miércoles, 30 de mayo de 2007

Día 18 - Primera Parte

Un bache en el camino me despertó con sobresalto. Me había quedado dormido con la cabeza apoyada en la ventana. El sol brillaba cálido en el límpido cielo azul. Observé el exterior, el terreno era ahora más pedregoso y arbustos secos se agarraban con tozudez a la árida tierra rojiza. A lo lejos, acercándose lentamente, podía ver un sistema montañoso de gran altura. Los picos de las montañas alzándose hacia los cielos, brillaban cubiertos de nieve. A los pies de estas pude vislumbrar las siluetas de altos edificios recortadas contra el fondo oscuro de las faldas montañosas. La carretera se desplegaba en línea recta hacia allí sin interrupciones.

El Cirujano seguía al volante. Conducía veloz pero prudente. Por encima del ruido del motor pude escuchar que tarareaba una sintonía que no alcancé a identificar.

Kira estaba sentada en uno de los asientos al otro lado del pasillo a mi misma altura. Observaba el exterior inmersa en profundos pensamientos.

Eché un vistazo a los asientos por detrás del mío y vi a Carla tumbada entre dos de ellos, durmiendo como una pequeña princesa. Y por último, unos asientos detrás de mí, Jon Sang dormitaba con la cabeza apoyada en la ventana, en la misma posición que había estado yo. Su cuerpo se movía al ritmo del autobús sin perturbar su descanso.

Me levanté y caminé hasta la altura del asiento del conductor sujetándome a un asidero.

–¿Qué tal vas? –pregunté tratando de no hablar demasiado alto para no despertar a los que dormían.

Mi compañero volvió la cara hacia mí y me sonrió.

–Bien.

–Y de energía, ¿qué tal van los niveles?

–Eso no tan bien –nadie diría que me daba malas noticias porque su sonrisa no abandonó sus labios en ningún momento. –Necesitaremos abastecernos para llegar hasta allí –levantó la mano señalando las siluetas que se dibujaban sobre el fondo rocoso de las montañas distantes.

–Joder…

–Según el ordenador de abordo, hay una estación de repostaje a cien kilómetros de aquí.

–Entonces podemos intentar allí.

–Sí.

Le palmeé en el hombro sonriendo y dije:

–Muy bien, haremos eso.

Después regresé a mi asiento, junto a la ventana. Kira me observaba con el ceño fruncido. Se levantó y atravesando el estrecho pasillo que recorría el autobús, separando las dos filas de asientos, se sentó en el de mi izquierda.

–No hay suficiente energía para llegar a Travenr, ¿verdad?

–¿Así es como se llama esa ciudad? –señalé la lejana ciudad que se acercaba a nosotros con el dedo pulgar. Ella asintió sin cambiar de expresión. –No, no hay suficiente… pero en el mapa del ordenador pone que hay una estación a mitad de camino. Hasta allí sí que llegaríamos. No te preocupes.

No quedó muy contenta pero dejó el tema. Se acomodó en el asiento y, cruzando los brazos sobre el pecho, cerró los ojos. La observé durante unos instantes. Era preciosa. En la mejilla derecha tenía un corte. Alrededor de él, la piel se había teñido de rosa e hinchado ligeramente. El corte era profundo, pero ya había dejado de sangrar. Seguramente le quedaría una cicatriz. Pero daba lo mismo, no podría empañar semejante belleza.

Recordé el momento en que se había hecho el corte. Había sido al caer y golpearse contra uno de los asientos al que le sobresalía la punta de un tornillo a través del revestimiento de tela…

El primer disparo alcanzó de lleno en el rostro de lo que antes de la infección había sido una mujer de mediana edad y con sobre peso. Su pálido y pútrido rostro desapareció en un amasijo de sangre y huesos rotos. El cuerpo inanimado cayó hacia detrás golpeando el suelo con fuerza.

Otro post-mortem que se acercaba por detrás de la caída tropezó con su grueso cuerpo y se desplomó sin siquiera levantar las manos para protegerse de la caída.

Detrás de mí Jon Sang comenzó a lanzar golpes con el bate de aluminio a diestro y siniestro lanzando a los no muertos que alcanzaba contra el suelo. A cada golpe podíamos escuchar huesos partiéndose, pero esto no parecía afectarles lo más mínimo. Ninguno gritó de dolor ni se quejó por las heridas. Se limitaban a gemir con las bocas abiertas en obscenas muecas de hambre y deseo.

