jueves, 10 de mayo de 2007

Día 17 - Quinta Parte

Alguien me dio unos golpecitos en el hombro sacándome de un profundo pero incómodo sueño. Abrí los ojos y me encontré con el desmejorado rostro de Jon Sang observándome con un gesto de preocupación.

–Creía que te habías muerto –me dijo sonriendo –no te despertabas...

–No... –no pude seguir al tener la boca demasiado seca y tosí sintiendo la garganta irritada como si me hubiera tragado papel de lija.

–Toma, bebe un poco.

Jon Sang me alcanzó una botella de plástico llena de fresca agua. La verdad era que no estaba muy fresca, debía estar a temperatura ambiente, pero a mí me sentó como si la acabara de sacar del congelador.

Miré a mi derecha, donde habíamos dejado a Kira, pero no estaba. Mi compañero se percató y se dio prisa en explicarme que había encontrado unos cuantos apartamentos con las puertas abiertas y había montado nuestro refugio en uno de ellos. Después había llevado a Kira hasta allí. Y ahora me tocaba a mí.

Jon Sang no dejaba de sorprenderme.

Me ayudó a levantarme y sujetos del brazo nos marchamos escaleras arriba hasta el primer piso. Una vez en el rellano, me indicó cual era la puerta. Entramos y nos encontramos a Kira, comiendo sentada en un cómodo y muy amplio sofá.

–Hola, Max –me saludo con una cálida sonrisa mientras masticaba un bocado de pan.

–Hola –respondí yo aún con la boca seca.

Me dejé caer en el sofá junto a ella y quitándole la botella de agua a Jon Sang di otro largo trago. Después me dejó una lata de alguna clase de pescado en conserva. Yo la abrí y comencé a engullir su contenido con las manos sin molestarme de conseguir cubierto alguno. Tenía tanta hambre que podría comerme una vaca entera.

–¿No hay más? –inquirí pensando en lo que me gustaría poder hincarle el diente a un buen asado de carne.

–Sí, pero llevamos un par de días sin comer nada –me contestó Jon Sang apoyado en el quicio de una de las puertas que daban al salón –es mejor que no nos pasemos o nos puede dar un empacho.

Yo sabía que tenía razón, pero eso no evitó que sintiera un momentáneo y fugaz ataque de ira. Apreté los labios, cerré los ojos y respiré profundamente. "Tiene razón, escúchale o morirás empachado..." pensé tratando de relajarme. Jon Sang no pareció darse cuenta de mi reacción y se marchó diciendo:

–Voy a echarme un rato, necesito descansar...

–Descansa bien –le dijo Kira sonriente.

¿Por qué le sonreía? ¿Habría pasado algo en el rato en que yo había estado durmiendo en el portal y ella y Jon Sang habían subido al piso?

–¿Te pasa algo? –inquirió Kira. Me había quedado con un trozo de pescado, en la mano, a medio camino de mi boca. –¿No te gusta?

Asentí metiéndome la comida a la boca y tragando casi sin masticar. Bebí otro trago de agua y sentí como el líquido bajaba por mi garganta y caía en mi estómago que ya había dejado de quejarse por el vacío que había sufrido durante los pasados dos días.

–¿Te encuentras mejor? –le pregunté tratando de cambiar de tema y distraer mi mente que ya, un poco más recuperada, volvía a desvariar y a desconfiar.

–Sí, estoy mucho mejor. ¿No me lo notas?

La verdad era que sí que lo notaba, pero aún dudaba de que lo que veían mis ojos era realidad y no una alucinación. Había visto tantas veces, en mi mente, el momento en que me metía algo de comida a la boca, que ahora que ocurría de verdad, seguía sin estar seguro de que no fuera un sueño. Las mejillas de Kira habían recuperado algo de color y las ojeras no eran tan profundas. Se había vestido con una camiseta limpia de color azul oscuro y unos pantalones vaqueros limpios también. Se había lavado la cara y peinado el cabello. Estaba deslumbrante... o era la luz que entraba por la ventana justo tras ella. Fuera como fuese, parecía brillar ante mis ojos maravillados.

Terminé de comer y descansé la espalda en el respaldo del cómodo sofá. Kira se acercó hasta pegarse a mí y entrelazó nuestros dedos. Era una situación de lo más extraña. Hacía mucho tiempo que no sentía a una mujer tan cariñosa pero la situación no parecía ser la más propicia para ello. A pesar de todas mis reticencias y dudas, no dije nada y simplemente disfruté del aroma que ascendía de su cabellera y del calor que me daba su cuerpo.

–¿Cómo crees que estarán los otros? –me preguntó en un susurro.

–Pues no lo sé...

–Espero que estén bien.

–Yo también.

Carla me vino a la cabeza como si un dardo venenoso se me hubiera clavado en el corazón. Las penurias de estos días me habían hecho olvidar a los otros. Era cierto que deseaba que estuvieran bien, sobre todo El Cirujano y Carla, la pequeña y dulce Carla. Confiaba en que su compañero, El Cirujano, esté cuidando de ella como si fuera su propia hija.

–¿Crees que aún nos esperaran en el punto de reunión?

–No lo sé –contesté preguntándome lo mismo: Si han llegado, ¿nos esperarán?

–¿Tu lo habrías hecho?

Aquella pregunta me llegó como un mazazo en la cabeza. No supe que contestar. Abrí la boca pero me quedé en silencio, sin saber qué decir. Si era sincero, le sentaría mal, por supuesto, pero si mentía... no quería mentirle a Kira, a ella no. ¿Pero qué podía hacer? Quizá la verdad no fuera lo más apropiado en aquella situación.

Kira apartó la cabeza para poder mirarme a los ojos. Tragué saliva y traté de mantener su mirada. Pero era muy penetrante y pasados unos segundos, aparté la mirada, tratando de disimularlo bebiendo un trago de agua de la botella de plástico.

Me agarró de la barbilla y obligó a mirarle. No me resistí. Que sea lo que tenga que ser.

–No te preocupes, –me dijo –yo tampoco habría esperado...

¡Joder!

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