jueves, 5 de julio de 2007

Día 18 - Octava Parte

Nos reunimos en un círculo, a varios metros de los dos hombres armados, el del bigote y el alto y fornido. Yo seguía sujetando mi cigarrillo con los labios, exhalando nubes de humo azulado sobre nuestras cabezas. Carla, algo desconcertada se quedó detrás mía, sujeta a mi pantalón, mordisqueándose el labio inferior de manera inconsciente.

–¿Qué hacemos? –preguntó Kira.

–¿Qué podemos hacer? –respondió con una pregunta Jon Sang abatido. Tenía el ceño fruncido y una gruesa gota de sudor resbalaba por su sien. La luz moribunda del día creaba dos sombras circulares bajo sus cejas que ocultaban sus ojos confiriéndole un aspecto cadavérico, casi de no-muerto. –Lo sabía, sabía que esto iba a pasar...

Observé a El Cirujano. Tenía la mirada clavada en el negro asfalto de la carretera. Parecía pensativo. ¿Estaría pensando lo mismo que yo? Pronto lo descubriría.

De detrás de la barricada nos llegaban las voces del grupo de personas que se afanaban en la construcción de defensas.

–Espera un momento... –susurró Kira de repente, abriendo los ojos de par en par como iluminada por una idea que le inquietaba. –Si están sufriendo los ataques desde las montañas, que están allí –señaló con el dedo hacia el norte, al otro lado de la ciudad –¿por qué están poniendo barricadas a este lado?

Aquella pregunta me llegó a la mente como si una pelota lanzada por equivocación me hubiera golpeado en la frente. Tenía razón. Defender este lado de la ciudad no encajaba con la historia que nos había contado el tipo del bigote. ¿Qué diablos estaba ocurriendo aquí? ¿Nos habían mentido? ¿Y si era así, por qué invitarnos a quedarnos, en cuyo caso acabaríamos por averiguar la verdad?

–Eso es algo que deberíamos saber antes de tomar ninguna decisión –concluyó El Cirujano antes de que ninguno pudiéramos replicar a las palabras de Kira.

–Sí –dije apartándome unos pasos del grupo y dirigiéndome hacia el susodicho hombre armado. –¿Puedes acercarte un momento?

No se acercó solo, su compañero lo acompañó con el arma preparada. Seguían sin fiarse de nosotros.

–Tenemos una duda, ¿si os atacan desde las montañas, cual es la razón para poner barricadas a este lado de la ciudad? –pregunté con suspicacia sintiendo como aquella agudeza mental de Kira nos colocaba en una mejor posición frente a nuestros interlocutores. Les estábamos lanzando el mensaje de que no éramos tontos, que no podían engañarnos.

El tipo del bigote apretó los labios y dibujó media sonrisa que no tenía nada que ver con la felicidad. Frunció los ojos escrutándonos como si nos mirara a través de la lente de un microscopio. Después, habló con calma y en voz baja:

–Bien, voy a ser sincero. Vosotros no sois los únicos supervivientes que hemos encontrado. Lo cierto es que no hace mucho tiempo nos visitaron un grupo de superviviente que venían desde Barlenton. Venían fuertemente armados y querían nuestros alimentos, nuestra agua y nuestro combustible. Hemos sufrido varios ataques de superviviente en lo que llevamos de epidemia. Cosa que no va a ocurrir de nuevo.

Jon Sang no pareció muy convencido por aquella respuesta.

–Vamos a ver, me estás diciendo que os defendéis contra supervivientes hambrientos y descarriados.

–Hambrientos quizá, descarriados no, pero muy bien armados sí –contestó él.

–Y entonces ¿por qué nos habéis tratado con tanta amabilidad e incluso nos ofrecéis quedarnos aquí? –inquirió sonriente Jon Sang, creyendo que le había atrapado en una mentira.

–Si creyéramos que sois una amenaza, habríais muerto un kilómetro antes de llegar a este punto. Tenemos vigilantes apostados junto a la carretera armados con cañones láser. De hecho, ahora mismo os apuntan cuatro armas automáticas que a la primera señal de peligro os liquidarían en menos de tres segundos.

Jon Sang miró en derredor tratando de descubrir a los que nos apuntaban. Pero no encontró nada. Si era cierto, debían estar muy escondidos o utilizar miras telescópicas desde largas distancias, fuera de nuestro campo visual.

Apuré lo que me quedaba de cigarrillo y aplasté la colilla contra el caliente asfalto.

Nos quedamos en silencio unos segundos, pensativos. En el fondo, todo lo que nos había dicho tenía sentido. En situaciones de emergencia, siempre había quién aprovechaba la falta de autoridad vigente para sacar tajada. Hasta ahora habíamos tenido mucha suerte de no encontrarnos con uno de estos grupos, pero ellos, no habían tenido tanta fortuna.

–Bueno, os dejo para que toméis una decisión. Pero una cosa debéis tener en cuenta: si decidís quedaros, estaréis obligados a ayudar en la defensa de la ciudad, como si fuerais soldados. Recibiréis órdenes que deberéis llevar a cabo con total diligencia. Estamos viviendo tiempos difíciles y debemos adoptar medidas contundentes.

Tras pronunciar su discurso nos dio la espalda y junto a su compañero, se alejó unos metros para cedernos algo de privacidad.

–Esto no me gusta –fue lo único que dijo El Cirujano. Y le entendía. A mí tampoco me gustaba. No había escapado de la prisión para estar bajo el mando de unos soldados que llegado el momento, cuando todo volviera a la normalidad (si es que lo hacía algún día), me volvieran a meter entre rejas.

–Creo que no debemos atarnos a un lugar –dijo Kira –quiero decir, que no me parece buena idea no tener libertad para echar por patas cuando las cosas se pongan feas.

–Estoy de acuerdo contigo –dije serio.

–Sí pero, qué sugerís que hagamos si no, irnos al desierto y esperar a que todo se calme mientras nuestros sesos se fríen bajo el sol –arguyó Jon Sang con un gesto de profunda preocupación.

Ahora llegaba el momento de exponer mis pensamientos. Sabía que El Cirujano estaría de acuerdo con migo y por lo que había dicho Kira, ella sería fácil de convencer, pero ahora el problema era Jon Sang. Si al final no cedía, nos tendríamos que separar. Lo sentiría, había llegado a cogerle cariño, pero no iba a arriesgar mi vida porque él tuviera miedo.

–Creo que deberíamos continuar con el plan original.

–¿Qué? ¿Estás loco? –exclamó Jon Sang. –¿No has oído lo que ha dicho sobre la capital?

–Sí he oído. Pero no importa. Creo que es nuestra mejor baza para salir de aquí.

–Has perdido la cabeza...

–Voto por seguir adelante –dijo Kira con resolución. Miramos a El Cirujano y asintió sin decir palabra.

–Está decidido pues, seguiremos adelante –dije cruzándome de brazos complacido. –Ahora la pregunta es ¿vendrás con nosotros?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena,amiguete...¿ Que coño hara Jon Sang?
Espero que siga con ellos,por que me da de que en la ciudad,estan todos listos,con menos oportunidades que David el gnomo en la NBA...

Paul J. Martin dijo...

Buena comparación... david el gnomo y la NBA, muy buena :)