Dia 10 - Primera Parte
El reloj digital marcó las dos de la mañana. Fuera, la noche era cerrada y el viento aullaba tenebroso. Carla estaba de pie, frente a mi, con una expresión de desconcierto.
-¿Entiendes? -pregunté con toda la delicadeza de la que fui capaz-. Tu espera aquí. En el armario de la cocina hay comida en lata y del grifo sale agua. Yo voy a buscar ayuda y alguien vendrá para hacerse cargo de ti.
Ella no dijo nada. Me miraba con aquella expresión desgarrada. Estaba a punto de llorar... lo que me faltaba...
-¿Entiendes? -volví a preguntar.
Asintió en silencio, bajando la mirada hasta el suelo. Se dio la vuelta y arrastrando los pies avanzó hasta el sofá y tomó asiento. Di un suspiro y salí por la puerta cerrando tras de mi. El viento aullaba como un quejumbroso animal moribundo, revolviendo mis cabellos que empezaban a tener una largura más afín a mis gustos. Tenía ganas de darme una larga y caliente ducha.
Caminé silenciosamente hasta la valla y escruté la oscuridad de la calle. Estaba vacía. Salí y la volvía a cerrar con cerrojo. Crucé la calle y comencé a avanzar camuflado entre las sombras. Pocos metros más adelante encontré un vehículo abandonado. Era un automóvil un tanto anticuado, pero serviría. Me senté en el asiento del piloto y eché un vistazo al panel de plástico que contenía el ordenador de abordo. La batería no había muerto, el ordenador se encendió iluminando la pantalla líquida. Un foco de luz en una noche tan oscura me asustó al principio. Pero tras echar varias ojeadas alrededor y asegurarme de que seguía estando solo me centré en el panel electrónico. Debía romper el sistema de seguridad para tomar control del vehículo. Me llevaría un rato.
Una de las razones por las que me habían contratado para el control aéreo en Ypsilon-6 eran mis conocimientos técnicos sobre encriptación informática. Nunca pensé que aquello me pudiera servir en una situación de supervivencia como esta, pero claro, como decía un profesor que tuve "...cuanto más sabes, mejor te va en la vida...".
Cuarenta y cinco minutos más tarde había conseguido romper todos los cordones de seguridad y algoritmos de codificación y tenía control sobre el vehículo. Miré los niveles de combustible y estaba bajo mínimos, necesitaría más. Seleccioné el mapa del pueblo y mientras se cargaba en pantalla eché un rápido vistazo por las ventanillas a mi alrededor. No había moros en la costa.
Tracé, en el diagrama, una ruta a la estación de repostaje más cercana. Estaba a una distancia de diez kilómetros. Con lo que quedaba de combustible tendría suficiente para llegar hasta allí y después emprendería el viaje hacia la capital.
Un rugido rompió el silencio de la noche. La bestia. Me había encontrado. Sin embargo lo que escuché después, me aclaró que no era yo su objetivo. Un chillido de una niña se elevó en el oscuro cielo como un augurio de mal agüero.
-¡Mierda! -espeté maldiciendo mi mala suerte. Mi plan había fracasado y habían encontrado a Carla. Mi primer impulso fue el de arrancar el motor y marcharme de allí sin mirar atrás. Pero no fui capaz. Si lo hubiera hecho, no habría podido mirarme al espejo en lo que me restaba de vida.
Dejé todos los sistemas eléctricos encendidos y la puerta abierta. Cuando regresara (si es que lo conseguía) necesitaría poder entrar y arrancar el motor lo más rápidamente posible.
Otro chillido de Carla llegó hasta mi, haciendo que el corazón me palpitase desenfrenado en el pecho.
Sin esperar más, y sujetando el rifle con ambas manos, deshice el camino que había hecho hasta el vehículo. A cien metros de la valla, escondido entre las sombras, pude ver como una numerosa multitud de post-mortem se había congregado frente a ella, liderados por la bestia.
Carla estaba al otro lado de la verja metálica, a los pies de los dos escalones que ascendían a la puerta de entrada de la casa. La expresión de su rostro era de total desesperación. ¿Qué podía hacer?
-¿Entiendes? -pregunté con toda la delicadeza de la que fui capaz-. Tu espera aquí. En el armario de la cocina hay comida en lata y del grifo sale agua. Yo voy a buscar ayuda y alguien vendrá para hacerse cargo de ti.
Ella no dijo nada. Me miraba con aquella expresión desgarrada. Estaba a punto de llorar... lo que me faltaba...
