un lejano rugido. Habíamos escapado...

Sin más perdida de tiempo, dirigí nuestro vehículo hacia la carretera que marchaba hacia el sur, fuera del pueblo, y de camino a la capital.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen capítulo, muy emocionante. Quizas El Cirujano ha estado un poco parado esta vez, pero no puede estar en todas.
Continuo leyendo.

Anónimo dijo...

estoy de acuerdo contigo anónimo, el cirujano no puede estar siempre ahi, pero las cosas como son, esta muy bien dibujado.
Kass