Dia 8 - Octava Parte
Gotas frías de sudor resbalaron por mi frente hasta la barbilla. Me giré sin saber qué me iba a encontrar, imaginando cualquier terror agazapado tras de mí, con las entrañas, aún palpitantes, de Eloy en la boca.
No fue eso lo que mis ojos discernieron entre las espesas sombras que nos rodeaban. Eloy, de pie, en silencio, aguantando la respiración, estaba a mi lado observando con la misma intensidad en la dirección desde la que venían los gemidos. ¿Sollozos? ¿Eran sollozos lo que escuchaban mis oídos? Apunté el rifle hacia la oscura esquina preparado para disparar y después salir corriendo, claro.
Los dos esperamos impacientes, aguantando la respiración, sintiendo el frío sudor acumulándose en nuestras frentes. De un momento a otro una de esas cosas saltaría desde las sombras y nos atacaría con rabia demente y salvaje. Aquello supondría un nuevo reto, ¿cómo escapar de este peligro? No podíamos salir al rellano, los golpes de los no muertos seguían sonando contra la puerta cerrada. Pronto llegaría la bestia bípeda y entonces, estaba seguro que ni la puerta sería capaz de protegernos. Debíamos encontrar otra salida, pero antes... ocuparnos de eso que se agazapaba entre las sombras.
Una pequeña figura se acercó al cerco de luz. Era una niña pequeña, de unos siete u ocho años, con una melena morena hasta los hombros. Vestida con sucias ropas y descalza. En su precioso rostro se dibujaban dos surcos de limpieza que bajaban desde sus grandes y expresivos ojos. Su aspecto era bastante penoso, pero no parecía ser una post-mortem. Ella, miró el rifle que yo apuntaba hacia ella, y su expresión cambió a la de terror y más lágrimas surcaron sus mejillas. Me apresuré a bajar el arma, lo que Eloy recibió con una mirada de recriminación. Fruncí el ceño y le hice un gesto para que esperase un momento.
-¿Cómo te llamas? -pregunté en un susurro mientras los golpes en la puerta detrás mía se intensificaban en intensidad.
-Carla... -respondió tras pensárselo durante unos segundos.
Sentí como un calor me subía por el pecho y no pude reprimir una amable sonrisa.
Un fortísimo golpe que casi desencajó la puerta detrás mía me devolvió a la cruda realidad. Uno más para el grupo, si bien, nuestra nueva adquisición no era como los demás. No multiplicaba las posibilidades de supervivencia... Las reducía...
Pensé rápidamente pero no se me ocurrió otra cosa que tapar la única entrada a la vivienda. Corrí hasta la sala de estar y busqué el mueble más pesado y grande de la habitación. Eloy me siguió como intuyendo lo que estaba haciendo. Carla también vino hasta el salón con cierta expresión de curiosidad en el rostro. Aún no se le habían secados las últimas lágrimas cuando nos preguntó con un hilillo de voz:
-¿Qué hacéis?
La observé con el ceño fruncido pero no respondí. No tenía tiempo de explicarle a una niña los detalles de mi plan (que en realidad era de lo más simple... casi estúpido). Al ver la expresión que tomaba su rostro, percibí una chispa de inteligencia en sus ojos.
-¿Hay alguna manera de salir de aquí? -inquirí en un susurro.
Ella asintió sonriendo. Su rostro pareció iluminarse. Echó a correr por una puerta lateral y la seguimos rápidamente entre las sombras. Mientras los golpes se habían vuelto tremendos. Imaginé que no eran los no muertos los que ahora se encargaban de derribar la puerta, era la bestia. La niña nos llevó hasta el balcón y señaló hacia la izquierda. Me asomé. El balcón del piso contiguo estaba a poco más de un metro de distancia. Era plausible... esta cría era más lista que el hambre...
-Una salida -dije sonriendo hacia Eloy. Él echó un vistazo y no puso buena cara, no le parecía buena idea. Carla no esperó a que le dijéramos nada, subió a la barandilla y saltó ligeramente cayendo al otro balcón con la agilidad felina que caracteriza a los pequeños-. Tu decides...
