domingo, 6 de mayo de 2007

Día 17 - Tercera Parte

Los tres nos reunimos alrededor de la lumbre oteando las alturas. El techo no era muy alto, estaría a unos dos metros y medio de altura. La rejilla no era muy ancha, pero lo suficiente como para pasar. Era una posibilidad y en aquella situación, cualquier posibilidad era bienvenida. Además, si el humo no se había acumulado en el almacén, era porque el sistema de ventilación no estaba obstruido.

Jon Sang, ya recuperado del todo, cogió una de las piezas metálicas y la envolvió con una camisa blanca. La colocó sobre el fuego hasta que esta prendió. Alzó el brazo acercando la llama de la improvisada antorcha a la rejilla y los tres observamos con atención y esperanza. Las lenguas de fuego lamieron el acero inoxidable y al momento giraron siguiendo la corriente, tragadas dentro del conducto. Si había corriente, estaba claro que había una salida.

–Vamos, ayúdame con eso –me dijo Jon Sang entregando la antorcha a Kira y acercándose a una de las estanterías metálicas. Entre los dos la arrastramos hasta colocarla debajo de la entrada del conducto de ventilación. La sujetó con fuerza y me dijo: –Ahora sube y mira a ver si puedes quitar la rejilla.

Asentí, apretando los labios y observando la pieza metálica con preocupación. Era más fácil decirlo que hacerlo, siempre lo era...

Sujetándome con fuerza a los estantes, ascendí con cuidado. Kira se colocó al otro lado de la estantería y con la mano que tenía libre hizo fuerza para mantenerla quieta. Cada vez que hacía fuerza para subir otro estante, sentía como el armazón temblaba bajo mi peso. Aguantaría, pero la base no era muy amplia y era fácil que se venciera. Con tranquilidad y sumo cuidado, seguí subiendo hasta llegar a la cumbre. Me di cuenta entonces que para alcanzar el techo tendría que soltar las manos y aguantar únicamente con los pies.

Antes de soltarme, eché un vistazo a la rejilla y comprobé que estaba atornillada al techo por cuatro tornillos de estrella.

–Está atornillado –informé a los de abajo, alzando una mano y tratando de girar con los dedos una de las pequeñas piezas metálicas. No pude, estaba demasiado apretada.

–¿Qué clase de tornillos? –inquirió Jon Sang con prisa.

–De estrella.

–Vale, aguanta un momento, ahora vuelvo... –sin darme oportunidad a rechistar, soltó la estantería y se marchó hasta una de las que seguían estando contra la pared. Yo haciendo fuerza con la mano contra el techo, guardé el equilibrio.

Jon Sang agarró la caja de herramientas que había en un estante y tras dejarla caer sobre el suelo embaldosado la abrió. Rebuscó durante unos segundos hasta que encontró lo que quería. Regresó hasta mi lado a la carrera y me alcanzó un destornillador con mango de goma.

–Mira a ver si esto te sirve –dijo a la vez que yo se lo quitaba de la mano y me agarraba rápidamente a la estantería al sentir que me caía.

Respiré profundamente y volví a alzar la mano, esta vez empuñando la herramienta. Mi mano temblaba y tenía problemas para atinar con la punta en la cabeza del tornillo. Entre la postura que tenía: un pie en un estante, la punta del otro en el estante superior, la mano izquierda, plana contra el techo, haciendo fuerza para aguantarme, el cuerpo inclinado hacia detrás y con la mano derecha tratando de atinar en el tornillo; y los continuos golpes contra la puerta metálica que no cesaban, me resultaba muy difícil concentrarme.

En los casi dos días que llevábamos encerrados en aquel almacén, oscuro y húmedo, no habían dejado de golpear la puerta. Seguían siendo varias manos las que golpeaban con fuerza pero sin eficacia. Estaba demostrado que los post-mortem no se cansaban nunca, o por lo menos, sus niveles de resistencia estaba muy por encima de los de un simple ser humano (vivo, claro está).

Por fin, atiné y haciendo acopio de todas las fuerzas que pude, giré y giré el tornillo hasta que este cayó al suelo, tintineando sobre la baldosa blanca.

–¡Bien! –exclamó Jon Sang animado.

–Sí, sigue así –me instó Kira con una cálida sonrisa en el rostro. Bajo sus grandes y preciosos ojos, habían aparecido dos ojeras oscuras. Su rostro parecía más delgado y los pómulos sobresalían más de la cuenta. Quizá solo fuera el efecto de la mala iluminación y las llamas danzantes, pero parecía estar llegando al límite de sus fuerzas.

