Dia 7 - Tercera Parte
Decidimos quedarnos en la tienda hasta que cayese la noche. Sería más fácil moverse entre las sombras.
Mientras me fumaba un cigarrillo de mi marca favorita y me echaba un trago del whiskey más caro que encontré me puse a recordar. Dos años en prisión... Dos malditos años perdidos... Claro que mis ahorros seguían estando donde los dejé. Tengo una cuenta en un banco situado en un país de la tierra libre de impuestos. Allí iba dejando todo mi dinero, para cuando me jubilase... Para qué voy a mentir, no me jubilaré nunca, moriré en alguna nave de transporte haciendo lo que mejor se me da, el contrabando.
Me he escapado de multitud de situaciones que a ojos de cualquiera habrían sido irremediables. Solo he tenido un error y lo pagué caro.
Le miré a los ojos con suspicacia. Me estaba intentando estafar el muy bastardo.
-¿Qué pretendes hacer, Frenzy? ¿Engañarme? -le dije entrelazando mis manos sobre la mesa.
-No, Max, yo nunca haría eso -su mirada era nerviosa y huidiza.
-He estado hablando con Lowart y él dice que compraste la mercancía por la mitad de precio... ¿desde cuando sacas un beneficio del doble en tus negocios con migo?
Franzy no podía sostener mi mirada y se masajeaba el mentón con nerviosismo.
-No me la puedes pegar, Frenzy. A mí no.
Su expresión se tornó asustada y empezó a mirar hacia la puerta del bar, supongo que planeando una vía de escape. Cogí el arma de mi pistolera y asomé el cañón por encima de la mesa. Los ojos de mi interlocutor se abrieron como platos, veía el terror en ellos. En el fondo no soy mal tipo, pero esas situaciones siempre me habían hecho mucha gracia.
-Como recordatorio de esta entrañable conversación, te voy a comprar la mercancía por el mismo precio que la conseguiste tu. ¿Te parece bien?
Frenzy asintió, pero pude ver un creciente odio en sus ojos.
Aquel fue mi gran error. Aquello debería de haberme indicado que no me podía fiar más de aquel tipo, pero hice caso omiso y me fié de la larga relación comercial que habíamos tenido. Ahora sé que debía de haber liquidado nuestra sociedad comercial en aquel momento y solo había dos maneras de hacerlo. La primera, la más fácil, que Frenzy desapareciera. Y la segunda, más costosa pero más limpia, haber hundido al bastardo en la miseria cortando a sus suministradores y a sus compradores. Mi reputación era suficientemente buena como para haber conseguido esto en varios días. Sin embargo y a pesar de mis instintos, me fié de él.
En los dos años que pasé en la prisión RX-67 tuve multitud de tiempo para analizar mis propias motivaciones para fiarme de un ratero como aquel. No era mi amigo, ¿entonces por qué lo hice? Llevaba mucho tiempo trabajando solo y seguramente en mi fuero interno tenía ganas de compartir mis aventuras con alguien. Tenía ganas de tener un compañero, un socio. No sé en qué momento mi subconsciente decidió que ese socio fuera Frenzy, pero debió de ser así, porque me fié de él.
La primera y más importante regla de mi negocio es no fiarse de nadie, ni siquiera de tus propios socios. Cualquiera puede jugártela para quedarse con todo el pastel. ¿Entonces como pude ser tan imbécil para fiarme de alguien que ni siquiera era mi socio? Pues supongo que si Freud me analizase, llegaría a la conclusión de que fue un lapsus, un grito de mi subconsciente para que prestara atención a mi necesidad de tener un compañero. Supongo que tendría razón.
La luz del exterior comenzaba a morir. No tardaríamos mucho en marcharnos del local. Eché un vistazo al lugar donde estaba sentado El Cirujano. Estaba durmiendo plácidamente con una sonrisa infantil. A este tío no le perturbaba nada. Arriesgué mi libertad por alguien que ni siquiera era mi amigo y ahora me encontraba asociado con un psicópata que en otras circunstancias no querría tener ni a diez metros de distancia. Está claro que mi capacidad para la toma de decisiones estaba perturbada últimamente.
Al final, lo que ocurrió, fue que recogí la mercancía de Frenzy como siempre pero le pagué lo mismo que le había costado a él. Es decir, no sacó beneficio alguno. Horas después, cuando estaba en la órbita de Carma-3, una nave del control fronterizo y aduanas me detuvo. Entre los soldados que invadieron mi nave, estaba Frenzy que me identificó como el comprador y así acabé en la cárcel.
Le di una última calada a la colilla, aspirando con placer la azulada nube.
Mientras me fumaba un cigarrillo de mi marca favorita y me echaba un trago del whiskey más caro que encontré me puse a recordar. Dos años en prisión... Dos malditos años perdidos... Claro que mis ahorros seguían estando donde los dejé. Tengo una cuenta en un banco situado en un país de la tierra libre de impuestos. Allí iba dejando todo mi dinero, para cuando me jubilase... Para qué voy a mentir, no me jubilaré nunca, moriré en alguna nave de transporte haciendo lo que mejor se me da, el contrabando.