Me subí a la barandilla, imitando a Carla y salté haciendo gran esfuerzo. Mi pie estuvo a punto de engancharse con la otra barandilla, lo cual hubiera hecho que cayera de morros contra el suelo, pero la salvé y caí duramente contra las baldosas del balcón, rodando hasta el final. Eloy se lo pensó unos segundos hasta que pareció entrar en razón.
Un estruendo resonó en el interior del domicilio. Habían tirado la puerta.
-¡Venga! -exclamé agitando mi mano.
Eloy trepó la barandilla sin mucho equilibrio y se lanzó con poca fuerza. Por un momento pensé que no llegaría y caería al vacío, pero alcanzó con las manos abiertas la barandilla del balcón donde estábamos Carla y yo. Me lancé agarrándolo por la muñeca. Sentí como mi cuerpo comenzaba a elevarse por su gran peso, amenazando caer tras él. Pesaba demasiado.
Los no muertos aparecieron por la puerta del otro balcón, asomándose a la barandilla y estirando los brazos para alcanzar a mi compañero que se debatía sobre el vacío.
Entonces apareció la bestia rugiendo terroríficamente. A base de empujones y estirones se colocó junto a la barandilla y lanzó un zarpazo con sus afiladas garras, estirando el brazo. Vi como las cuchillas que tenía por garras pasaban rozando la camisa de Eloy. Este, al escuchar la tela rajándose me miró con una expresión de súplica. La bestia lanzó un segundo zarpazo vertical que hizo tres profundas heridas en la espalda de mi compañero. Este aulló de dolor y sentí como perdió fuerzas. Encajando las rodillas entre los barrotes hice más fuerza para sujetar el enorme peso de su cuerpo. Sentía como se estiraban y contraían todos los músculos de mis brazos y de mi espalda. No podría aguantar mucho más... y Eloy tampoco, su expresión era de angustia total. La bestia lanzó un último zarpazo, de derecha a izquierda, haciéndole un profundo y mortal corte en la nuca. Creo que pude escuchar como varias vertebras crujían al romperse. Un chorro de sangre caliente saltó rociando mi rostro.
En el último instante, Eloy cambió de expresión. El terror abandonó sus ojos y fue sustituido por la resignación. Incluso juraría que pude ver un atisbo de alegría. Como si se sintiera aliviado de que todo hubiese acabado. La energía que hacía que sujetara sus manos a los barrotes se esfumó y comenzó a caer al vacío, llevándome a mí con él. Carla chilló a mi espalda, agarrando mi camisa como si fuera capaz de sujetar el peso de nuestros dos cuerpos. Al fin, no sin un sentimiento de culpabilidad, solté a mi compañero dejándolo caer, observando como se alejaba rápidamente hacia su destino final.
Cerré los ojos, no queriendo ver como su cuerpo se encontraba con el suelo de asfalto. Un silbido de viento rozó mi rostro. Abrí los ojos alarmado y vi que la bestia, ahora, hacía diana con mi cabeza. Me retiré rápidamente escapando de un mortal zarpazo que, sin duda, me hubiera arrancado la cabeza.
-Vámonos -susurré recogiendo el rifle del suelo y entrando al apartamento abandonado. Carla me seguía de cerca, dando rápidos pasitos con sus descalzos y sucios pies.
Salimos al rellano y subimos hasta el último piso. Disparé contra la puerta que daba a la fachada abriéndola. Sin mirar atrás echamos a correr por las azoteas alejándonos de los gemidos y rugidos que nos llegaban desde abajo.
No fue eso lo que mis ojos discernieron entre las espesas sombras que nos rodeaban. Eloy, de pie, en silencio, aguantando la respiración, estaba a mi lado observando con la misma intensidad en la dirección desde la que venían los gemidos. ¿Sollozos? ¿Eran sollozos lo que escuchaban mis oídos? Apunté el rifle hacia la oscura esquina preparado para disparar y después salir corriendo, claro.