Yo, en cambio, me sentía bastante bien. El estómago no me dolía y las nauseas habían desaparecido. Lo único que me molestaban eran las quemaduras de las manos, pero no era más que un lejano rumor que no llegaba a desconcertarme lo más mínimo. Debía ser efecto de la adrenalina que había segregado mi cuerpo cuando me entró aquel ataque de locura y destrocé la cabeza de JB. No quería ni pensar en como me iba a sentir una vez el efecto desapareciese... Incluso el tobillo parecía no doler lo más mínimo, a pesar de que lo sentía inflamado.

Terminé con el último tornillo de la rejilla y esta se deslizó del hueco y gracias a que aparté el rostro a tiempo evité que me golpeara. Cayó al suelo con un estruendo.

–Bien hecho –me felicitó mi compañero.

–Vamos a ver si hay una salida de esta mierda de agujero... –dije, más para mí que para ellos y agarrando los dos extremos del oscuro agujero, me aupé, no sin dificultad, hasta tener medio cuerpo dentro. –¡El conducto es lo suficiente ancho para pasar! –les informé gritando –¡Puedo sentir la corriente de aire!

Me deslicé por el estrecho túnel de paredes metálicas que se abombaban y quejaban bajo mi peso pero no cedían. Casi no había avanzado nada cuando me quedé completamente a oscuras. Apretando mi brazo todo lo que pude contra mi cuerpo, alcancé el bolsillo de mi pantalón y saqué el mechero. Lo sujeté un palmo frente a mi rostro y encendí la llama. Me atacó una oleada de claustrofobia y sentí como mi corazón se aceleraba y el sudor comenzaba a aflorar por mi frente.

–Relájate, Max, no seas capullo –me susurré a mí mismo, respirando profundamente.

Una vez dominé mis nervios, comencé a moverme en la única dirección en la que se podía ir, que obviamente coincidía con la dirección que seguía la corriente de aire.

Escuché como subía otro por la estantería y se aupaba dentro del conducto.

–Te sigo, Max –me llegó la voz de Kira, rebotando por las estrechas paredes metálicas.

Seguí arrastrándome unos metros hasta que tuve que apagar el mechero porque se había calentado demasiado. Vuelta a la oscuridad. Todas estas experiencias van a acabar creándome una fobia a la oscuridad.

Algo pequeño y escurridizo me rozó el antebrazo. Lo aparté con rapidez y esperé en silencio. Podía escuchar como pequeñas y delgadas patitas correteaban sobre el panel metálico. Supuse que se trataba de una cucaracha o insecto similar. Preferí no encender la luz para comprobarlo.

–¿Ocurre algo? –preguntó Kira tocándome la pierna con su mano.

–No.

Sin decir más, continué hacia delante, la única dirección que se podía seguir.

Alcancé un hueco en el suelo, cerrado con una rejilla como la anterior. Eché un vistazo hacia abajo y pude ver el interior del local. Habíamos salido del almacén y entrado en el techo sobre la tienda. Al menos dos docenas de oscuras sombras se movían entre las estanterías de productos. Todo estaba oscuro, lo que me sugería que era noche cerrada. Me volví hacia detrás y susurré lo más bajo que me permitió mi voz:

–Silencio.

Después continué avanzando.

Entonces escuché como las tripas me rugían y como una sensación de vacío me llegaba desde el estómago. Tenía la boca seca y pastosa. Los brazos me dolían y las palmas de las manos me escocían. El tobillo comenzó a palpitar dolorido. Y sentí como un cansancio extremo se apoderaba de mi mente. Tenía ganas de dormir, de descansar.

Por fin, alcancé el final del conducto, bloqueado por otra rejilla de similares características.

–He llegado al final –susurré a los que me seguían por detrás.

Intenté empujar la pieza metálica pero estaba bien sujeta a la pared. Los tornillos, como en las otras, estaban por la parte exterior y mi mano no cabía entre las rejas.

¿Y ahora qué?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Magnifico.
Estas ultimas 4 entradas,son la leche....
Me encanta porque de una entrega a la otra,no pierdes ni el ritmo ni decae la tension...
Maestro,eres un crack.Sigue asi,que nos tienes pendientes.Saludos.