jueves, 24 de mayo de 2007

Día 17 - Décima Parte

Las borrosas figuras se iban definiendo a medida que se acercaban con paso titubeante.

–Nos han visto –dijo Carla asustada colocándose detrás mía.

Jon Sang me miró con mirada inquisitiva y yo asentí. Dejamos caer el cuerpo envuelto junto al muro de la estación y nos ocultamos en la oscuridad del interior, sacando la cabeza para observar a los que se acercaban.

–Ves a dentro y avisa a los demás –le dije a Carla.

Ella se marchó corriendo desapareciendo en la oscuridad. Después apareció de nuevo iluminada por los fluorescentes de la sala de espera y vi como hablaba con El Cirujano. Este me miró desde lo lejos con lo que me pareció una sonrisa. Este tío es increíble, pensé, todo parece divertirle. Era como si considerara todo un juego de video consola en el que podías perder varias vidas antes de perecer.

–Quédate vigilando –le dije a Jon Sang y sin esperar una respuesta regresé a la sala de espera. –¿Qué piensas?

El Cirujano me observó durante unos instantes, los ojos brillantes y la sonrisa permanente en sus labios.

–Pues pienso que ahora empieza lo divertido.

–No sé si te das cuenta de la situación en la que estamos.

–Sí. Pero aún así, apostaría mi hígado a que saldremos de esta con vida.

–¿Y qué te hace estar tan seguro? –me estaba poniendo de los nervios. No teníamos tiempo para acertijos, si tenía algo pensado, que lo soltara cuanto antes… –¿Tienes un plan?

Asintió.

–¿Y cuál es? –mi voz iba aumentando de volumen a la vez que mis nervios se crispaban cada vez más.

–Tú dame unos minutos y yo te aseguro que os sacaré de aquí de una pieza.

¿Podía fiarme de él? Aún dudaba de ello. A pesar de haberme salvado la vida en múltiples ocasiones y de no haberme traicionado ni una, seguía sintiendo cierta incertidumbre sobre él. Por naturaleza, no quería fiarme de nadie, no me gustaba que mi vida estuviera en manos ajenas. Luego, además, conocía sus antecedentes; era un psicópata, estaba encarcelado por ser un asesino en serie. ¿Podía poner mi vida y la de todos nosotros en sus manos?

Pasaron unos segundos en los que yo me debatía internamente y él esperó pacientemente como si supiera exactamente lo que estaba pensando y quisiera darme el tiempo necesario para tomar la decisión correcta. Desde luego no era tonto. Sería lo que fuera, pero tonto no. En aquel momento, cualquier apremio por su parte podía haberme hecho sospechar. Sin embargo esperó pacientemente a que yo llegar a la conclusión que fuera por mi propio pie.

No tardé demasiado en decidirme. Finalmente opté por la confianza. Si bien no total.

–De acuerdo, tienes tus minutos.

Sin esperar más, salió de la sala de espera y se internó en la oscuridad del garaje no sin antes llevarse consigo una linterna. Cuando se hubo marchado, me acerqué a Kira y le susurré:

–Busca una salida por el otro lado –Irina se acercó a nosotros –tú ayúdale. Cuando la encuentres ven y avísame. –Me volví hacia Carla y le dije: –No te separes de ellas.

La pequeña asintió con una dulce sonrisa.

–¿Y tú que vas a hacer? –inquirió Kira.

Suspiré frunciendo los labios.

–Intentaré hacer tiempo.

Dicho lo cual me marché por la puerta abierta y las sombras me engulleron. Vi la luz de la linterna de El Cirujano moviéndose por el garaje. Sin detenerme me dirigí hacia la puerta donde Jon Sang vigilaba el exterior con cautela. Me acerqué por detrás de él y le pregunté asomando la cabeza:

–¿Qué tal?

–No muy bien –me contestó él con preocupación en la voz.

El grupo de post-mortem había aumentado a varias decenas y estaba a menor distancia. Calculé que los primeros debían estar a unos treinta metros. A aquella velocidad no tardarían más de diez minutos en alcanzarnos.

–¿Y ahora qué? –preguntó mi compañero.

–José necesita que le demos tiempo.

Jon Sang me miró con sorpresa.

–¿Que le demos tiempo? ¿Tiempo para qué? Lo que deberíamos hacer es salir de aquí a toda hostia.