Los dos esperamos impacientes, aguantando la respiración, sintiendo el frío sudor acumulándose en nuestras frentes. De un momento a otro una de esas cosas saltaría desde las sombras y nos atacaría con rabia demente y salvaje. Aquello supondría un nuevo reto, ¿cómo escapar de este peligro? No podíamos salir al rellano, los golpes de los no muertos seguían sonando contra la puerta cerrada. Pronto llegaría la bestia bípeda y entonces, estaba seguro que ni la puerta sería capaz de protegernos. Debíamos encontrar otra salida, pero antes... ocuparnos de eso que se agazapaba entre las sombras.
Una pequeña figura se acercó al cerco de luz. Era una niña pequeña, de unos siete u ocho años, con una melena morena hasta los hombros. Vestida con sucias ropas y descalza. En su precioso rostro se dibujaban dos surcos de limpieza que bajaban desde sus grandes y expresivos ojos. Su aspecto era bastante penoso, pero no parecía ser una post-mortem. Ella, miró el rifle que yo apuntaba hacia ella, y su expresión cambió a la de terror y más lágrimas surcaron sus mejillas. Me apresuré a bajar el arma, lo que Eloy recibió con una mirada de recriminación. Fruncí el ceño y le hice un gesto para que esperase un momento.
-¿Cómo te llamas? -pregunté en un susurro mientras los golpes en la puerta detrás mía se intensificaban en intensidad.
-Carla... -respondió tras pensárselo durante unos segundos.
Sentí como un calor me subía por el pecho y no pude reprimir una amable sonrisa.
Un fortísimo golpe que casi desencajó la puerta detrás mía me devolvió a la cruda realidad. Uno más para el grupo, si bien, nuestra nueva adquisición no era como los demás. No multiplicaba las posibilidades de supervivencia... Las reducía...
Pensé rápidamente pero no se me ocurrió otra cosa que tapar la única entrada a la vivienda. Corrí hasta la sala de estar y busqué el mueble más pesado y grande de la habitación. Eloy me siguió como intuyendo lo que estaba haciendo. Carla también vino hasta el salón con cierta expresión de curiosidad en el rostro. Aún no se le habían secados las últimas lágrimas cuando nos preguntó con un hilillo de voz:
-¿Qué hacéis?
La observé con el ceño fruncido pero no respondí. No tenía tiempo de explicarle a una niña los detalles de mi plan (que en realidad era de lo más simple... casi estúpido). Al ver la expresión que tomaba su rostro, percibí una chispa de inteligencia en sus ojos.
-¿Hay alguna manera de salir de aquí? -inquirí en un susurro.
Ella asintió sonriendo. Su rostro pareció iluminarse. Echó a correr por una puerta lateral y la seguimos rápidamente entre las sombras. Mientras los golpes se habían vuelto tremendos. Imaginé que no eran los no muertos los que ahora se encargaban de derribar la puerta, era la bestia. La niña nos llevó hasta el balcón y señaló hacia la izquierda. Me asomé. El balcón del piso contiguo estaba a poco más de un metro de distancia. Era plausible... esta cría era más lista que el hambre...
-Una salida -dije sonriendo hacia Eloy. Él echó un vistazo y no puso buena cara, no le parecía buena idea. Carla no esperó a que le dijéramos nada, subió a la barandilla y saltó ligeramente cayendo al otro balcón con la agilidad felina que caracteriza a los pequeños-. Tu decides...
Me subí a la barandilla, imitando a Carla y salté haciendo gran esfuerzo. Mi pie estuvo a punto de engancharse con la otra barandilla, lo cual hubiera hecho que cayera de morros contra el suelo, pero la salvé y caí duramente contra las baldosas del balcón, rodando hasta el final. Eloy se lo pensó unos segundos hasta que pareció entrar en razón.
Un estruendo resonó en el interior del domicilio. Habían tirado la puerta.
-¡Venga! -exclamé agitando mi mano.
Eloy trepó la barandilla sin mucho equilibrio y se lanzó con poca fuerza. Por un momento pensé que no llegaría y caería al vacío, pero alcanzó con las manos abiertas la barandilla del balcón donde estábamos Carla y yo. Me lancé agarrándolo por la muñeca. Sentí como mi cuerpo comenzaba a elevarse por su gran peso, amenazando caer tras él. Pesaba demasiado.
