jueves, 3 de mayo de 2007

Día 17 - Primera Parte

Vimos como la luz volvía a entrar por la rendija entre la puerta y el suelo y después, vimos como desaparecía de nuevo. ¿Eso quería decir que llevábamos dos días en aquel almacén? No. No eran dos días. Entramos por la tarde... sí. Entonces aún no eran dos días. Pero no quedaba tanto para que fuera así.

Se me estaba haciendo eterna la espera. ¿Espera? ¿A qué estaba esperando, a escapar o a la muerte? ¿Era posible que subconscientemente me hubiese rendido ya... tan pronto? Era fácil desesperarse en aquella situación y yo no era ningún superhombre. La continua oscuridad. La monótona banda sonora de los últimos días. La falta de agua y comida. Era fácil caer en la desesperación.

Ayer, después de dormir una reparadora siesta, tras haber hablado con Jon Sang. Volví a encender una pequeña lumbre para registrar los rincones de la sala de nuevo. Como no encontramos nada, optamos por abrir las cajas que había en el rincón más alejado. La mayoría estaban llenas de ropa nueva y lista para vender y una de ellas contenía artículos de informática, también para la venta. Nada que pudiéramos utilizar.

El tobillo me molestaba, pero menos. Parecía que todo aquel reposo me estaba sentando bien. Era irónico. Ahora, en los momentos más desesperados a los que me había enfrentado desde que comenzara toda esta pesadilla, tenía tiempo para recuperarme de mi lesión. A la vida no le falta ironía...

Kira seguía estando débil. Toda la sangre que había perdido en el ataque de la bestia voladora la había dejado para el arrastre. Y la falta de comida no era la mejor situación para que recuperase fuerzas.

Jon Sang era otro tema. No parecía molesto por la deshidratación y la falta de alimento. Era un superviviente, sin lugar a dudas. Seguramente tenía que ver con su buena forma física que ahora comenzaba a deteriorarse pero que desde que le conocí había sido la mejor. Sin embargo, no lo escuché quejarse ni una sola vez.

El que no dejaba de quejarse, si bien de manera inconsciente, era JB. Sin embargo, hacía unas horas que sus quejidos y delirios se habían mitigado un poco. Parecía estar llegando al límite de sus fuerzas. No me gustaba un pelo.

–Max –la voz de Kira me llamó.

Me arrastré hasta el lugar de donde venía su voz y cuando, tanteando la oscuridad, encontré su brazo extendido, me acomodé a su lado.

–¿Si?

–Quería decirte algo –me susurró en un hilo de voz casi inaudible.

No dije nada, esperando a que continuara. Aun así, sentí como volvía a aparecer aquella sensación de nervios en mi vientre. Últimamente cada vez que hablaba con ella me ocurría lo mismo. Era una sensación que me desconcertaba y a la vez me atraía.

–Quería que supieses que –se interrumpió. Parecía estar buscando las palabras correctas para expresar lo que sentía –...que estoy convencida de que lo nuestro habría sido muy bonito.

Abrí los ojos sorprendido. No esperaba escuchar aquellas palabras de la fría y dura Kira. Parecía estar pasándolo muy mal. La desesperación debía de haberla atrapado sin piedad. Realmente estaba convencida de que íbamos a perecer allí. Negué con la cabeza. Me negaba a aceptar que aquel fuera nuestro fin... mí fin.

–No sigas... –le susurré acercando mis labios a su oreja.

Ella giró su cabeza y sentí como nuestras narices se rozaban ligeramente y como su aliento me golpeaba en el rostro. Respiraba de manera agitada, estaba nerviosa.

–Vamos a sal... –no pude acabar la frase. Me tuve que interrumpir cuando sentí que sus labios se unían a los míos y nos fundíamos en un beso. Un largo y apasionado beso. Fue dulce y delicado. Nuestras lenguas danzaron al unísono. Y a pesar de la sequedad de nuestras bocas, sentí su lengua suave y agradable contra la mía. Fueron los minutos más agradables de las últimas semanas, llenas de peligro, monstruos y heridas.