-¿Entiendes? -volví a preguntar.
Asintió en silencio, bajando la mirada hasta el suelo. Se dio la vuelta y arrastrando los pies avanzó hasta el sofá y tomó asiento. Di un suspiro y salí por la puerta cerrando tras de mi. El viento aullaba como un quejumbroso animal moribundo, revolviendo mis cabellos que empezaban a tener una largura más afín a mis gustos. Tenía ganas de darme una larga y caliente ducha.
Caminé silenciosamente hasta la valla y escruté la oscuridad de la calle. Estaba vacía. Salí y la volvía a cerrar con cerrojo. Crucé la calle y comencé a avanzar camuflado entre las sombras. Pocos metros más adelante encontré un vehículo abandonado. Era un automóvil un tanto anticuado, pero serviría. Me senté en el asiento del piloto y eché un vistazo al panel de plástico que contenía el ordenador de abordo. La batería no había muerto, el ordenador se encendió iluminando la pantalla líquida. Un foco de luz en una noche tan oscura me asustó al principio. Pero tras echar varias ojeadas alrededor y asegurarme de que seguía estando solo me centré en el panel electrónico. Debía romper el sistema de seguridad para tomar control del vehículo. Me llevaría un rato.
Una de las razones por las que me habían contratado para el control aéreo en Ypsilon-6 eran mis conocimientos técnicos sobre encriptación informática. Nunca pensé que aquello me pudiera servir en una situación de supervivencia como esta, pero claro, como decía un profesor que tuve "...cuanto más sabes, mejor te va en la vida...".
Cuarenta y cinco minutos más tarde había conseguido romper todos los cordones de seguridad y algoritmos de codificación y tenía control sobre el vehículo. Miré los niveles de combustible y estaba bajo mínimos, necesitaría más. Seleccioné el mapa del pueblo y mientras se cargaba en pantalla eché un rápido vistazo por las ventanillas a mi alrededor. No había moros en la costa.
Tracé, en el diagrama, una ruta a la estación de repostaje más cercana. Estaba a una distancia de diez kilómetros. Con lo que quedaba de combustible tendría suficiente para llegar hasta allí y después emprendería el viaje hacia la capital.
Un rugido rompió el silencio de la noche. La bestia. Me había encontrado. Sin embargo lo que escuché después, me aclaró que no era yo su objetivo. Un chillido de una niña se elevó en el oscuro cielo como un augurio de mal agüero.
-¡Mierda! -espeté maldiciendo mi mala suerte. Mi plan había fracasado y habían encontrado a Carla. Mi primer impulso fue el de arrancar el motor y marcharme de allí sin mirar atrás. Pero no fui capaz. Si lo hubiera hecho, no habría podido mirarme al espejo en lo que me restaba de vida.
Dejé todos los sistemas eléctricos encendidos y la puerta abierta. Cuando regresara (si es que lo conseguía) necesitaría poder entrar y arrancar el motor lo más rápidamente posible.
Otro chillido de Carla llegó hasta mi, haciendo que el corazón me palpitase desenfrenado en el pecho.
Sin esperar más, y sujetando el rifle con ambas manos, deshice el camino que había hecho hasta el vehículo. A cien metros de la valla, escondido entre las sombras, pude ver como una numerosa multitud de post-mortem se había congregado frente a ella, liderados por la bestia.
Carla estaba al otro lado de la verja metálica, a los pies de los dos escalones que ascendían a la puerta de entrada de la casa. La expresión de su rostro era de total desesperación. ¿Qué podía hacer?
5 comentarios:
Ahora si sintonizo con Max. Ahora si que empiezo a ver su fondo. No se si mis consejos te han ayudado pero yo por si acaso los seguire haciendo.
Por ahora solamente un sigue asi.
PD: esta bien saber que en un futuro lejano y en una galaxia lejana se seguira recordando a los habitantes del Magreb y sus apariciones costeras inesperadas para los catolicos XD XD
Gracias por tu comentario. Pero no llego a entender la post data. Magreb? Católicos?
Un saludo.
"no había moros en la costa". Me hizo gracia que en el espacio lejano sigan teniendo la aparición de moros en el horizonte marítimo como referencia XD
Ah! vale... ahora lo pillo... Si tienes razón, pero al fín y al cabo, es una expresión del castellano que ha perdido el sentido real y quién sabe qué idioma hablaran los colonizadores del espacio... si la historia se repite, la mayoría de ellos hablarán español :)
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