Disparé otra vez, sin embargo fallé. Repetí el tiro con más cuidado y le di de lleno a uno de los post-mortem en el pecho, abriendo un boquete mortal. Pero una vez hubo caído al suelo, comenzó a arrastrarse hacia mí, hincando las uñas en el asfalto.

–¡No vamos a aguantar mucho más! –exclamó Jon Sang sin dejar de dar mandobles con su arma.

–¡Ya!

Me hizo gracia. Nuestra situación era cuanto menos sarcástica. Después de tantas penurias, tantos sufrimientos, tantas esperanzas y temores, nos iban a cazar cuando habíamos podido escapar. En lugar de esperar a que llegasen hasta la puerta de la estación. ¿Por qué no nos habíamos marchado en cuanto se disparó el arma de Francoise? ¿Por qué no habíamos pensado que serían capaces de escuchar el ruido de la pistola y nos acabarían por encontrar?

Los post-mortem más cercanos a mi ya estaban a menos de tres metros de distancia. Hice dos disparos seguidos dando en el blanco en ambos. El primero no sirvió de nada, le di en un hombro y el no muerto ni se inmutó. Al segundo lo alcancé en el abdomen y tras sujetárselo con una mano, continuó caminando, si bien con mayor lentitud.

Jon Sang derribaba a otro y a otro, pero la mayoría conseguía volver a levantarse. Lo bueno era que mientras lo hacían entorpecían a los que venían detrás haciéndoles perder tiempo.

Irina surgió de las sombras gritando:

–¡Vamos, vamos!

Di un empujón a Jon Sang para que se moviera y me quedé cubriendo nuestra retirada. Hice tres últimos disparos y se me terminó la munición. Como último recurso lancé la pistola contra uno de ellos y me giré echando a correr hacia las sombras del interior.

Dos focos potentes de luz blanca se encendieron frente a mi deslumbrándome. No pude evitar cerrar los ojos, pero, aún así, no dejé de correr hacia ellos esperando no tropezar con nada. Cuando volví a abrirlos, pude distinguir la forma de un autobús eléctrico como la fuente de la luz.

Por detrás escuché como Irina gritaba una maldición y como algo caía al suelo con fuerza. Me detuve junto al morro del vehículo y miré atrás. Los post-mortem ya entraban al garaje y se acercaban con gran velocidad a el cuerpo inmóvil de Irina que estaba tirado en el suelo, junto a un arcón de madera. Había tropezado deslumbrada por los focos del autobús.

Hice mención de regresar a por ella pero una mano me agarró del hombro. Era Jon Sang.

–No vayas, no te dará tiempo.

Tenía razón. Estaban a punto de alcanzarla. Mi compañero tiró de mi hacia la puerta del vehículo. Me resistí al principio, pero pronto cedí dándome la vuelta y corriendo tras él hacia la entrada. Subimos y la puerta se cerró con un golpe seco.

–¡Arranca! –exclamó Jon Sang.

El Cirujano, que estaba sentado en el sitio del conductor, arrancó el motor que rugió como una bestia enjaulada. Kira estaba de pié en el pasillo central, observando el interior del garaje a través del parabrisas delantero. Observaba con un gesto de tristeza y resignación.

Entonces El Cirujano aceleró repentinamente y todos nos vimos lanzados hacia el fondo del autobús. Yo caí, junto a Jon Sang, sobre los primeros asientos sin hacerme daño. Carla, que estaba ya sentada y agarrada con fuerza no tuvo problemas, pero Kira salió volando por el pasillo y se golpeó el rostro contra el lateral de uno de los asientos haciéndose el corte en la mejilla. Gritó de dolor pero pronto se sobrepuso y volvió a levantarse. Todos vimos como nuestro vehículo se lanzó a toda velocidad contra los primeros post-mortem que habían entrado al garaje de la estación.

Los cuerpos sin vida, y aún así animados, salieron volando hacia los lados como bolos blancos en una bolera.

El Cirujano dirigió el autobús con gran destreza hasta el exterior y después giró hacia la derecha encaminándonos hacia la salida de la ciudad.

Habíamos escapado, pero a qué precio… Francoise e Irina…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bravo....genial la huida.Lastima lo de Irina.
Ahora,¿de guatemala a guatepeor?
Un saludo.

Paul J. Martin dijo...

Gracias por tu comentario. Pues si que es una pena perder a la enfermera, pero el peligro es constante y no estan en una película de Holliwood en donde los buenos siempre sobreviven :)
De hecho, no se si será mejor el destino de Irina que el de los demás...

Un saludo.