viernes, 11 de mayo de 2007

Día 17 - Sexta Parte

Utilizamos todo aquel día para comer, beber agua y dormir. No hicimos otra cosa que descansar. Nuestros cansados cuerpos lo agradecieron mucho. Mi tobillo lesionado perdió la hinchazón. Después de varias comidas y de beber mucha agua me volvía a sentir con fuerzas. Incluso las magulladuras y cortes que surcaban mi cuerpo parecían perder protagonismo y el dolor se atenuó hasta hacerse casi imperceptible. Era la primera vez que me había enfrentado a una situación como aquella y me sorprendió lo importante que era una buena comida para sentirse bien, incluso de ánimo. Aquellos pasados días en los que habíamos ayunado obligatoriamente y, encima, habíamos tenido que hacer esfuerzos físicos que, aún con los estómagos llenos, nos habrían exhaustado, me habían servido de lección. El límite de las fuerzas del ser humano estaba mucho más lejos de lo que cualquiera creería. Me alegraba mucho de tener aquel paréntesis en el que poder descansar y recuperar fuerzas, pero ahora sé que podría haber aguantado unos días más, si hubiera hecho falta. A pesar de creer que me estaba muriendo, aún me quedaba mucho para perecer.

Comimos cinco veces, pero en pequeñas cantidades. El agua también la tomábamos espaciada, pero al final nos bebimos toda la que había encontrado Jon Sang en los apartamentos; casi nueve litros. Además, dormimos largo y tendido. No lo hicimos de tirón, pero, en periodos de tres horas, se puede decir que nos pegamos el día entero durmiendo. Aún así, seguimos haciendo guardias. La persona encargada de vigilar, bajaba hasta el último tramo de escaleras y sentándose en la parte más alta, casi en la última escalera, oteaba la puerta de cristal del portal. Cada hora y media, terminaba la guardia y despertábamos al siguiente. De este modo, todos dormimos y vigilamos lo mismo.

El sol brilló potente durante todo el día, caldeando el aire y subiendo las temperaturas. Yo también me había cambiado de ropa y me había puesto una camisa y unos pantalones nuevos que había encontrado en uno de los armarios de nuestro nuevo escondrijo. Me había lavado y peinado y ya volvía a parecer un ser humano. Sentía el aire seco y cálido entrando por las rendijas del portal, como el aliento de una bestia del inframundo, mientras vigilaba desde las escaleras el pequeño trozo de calle que tenía a la vista, frente al edificio en donde nos escondíamos.

Pensaba en Carla y en El Cirujano. ¿Estarían bien? ¿Habrían conseguido llegar hasta el punto de encuentro? ¿Nos estarían esperando aún? Todas aquellas dudas se agolpaban en mi mente. Pero ahora, sintiéndome mucho mejor, más vivo, con más ánimo, sabía que si no estaban esperando, los encontraríamos de todos modos. Yo sabía que El Cirujano, en caso de tener que tomar una decisión precipitada, optaría por seguir nuestro plan original y si hacía falta se marcharía con Carla, los dos solos, de camino a la capital del planeta. Si no los encontrábamos en el punto de encuentro, yo sabía que los podría encontrar en el destino final. Todo dependía de que mi compañero, hubiera podido mantenerlos con vida. Estaba seguro de que los encontraría.

Sentí la necesidad de fumarme un pitillo.

Me levanté y subí hasta el segundo piso en donde Jon Sang me había dicho que uno de los apartamentos estaba abierto. Entré en la silenciosa y oscura casa. Las persianas estaban bajadas y solo rendijas de luz entraban en las habitaciones. Los rayos de sol cruzaban las sombras abriendo brechas entre las tinieblas. Entre los haces de luz, danzaban pequeñas motas de polvo en un baile sin fin. Me dirigí hasta el salón, una amplia estancia con los muebles de costumbre. Busqué el armario de las bebidas y lo abrí. Allí encontré botellas de licor empezadas, pero destinadas a pasar la eternidad sin ser vaciadas. Agarré una de whiskey y para mi sorpresa encontré un paquete de cigarrillos entero junto a las botellas. También me lo llevé.

Regresé hasta mi lugar de guardia y tomé asiento en las frescas escaleras. Me coloqué un cigarrillo en la boca y lo encendí. Después de tantos días sin probar mi único vicio, me supo como la golosina más deliciosa que un niño pueda comer. Después, desenrosqué el tapón de aluminio de la botella de licor y me di un trago generoso. El ardiente líquido corrió por mi garganta. A medida que entraba en mi cuerpo, sentí como una calidez se apoderaba de mi ánimo, haciéndome sentir incluso mejor.