Los no muertos aparecieron por la puerta del otro balcón, asomándose a la barandilla y estirando los brazos para alcanzar a mi compañero que se debatía sobre el vacío.
Entonces apareció la bestia rugiendo terroríficamente. A base de empujones y estirones se colocó junto a la barandilla y lanzó un zarpazo con sus afiladas garras, estirando el brazo. Vi como las cuchillas que tenía por garras pasaban rozando la camisa de Eloy. Este, al escuchar la tela rajándose me miró con una expresión de súplica. La bestia lanzó un segundo zarpazo vertical que hizo tres profundas heridas en la espalda de mi compañero. Este aulló de dolor y sentí como perdió fuerzas. Encajando las rodillas entre los barrotes hice más fuerza para sujetar el enorme peso de su cuerpo. Sentía como se estiraban y contraían todos los músculos de mis brazos y de mi espalda. No podría aguantar mucho más... y Eloy tampoco, su expresión era de angustia total. La bestia lanzó un último zarpazo, de derecha a izquierda, haciéndole un profundo y mortal corte en la nuca. Creo que pude escuchar como varias vertebras crujían al romperse. Un chorro de sangre caliente saltó rociando mi rostro.
En el último instante, Eloy cambió de expresión. El terror abandonó sus ojos y fue sustituido por la resignación. Incluso juraría que pude ver un atisbo de alegría. Como si se sintiera aliviado de que todo hubiese acabado. La energía que hacía que sujetara sus manos a los barrotes se esfumó y comenzó a caer al vacío, llevándome a mí con él. Carla chilló a mi espalda, agarrando mi camisa como si fuera capaz de sujetar el peso de nuestros dos cuerpos. Al fin, no sin un sentimiento de culpabilidad, solté a mi compañero dejándolo caer, observando como se alejaba rápidamente hacia su destino final.
Cerré los ojos, no queriendo ver como su cuerpo se encontraba con el suelo de asfalto. Un silbido de viento rozó mi rostro. Abrí los ojos alarmado y vi que la bestia, ahora, hacía diana con mi cabeza. Me retiré rápidamente escapando de un mortal zarpazo que, sin duda, me hubiera arrancado la cabeza.
-Vámonos -susurré recogiendo el rifle del suelo y entrando al apartamento abandonado. Carla me seguía de cerca, dando rápidos pasitos con sus descalzos y sucios pies.
Salimos al rellano y subimos hasta el último piso. Disparé contra la puerta que daba a la fachada abriéndola. Sin mirar atrás echamos a correr por las azoteas alejándonos de los gemidos y rugidos que nos llegaban desde abajo.
2 comentarios:
Una niña pequeña por un gordo. No sé si sale ganando o perdiendo aunque la niña parece espabilada y puede dar mucho juego.
En otro orden de cosas y para criticar (constructivamente espero) un poco diré que me resulta dificil identificar aún al personaje. Muestra pocos escrupulos para quitarse de en medio a la mujer que se tiraba pero es capaz de sentir empatia por un gordo en menos de unas pocas horas sin que este haya hecho nada por ganarse su confianzo (o no) aún. Bien es cierto que la mujer le traicionó y eso justifica sus actos, ahora no hay una justificación que de volumen a esa empatía. Quizá en la intelegincia de la niña si se vea un posible nexo de unión entre ambos. En fin es un detalle menor, y mas en estos compases iniciales del relato.
Por otro lado me ha gustado mucho el detalle del gordo sintiendo alivio de morir, en una sóla frase le encuentto más volumen a este personaje que a toda la narración del protagonista, aunque quiza sea sólo yo y mi manera de enfrentarme a los personajes.
Sigue así que aquí tienes lector para rato.
La niña me a recordado bastante (por la situación) a Newt en "Aliens". Por el momento el personaje que mas interesante me parece es "El Cirujano".
Es una lástima que el pobre Eloy casque, ya que era un personaje interesante que (en mi opinión) daba bastante juego a la historia.
En fin,seguiré de cerca la historia a ver que sorpresas depara la niña de marras.
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