–Dice que tiene un plan.

–Como sea tan buen plan como el de cargarse a Francoise, estamos apañados…

Detecté rencor en su voz. Si seguíamos por ahí, intuí que nos meteríamos en terreno pantanoso.

–He mandado a Kira y a Irina a buscar una salida por el otro lado, por si acaso.

–Bien. Buena idea.

Volvimos a observar el lento pero constante avance de los post-mortem. Cada instante que pasaba estaban más cerca de nosotros y eran más numerosos. Ahora era capaz de ver a unos cuarenta de ellos. Algunos de ellos mutilados y faltos de alguna extremidad, otros con un aspecto aparentemente normal.

–Bueno y… ¿cómo se supone que tenemos que darle tiempo al pirao?

–Pues, con esto –dije a la vez que sacaba la pistola de mi pantalón y se la enseñaba con una sonrisa.

–No sé… más vale que coja el bate. –Se marchó a la sala de espera y regresó con el bate de aluminio en la mano. Me lo enseñó y sonriendo dijo: –Ahora me siento mejor.

Me reí por lo bajo y Jon Sang me acompañó. Eran risas nerviosas y motivadas más por el miedo que por la alegría.

Los post-mortem estaban ya a unos veinte metros de nosotros. En menos de cinco minutos los tendríamos encima. Lo que no sabíamos era si nos habían visto. En realidad daba lo mismo. Iban a seguir avanzando hacia aquí, nos hubieran visto o no. El sonido del disparo los había atraído y hasta que no encontraran a lo que lo había generado, no se detendrían.

Un ruido por el otro lado de la calle llamó nuestra atención. Nos volvimos hacia allí y vimos otro nutrido grupo de no muertos que se acercaba hacia nosotros y que avanzaba desde la otra dirección por la avenida. Tan concentrados estábamos en los que habíamos visto primero que ni nos habíamos dado cuenta. Nos miramos y me encogí de hombros a la vez que arqueaba las cejas.

–Estamos rodeados –dijo Jon Sang dando voz a lo que yo estaba pensando.

–Sí.

–Tu encárgate de eso y a mí déjame los otros.

Asentí. Centrándonos cada uno en una dirección, no nos interrumpiríamos y además no cometeríamos la terrible equivocación de atacarnos entre nosotros. Nos colocamos espalda contra espalda y esperamos.

Entonces llegó Kira respirando agitadamente con Carla sujeta de su mano.

–No… hay… otra… salida… –dijo entre jadeos.

–¿Qué? –exclamó Jon Sang.

Kira tragó con dificultad y repitió:

–Que no hay otra… salida… bueno… sí que la hay pero… está cerrada con… llave…

Suspiré profundamente viendo como todas mis esperanzas se me escapaban como el aliento salía por mi garganta. Jon Sang se echó a reír detrás mía.

–Joder –susurró.

–Ir a dentro y meterle prisa a José, tenemos que largarnos de aquí YA… –le dije a Kira sintiendo como los fríos dedos del terror recorrían mi cuerpo tratando de apoderarse de mí.

Las dos se marcharon desapareciendo entre las sombras. Metros más allá, pude ver como el haz de la linterna de El Cirujano se movía de un lado a otro. ¿Qué coño está haciendo…?

Los post-mortem seguían avanzando. Estaban cada vez más cerca. Diecinueve metros… dieciocho… quince… doce…

–¿Preparado? –inquirió Jon Sang sin volverse.

…diez…

–No –contesté yo apretando el mango frío de la pistola.

…nueve…

Frente a mi se aglomeraba una multitud que sobrepasaba la cincuentena. La suerte era que no estaban alineados y avanzaban desordenados y con varios metros de distancia entre unos y otros.

…ocho…

Jon Sang se volvió y me tocó el hombro. Me volví y vi que me miraba con una sonrisa resignada.

…siete…

–Ha sido un placer… –me susurró.

…seis…

Me ofreció la mano y yo se la estreché.

…cinco…

–Para mí también.

Estaban ya a nuestro alcance. Levanté la pistola, apunté y apreté el gatillo. El destello apareció un leve instante antes de que la detonación resonara por toda la calle alterando la silenciosa noche.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pero como me dejas asi,madredelamorhermoso...
Ostias,que entrada tan buena,joder.Estoy cardiaco.
Saludos y sigue,campeon.