viernes, 4 de mayo de 2007

Día 17 - Segunda Parte

Jon Sang comenzó a recuperar el color en su rostro, sin embargo se trataba de un color malsano y morado. Se estaba asfixiando. La tenaza que le apretaba la garganta estaba consiguiendo evitar que pasase el aire. Nos miraba suplicante tratando de pedir auxilio sin conseguir que palabra alguna saliera de su boca.

Yo me giré avanzando hacia el fuego, tenía una idea. Mientras Kira se lanzó contra el nuevo post-mortem y le propinó una fuerte patada en el rostro. Sonó un crujido, pero JB ni se inmutó. Su mano seguía apretando y él seguía observándonos con aquella mirada vacía pero asesina.

Kira repitió el golpe, una y otra vez hasta que la mandíbula de JB se deformó sobresaliendo hacia el lado derecho completamente dislocada, pero él seguía como si nada, apretando la mano sin inmutarse.

Yo, tras agarrar lo que estaba buscando y sin percatarme del dolor que subía por mis manos, me di la vuelta y regresé.

En el último golpe que Kira le propinó, JB alzó su mano libre y le agarró del tobillo. Ella perdió el equilibrio y cayó hacia detrás golpeándose la espalda contra el duro suelo embaldosado.

Alcancé al post-mortem y de un movimiento rápido liberé el tobillo de mi compañera. Después alcé los brazos empuñando la pieza metálica. Se trataba de una de las que había utilizado para mantener el fuego controlado, una de las piezas de repuesto de las estanterías de la tienda. Era una pieza metálica, lacada en blanco, de cuarenta centímetros de largo y en forma de ele. Sin pensármelo ni un segundo descargué un fuerte golpe contra el rostro pálido del no-muerto. Descargué otro y otro y otro. Y continué golpeando y viendo como su cabeza se iba deformando a cada golpe y la sangre iba saltando en todas direcciones, manchándome el torso desnudo y bañando a Jon Sang que seguía tratando de zafarse.

Golpeé y golpeé.

Sentí como un terrible odio y embrutecimiento me nublaba los pensamientos. Todas las penurias, todo el miedo, todos mis deseos de venganza se canalizaron en aquella pieza metálica que descargaba una y otra vez sobre la masa informe de carne y huesos.

Las manos me dolían ya que el metal estaba ardiendo (lo había cogido del fuego), pero yo no lo notaba. Lo único que sentía era una inmensa satisfacción por poder acabar con uno de los seres que tanto me habían perseguido durante estos días.

Era como si acabando con aquel post-mortem me estuviera vengando de todos ellos.

Jon Sang sintió como la mano se aflojaba en su cuello y se apartó de un salto, tosiendo y tragando aire desesperado. Se arrastró hasta la pared y apoyado allí trató de recuperar el aliento.

Mientras yo seguía golpeando y golpeando.

Comenzaron a saltar chispas a cada golpe, clara indicación de que el metal había alcanzado las baldosas del suelo, pero yo, inmerso en otro mundo, continué sin detenerme. Mi respiración se volvió acalorada y los músculos de mis brazos comenzaban a quejarse, sin embargo yo seguía. Unos terribles nubarrones negros habían ofuscado mi mente y no podía detenerme.

Kira se levantó y me tocó el brazo, llamándome por mi nombre.

Yo, instintivamente, me volví hacia ella empuñando la pieza metálica, preparado para lanzar un golpe mortífero en su dirección. Pero me detuve en el último momento al verla.

–Soy yo –dijo ella en un susurro.

El pecho me subía y bajaba mientras respiraba de manera agitada. Gruesas gotas de sudor me resbalaban por la frente, por el cuello, por la espalda y por el pecho. Los músculos de mis brazos estaban hinchados por el esfuerzo y sentía como me daban pinchazos. Las manos me dolían de las quemaduras que me había producido el metal candente. Podía ver destellos y chispazos delante de mis ojos. Incluso habría jurado que todos los ruidos a mi alrededor se habían silenciado y lo único que podía escuchar con claridad era un zumbido continuo y molesto.

–Max... –espetó Jon Sang en un hilillo de voz habiendo perdido el color malsano de su rostro.

Yo giré mi cabeza al escuchar mi nombre y lo miré extrañado. Por fin razoné, volví a tener conciencia de mí y de mis actos y a continuación solté el arma que sujetaba con mis manos. Esta cayó al suelo estrepitosamente.

Aún cansado y respirando con dificultad, arrastré los pies hasta la esquina más alejada y me desplomé en el suelo. Había estado a punto de hacer daño a Kira. Hubiera hecho daño a cualquiera que me hubiera encontrado delante. ¿Cómo podía haber llegado a ese extremo? El odio y miedo que había acumulado en estos días había controlado mis actos.

Kira se acercó a Jon Sang para asegurarse de que se encontraba bien. Este le dijo que estaba bien, que sólo necesitaba descansar un poco. Después tras echar un par de prendas de ropa al fuego, para evitar que se apagara, se acercó y tomó asiento junto a mí.

–Hola.

–Hola –susurré avergonzado. No era capaz de mirarle a los ojos. He estado a punto de matarte...

–¿Qué tal estás?

–Dolorido... pero más calmado.

–Mejor –su voz sonaba seca y distante.

Pasaron unos instantes en los que ninguno de los dos hablamos. Yo me observaba las palmas de las manos, tenía dos quemaduras que las cruzaban de abajo a arriba. No eran graves, pero cuando me terminara de relajar, seguro que me escocían de lo lindo.

–Antes de que se consuma la ropa que acabo de echar –dijo Kira rompiendo el silencio y cambiando de tema –habrá que apagar el fuego. Sino al final acabaremos por asfixiarnos.

Estaba de acuerdo con ella, pero no me gustaba la idea de volver a sumirnos en la más absoluta oscuridad. Suspiré tratando de ralentizar el ritmo de mi corazón que aún palpitaba alocado dentro de mi pecho.

–No parece que huela mucho aún –le dije yo, tratando de ganar algo más de tiempo. No temía a la oscuridad, pero cuando volviésemos a estar envueltos en ella, regresaría la desesperación y no quería que eso ocurriese.

–Tienes razón –me contestó Kira olisqueando el aire y elevando la mirada hacia el techo. –¿Qué coño es eso?

Alzó su mano y señaló algo en lo alto. Yo seguí la dirección que marcaba su dedo extendido y vi una rejilla de medio metro de anchura y altura.

–El conducto de ventilación –le contestó Jon Sang desde el otro lado de la sala con una amplia sonrisa en el rostro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

BRAVO,VIVA.....Me quito el sombrero,si señor....Ostias que peazo de entrada...Maestro,hoy te has lucido como un campeon....Ha salido la bestia que Max guarda en su interior,el instinto asesino ,dispuesto a lo que sea con tal de sobrevivir,el animal acorralado y el odio y la ira, que el ser humano lleva dentro....genial,me ha encantado....

Anónimo dijo...

Simplemente genial

Saludos,