¿Cuanto tiempo hacía que no besaba a una mujer? Demasiado tiempo.

Me dejé llevar por la pasión en lo que pareció una eternidad, hasta que al fin nos separamos. No dijimos nada. No hacía falta. Con aquel beso quedaba todo hablado. Nos sentamos el uno al lado del otro, ella apoyó su cabeza sobre mi hombro y dejamos que pasara el tiempo, saboreando aquel dulce gusto en el paladar.

Respiré profundamente, sintiendo una alegría y paz interior que no había sentido en muchos años. A pesar de todo lo que ocurría a mí alrededor, de la situación tan desesperada en la que nos encontrábamos, me sentía bien.

Y entonces, me percaté de un detalle que me pareció curioso cuanto menos. Solo podía escuchar los golpes contra la puerta metálica. No había nada más.

JB había dejado de emitir quejidos. De hecho, no lo escuchaba moverse. El momento había llegado.

–¡Jon Sang! –llamé a la vez que me levantaba dejando a Kira sorprendida.

–¡Ya, ya lo sé! –me contestó él desde el otro lado de la sala. –Vamos a necesitar algo de luz.

Yo asentí, si bien ninguno pudo verme, y caminé a tientas hasta la estantería del fondo donde aún quedaban papeles. Después arrastrando las manos por el suelo de cemento, me moví hacia el centro de la estancia hasta el lugar en donde estaban las piezas metálicas formando un círculo. Dejé allí los papeles, rotos en trozos más menudos y les prendí fuego.

Pronto iluminaron todo el almacén y se consumieron. Antes de que el fuego se apagara. Cogí varias prendas de ropa de las cajas de la esquina y las eché al fuego. Estas se consumían más despacio que el papel, pero desprendían un humo más oscuro y denso. Habría que arriesgarse, no quedaba otra alternativa.

Kira y yo nos acercamos a Jon Sang que estaba inclinado sobre su compañero que ahora estaba en completo silencio e inmóvil.

–¿Qué le ocurre? –preguntó ella sujetando mi brazo al ver que me acercaba mucho.

–No respira –nos informó Jon Sang –y tampoco encuentro pulso.

Nos miraba con los ojos desorbitados. Su expresión no tenía nada de tristeza, era el rostro de alguien aterrorizado por lo que iba a ocurrir.

–Aléjate de él –susurró Kira.

–Si, creo que deberías alejarte de él –estuve de acuerdo y le insté –¡Vamos!

Jon Sang hizo mención de levantarse pero una rápida y ágil mano, fría y pálida por otro lado, le agarró del cuello con fuerza, asfixiándolo y manteniéndolo cerca. Nuestro compañero se dio el susto de su vida, su rostro perdió el color y sus ojos parecieron salirse de sus cuencas. Trató de gritar pero no fue capaz. La tenaza que tenía sobre su garganta no se lo permitió.

Kira y yo dimos un paso atrás, asustados, al ver como los ojos de JB se abrían para mirarnos. Su mirada ya no era la de un fanfarrón prepotente, había perdido todo el brillo y la vida. Sus ojos eran fríos como los de un tiburón y acechantes como los de una serpiente. Y nos miraba con deseo...

2 comentarios:

Korvec dijo...

Que membrillos mira que dejar que se reanime...

La situación parece un tanto complicada, aunque aun no se les ha ocurrido registrar el techo, que en muchos casos suele ser "falso techo" o buscar conductos de ventilación.
Sigo diciendo que el prota no es un tipo tan duro. Sino, ya se hubiera cargado a JB cuando deliraba.

Bueno, veamos como siguen las peripecias.

Anónimo dijo...

De acuerdo con Korvek...Deberian revisar el techo...
Y en cuanto a JB...¿no hay nada con que atizarle en la sesera? un teclado de ordenador,el fusil a modo de maza,algo....
O haberlo atado ,aunque hubiera sido con las prendas de las cajas...
Va,que me tienes ansioso....
Un saludo