Me he escapado de multitud de situaciones que a ojos de cualquiera habrían sido irremediables. Solo he tenido un error y lo pagué caro.
Le miré a los ojos con suspicacia. Me estaba intentando estafar el muy bastardo.
-¿Qué pretendes hacer, Frenzy? ¿Engañarme? -le dije entrelazando mis manos sobre la mesa.
-No, Max, yo nunca haría eso -su mirada era nerviosa y huidiza.
-He estado hablando con Lowart y él dice que compraste la mercancía por la mitad de precio... ¿desde cuando sacas un beneficio del doble en tus negocios con migo?
Franzy no podía sostener mi mirada y se masajeaba el mentón con nerviosismo.
-No me la puedes pegar, Frenzy. A mí no.
Su expresión se tornó asustada y empezó a mirar hacia la puerta del bar, supongo que planeando una vía de escape. Cogí el arma de mi pistolera y asomé el cañón por encima de la mesa. Los ojos de mi interlocutor se abrieron como platos, veía el terror en ellos. En el fondo no soy mal tipo, pero esas situaciones siempre me habían hecho mucha gracia.
-Como recordatorio de esta entrañable conversación, te voy a comprar la mercancía por el mismo precio que la conseguiste tu. ¿Te parece bien?
Frenzy asintió, pero pude ver un creciente odio en sus ojos.
Aquel fue mi gran error. Aquello debería de haberme indicado que no me podía fiar más de aquel tipo, pero hice caso omiso y me fié de la larga relación comercial que habíamos tenido. Ahora sé que debía de haber liquidado nuestra sociedad comercial en aquel momento y solo había dos maneras de hacerlo. La primera, la más fácil, que Frenzy desapareciera. Y la segunda, más costosa pero más limpia, haber hundido al bastardo en la miseria cortando a sus suministradores y a sus compradores. Mi reputación era suficientemente buena como para haber conseguido esto en varios días. Sin embargo y a pesar de mis instintos, me fié de él.
En los dos años que pasé en la prisión RX-67 tuve multitud de tiempo para analizar mis propias motivaciones para fiarme de un ratero como aquel. No era mi amigo, ¿entonces por qué lo hice? Llevaba mucho tiempo trabajando solo y seguramente en mi fuero interno tenía ganas de compartir mis aventuras con alguien. Tenía ganas de tener un compañero, un socio. No sé en qué momento mi subconsciente decidió que ese socio fuera Frenzy, pero debió de ser así, porque me fié de él.
La primera y más importante regla de mi negocio es no fiarse de nadie, ni siquiera de tus propios socios. Cualquiera puede jugártela para quedarse con todo el pastel. ¿Entonces como pude ser tan imbécil para fiarme de alguien que ni siquiera era mi socio? Pues supongo que si Freud me analizase, llegaría a la conclusión de que fue un lapsus, un grito de mi subconsciente para que prestara atención a mi necesidad de tener un compañero. Supongo que tendría razón.
La luz del exterior comenzaba a morir. No tardaríamos mucho en marcharnos del local. Eché un vistazo al lugar donde estaba sentado El Cirujano. Estaba durmiendo plácidamente con una sonrisa infantil. A este tío no le perturbaba nada. Arriesgué mi libertad por alguien que ni siquiera era mi amigo y ahora me encontraba asociado con un psicópata que en otras circunstancias no querría tener ni a diez metros de distancia. Está claro que mi capacidad para la toma de decisiones estaba perturbada últimamente.
Al final, lo que ocurrió, fue que recogí la mercancía de Frenzy como siempre pero le pagué lo mismo que le había costado a él. Es decir, no sacó beneficio alguno. Horas después, cuando estaba en la órbita de Carma-3, una nave del control fronterizo y aduanas me detuvo. Entre los soldados que invadieron mi nave, estaba Frenzy que me identificó como el comprador y así acabé en la cárcel.
Le di una última calada a la colilla, aspirando con placer la azulada nube.
2 comentarios:
Je,je. Por fin un poco de la historia de Max. Es un buen comienzo pero aún necesito más para engancharme del personaje. Aún habiendo contado menos de él, "Cirujano" sigue siendo mi favorito.
Aunque bien pensado, eso no tiene nada de malo. Los buenos secundarios suelen robar las historias a los protagonistas.
En fin, si quieres calificar a El Cirujano de bueno... aya tu :))) No pero ahora en serio, sobre el protagonista, es cierto que aún no había contado casi nada, pero como en esta ocasión, cuando cuento algo del pasado, tengo que detener la historia presente y eso también es peligroso. Tengo que jugar con ambas cosas para no detener demasiado la acción y por el otro lado, contar lo suficiente del pasado.
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