–Vaya fiesta que te estás montando –susurró una voz a mi lado.

Me volví sobresaltado y me encontré a Kira, acuclillada a mi lado. Su rostro, más bello y deslumbrante que nunca enmarcado por sus largos cabellos negros que le caían sobre los hombros lanzando destellos y sus intensos ojos verdes me llenaban de una sensación, algo desconcertante, que aceleraba mi ritmo cardiaco y me atenazaba las entrañas.

Le ofrecí la botella. Ella la cogió y, tras tomar asiento junto a mí, se echó un largo trago a la boca.

–Te sentará bien –le dije, si bien me di cuenta después que no habría hecho falta decir nada, lo sabía de sobra.

Le di una calada al cigarro y exhalé el humo por encima de nuestras cabezas.

Kira me miró. Parecía desear decir algo, pero se mantuvo en silencio. Un momento después me quitó el cigarro de los labios y le dio una calada larga. Deduje que no era la primera vez que lo hacía por la expresión de placer que adoptó su rostro durante un breve segundo. Después me devolvió el pitillo y dijo:

–Hacía mucho que tenía ganas de una calada.

–¿Antes fumabas?

–Sí.

–Se nota.

Ella asintió con la cabeza dedicándome una dulce e irresistible sonrisa.

–¿Te encuentras mejor? –inquirí algo inquieto por su intensa mirada.

No me contestó. Sin embargo me quitó el cigarro y lo tiró al suelo aplastándolo después bajo la suela de su zapato. Agarró la botella y la dejó a un lado. Después tomó mi rostro entre sus manos y acercó sus labios hasta los míos. Vi como sus mejillas estaban sonrojadas, sus ojos brillaban y respiraba aceleradamente. Podía sentir el temblor de sus manos en mi rostro. No era muy difícil saber lo que estaba pensando, lo que estaba deseando. Yo deseaba lo mismo.

Nos fundimos en un apasionado beso. Nuestras lenguas danzaron al unísono, mezclándose hasta tal punto que llegó un momento que no pude distinguir cual era la suya y cual era la mía. Mis manos le acariciaban el cuerpo, rozando su suave y cálida piel allá donde no estaba cubierta por prenda alguna.

Sin dejar de besarnos, ascendimos hasta la planta superior y nos tumbamos en el frío y duro suelo embaldosado del entresuelo. Con una mano hundida entre sus cabellos le sujetaba la cabeza y con la otra recorría todo su cuerpo sintiendo como se convulsionaba bajo mi tacto.

Me deshice de la camisa y ella me besó el pecho y el abdomen como si lo tuviera recubierto de algún dulce manjar que la desquiciara. Yo le quité la camiseta y admiré sus voluptuosos pechos con deseo.

Cubierto por su mar de cabellos azabaches hundí mi rostro entre sus pechos acariciando con mi lengua todos aquellos lugares que quería saborear. No pudiendo alcanzar todo su cuerpo al mismo tiempo, ejercité mis dedos, de manera suave pero firme para poder alcanzar todos los centros de placer de aquella mujer que tanto me deseaba y a la que tanto deseaba. Ella me mostraba los lugares prohibidos que quería que yo acariciase a la vez que yo conducía sus dedos hasta los lugares que a mí me hacían sentir un poco más cerca del paraíso.

Poco después nos despojamos de toda la ropa fundiendo nuestros desnudos cuerpos en fuertes abrazos y suaves caricias. Recorrí cada centímetro de su piel con mis labios, no queriendo desperdiciar ni un pequeño hueco de aquel sensual cuerpo que se me ofrecía. Kira quería que la devorara, que la tomara. Me daba su cuerpo y su ser y yo lo tomé excitado, sintiendo como el corazón galopaba dentro de mi pecho como un caballo desbocado.Nuestros sudorosos cuerpos se unieron de la única manera en que dos personas se pueden llegar a fundir en un solo ser. Mezclados en cuerpo y alma. Nuestros cuerpos y nuestras mentes se movían en un único ritmo, grandioso, divino. Sentimos un placer que no era de este mundo, que estaba más allá de todo lo mundano, pero que, estando juntos, estaba a nuestro alcance.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

cojones, nuestro personaje mojando.
pero a ver si les pillan a mitad del tema. a ver que hacen las bestias, si son tan listas XDDDD

salu2.Shephard

Anónimo dijo...

Y es que la jodienda,no tiene enmienda...
Hechos polvo,rebentados,a punto cascarla y les pones una churri delante y por muy duros que sean,todos caen...
Bien,se lo tenian merecido...
Si se acaba el mundo,que nos pille hartos de to...