miércoles, 4 de julio de 2007

Día 18 - Séptima Parte

Las imponentes siluetas oscuras de los altos edificios se acercaban como amenazantes columnas hercúleas construidas por antiguos seres gigantescos para soportar la estructura de un inmenso templo dedicado a un olvidado dios mitológico. El cielo sobre nuestras cabezas, aún completamente despejado, se oscurecía por el este tornándose púrpura. Los rosas y naranjas ya dominaban el cenit y la única zona que se mantenía con un azul brillante y purificador era el lejano oeste.

En poco tiempo alcanzaríamos las primeras edificaciones de la ciudad y descubriríamos en qué estado se encontraba.

Y entonces pude distinguir algo bloqueando la carretera. El Cirujano apoyó una fuerte mano sobre mi hombro y susurró en mi oreja:

–Cuidado.

Yo asentí, pero no aflojé la velocidad del autobús.

Kira y Jon Sang se acercaron hasta la parte delantera del vehículo para ver mejor. Todos observábamos el obstáculo que bloqueaba el camino y que se acercaba a gran velocidad ganando nitidez a cada segundo que pasaba.

Unos minutos después, pudimos, al fin, distinguir de lo que se trataba. No era otra cosa que un coche volcado de lado y cruzado en la carretera. Solo dejaba un pequeño hueco a la derecha para pasar, pero allí había un par de siluetas que poco después, se definieron en dos hombres, armados con fusiles de asalto y que nos observaban con atención.

A medida que nos íbamos acercando fui decelerando hasta detenerme frente a la barricada vigilada por los dos hombres armados. El motor eléctrico del autobús ronroneaba y transmitía un temblor a la estructura que sentíamos en los huesos. Los cuatro, reunidos en la parte delantera del vehículo, observábamos el exterior, expectantes.

Entonces, los dos hombres se acercaron hasta la puerta del autobús y el primero de ellos, la golpeó con los nudillos exigiendo que abriéramos. Eché un vistazo inquisitivo a El Cirujano. Él frunció los labios y se encogió de hombros asintiendo. Tenía razón, llegados a este punto ¿qué otra cosa podíamos hacer sino era abrir la puerta a aquellos supervivientes?

Apreté el botón y la puerta se abrió automáticamente. Los dos hombres armados de la calle dieron un paso atrás apuntándonos con sus rifles.

–Salgan del vehículo, por favor –ordenó el que parecía llevar la voz cantante.

–Vamos –dijo El Cirujano cogiendo su mochila y bajando las tres escaleras hasta el exterior.

Lo siguieron Jon Sang y Kira. Yo esperé a que Carla hubiera bajado y salí el último, portando en las manos el rifle de plasma, apuntando hacia el suelo.

–¿Qué queréis? –preguntó el hombre armado. Tenía una barba de varios días y sus ojos, de un intenso color azul, tenían una mirada cansada y descorazonada. –¿Por qué habéis venido aquí?

Jon Sang me miró y yo asentí.

–Escapamos de Barlenton –explicó Jon Sang. –La ciudad está llena de esas cosas. Pero hemos conseguido escapar. Nuestro plan era ir a la capital.

El tipo miró a Jon Sang, como sopesando sus palabras. ¿O estaba quizá pensando en la manera de exponer algo de la manera más suave posible? Fuera lo que fuese, lo observó durante unos segundos sin abrir la boca. Su compañero, un tipo alto y fornido, nos observaba con desconfianza mientras mordisqueaba un chicle de manera nerviosa.

Por fin se decidió y tras un sonoro suspiro, nos dijo:

–Siento ser yo quien os diga esto pero... la capital está perdida.

–Lo sabía –exclamó Jon Sang pegando una patada al suelo.

–¿Cómo ha ocurrido? –inquirí dando un paso al frente.

–No estamos seguros, pero fue de las primeras en caer. Un lugar con tanta gente aglomerada es un festín para un virus.

Eché un vistazo más allá de la barricada y pude ver a un grupo de personas que se afanaban en la construcción de defensas.

–¿Cómo habéis aguantado vosotros? –pregunté sacando un cigarrillo del bolsillo y encendiéndolo.

–¿Tienes uno para mí? –preguntó el tipo alto y fornido. Le entregué uno y tras escupir el chicle al seco suelo, lo sujetó entre los labios. Le di fuego y aspiró el humo con un gesto de placer en el rostro.

–Somos de la fuerza de seguridad de Ypsilon-6... –nos explicó el otro –bueno... lo que queda de ella... nos retiramos hasta aquí y hemos estado aguantando los ataques como hemos podido. Sois los primeros supervivientes que vemos en mucho tiempo...

No eran buenas noticias, desde luego. Pero sí que era un rayo de esperanza en aquel asqueroso planeta. La idea de aguantar en aquella ciudad hasta que las fuerzas de rescate llegasen se me hacía atractiva. Pero ¿iban a venir fuerzas de rescate? Al fin y al cabo, habían mandado una nave prisión para echar un vistazo. ¿Habrían decidido venir cuando perdieron contacto con nuestra nave o por el contrario habrían pensado que era mejor no acercarse?

–Si queréis podéis quedaros, pero tendréis que echarnos una mano.

–¿Echaros una mano en qué? –preguntó Kira que hasta aquel momento no había dicho nada.

–¿No está claro? –nos miró y al ver los gestos de nuestros rostros lo aclaró –Ayudarnos a defender la ciudad, por supuesto.

–¿Defenderla contra qué? –inquirió Jon Sang.

–¿No has escuchado nada de lo que he dicho, chico? Horda tras horda de bestias mutantes nos ataca día tras día. No sé cuanto podremos aguantar.

Ahora entendía la expresión de su rostro. Sus ojos transmitían desánimo. No veía salida a su situación (salida buena, se entiende). Creía que todos iban a morir allí. O algo peor...

–¿Aún seguir queriendo quedaros? –preguntó el tipo alto, que aún se deleitaba con el cigarrillo que le había cedido, soltando una carcajada.

–Déjanos unos minutos –le contestó Jon Sang mientras nos guiaba hasta la parte trasera del autobús para tener algo de privacidad.

El cielo ya se oscurecía por el horizonte oriental y se tornaba rojizo y anaranjado en el oeste. Unos débiles puntos de luz comenzaban a asomar por el cielo, prometiendo un extraordinario espectáculo nocturno una vez que todas las luces diurnas murieran.

–¿Qué hacemos? –nos preguntó Jon Sang.

En aquel momento, más que nunca, tuve claro lo que debíamos hacer. Estaba seguro de que El Cirujano me daría la razón. Y por supuesto Carla iría y haría lo que yo le dijera. Pero el verdadero problema residía en Kira y en Jon Sang. ¿Estarían de acuerdo con mi plan? Era arriesgado, incluso muchos lo calificarían de suicida, pero sabía que era la única posibilidad de salir de este maldito planeta con vida. Debía conseguir convencerlos. Lo tenía que intentar por lo menos...

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