martes, 3 de julio de 2007

Día 18 - Sexta Parte

Nos tomamos unos minutos para descansar. Pero no queríamos quedarnos más tiempo del estrictamente necesario. Si habían aparecido los cinco lobos mutantes, podían venir más bestias para atacarnos.

Un rato más tarde, El Cirujano y Jon Sang se pusieron a llenar el depósito del autobús que era lo que en un principio habíamos venido a hacer. Kira y yo, con la ayuda de Carla (esta vez no pensaba dejarla sola en el vehículo), nos afanamos en recoger provisiones en la tienda, metiéndolas en mochilas y llevándolas al autobús.

Cuando hubimos acabado entramos todos al vehículo y cerramos las puertas. Dentro el ambiente estaba caliente y cargado. Aún así, preferíamos estar dentro, a salvo, que fuera en la calle donde podíamos sufrir el ataque de cualquier cosa.

Tomamos asiento en un par de filas y comimos un poco.

–Os dais cuenta de que han llegado hasta aquí ¿verdad? –dijo El Cirujano cuando hubimos acabado de comer.

–Sí –asintió Jon Sang.

–¿Creéis que habrán llegado hasta la capital? –inquirió Kira.

–Si han llegado hasta aquí, no me extrañaría –contesté yo sonriendo. No me hacía gracia, pero no pude evitar la sonrisa. Era como si siendo pesimistas pudiéramos adivinar el futuro, irónico cuanto menos.

–Estoy de acuerdo –me dio la razón El Cirujano. –Debemos estar preparados en caso de que sea así.

Nos quedamos en silencio, pensativos. Yo saqué un cigarrillo y lo encendí, saboreando el humo azulado.

–Quizá debamos replantearnos nuestro destino –dijo Jon Sang mirando hacia el exterior.

El calor hacía vibrar la imagen del horizonte como si hubiera un lejano lago que nunca conseguíamos alcanzar.

–¿Y ir a dónde? –pregunté yo dando una calada al cigarrillo.

Jon Sang apretó los labios pero no contestó. Observé a Kira y ella oteaba el exterior también. Parecía tener dudas, como nuestro compañero.

–¿Tú qué piensas? –inquirí apoyando mi mano sobre su hombro.

Se volvió para mirarme a los ojos y sonrió.

–No lo sé. La capital puede que esté llena de no-muertos y después de lo que ha pasado en Barlenton imaginar la misma situación pero diez veces más grande me asusta...

–¿Entonces qué sugieres que hagamos?

–...déjame terminar... los peligros que hemos atravesado en la otra ciudad serían diez veces mayores en la capital. –Volvió a mirar al exterior. –Pero, esto es un desierto. No aguantaríamos ni una semana en este terreno... con pocas provisiones, poca agua... tampoco me parece una buena idea...

–Tenemos que tomar una decisión –dijo El Cirujano con determinación.

Yo asentí. Tenía razón. Nuestro destino tenía que ser fijado en aquel momento. Tomáramos la decisión que tomáramos, debíamos hacerlo ahora y mantenernos firmes. Una vez entráramos a la capital, no habría marcha atrás.

–A lo mejor no han podido cruzar las montañas –dijo Jon Sang como un rayo de esperanza. Su rostro se había iluminado con una amplia sonrisa.

–Es posible, ¿no? –apoyó Kira, también esperanzada por aquella idea.

Miré a El Cirujano y vi que él, a su vez, me estaba mirando. Su expresión no era de esperanza, más bien era de desánimo. Estaba pensando lo mismo que yo, que lo más probable era que la capital estuviera infestada de no-muertos. De hecho, según lo veía yo, aquella ciudad debió de ser de las primeras en caer. Tal y como lo veía yo, y seguramente mi compañero, los primeros heridos (infectados) habrían sido llevados de urgencias a los mejores hospitales, que estaban allí y aquello habría sido lo que habría condenado la ciudad, si es que había ocurrido así. Como he dicho antes, ser pesimista era tan bueno como tener un don para adivinar el futuro, así que prefería seguir pensando de aquel modo. Sin embargo, no quería amargar a mis compañeros y menos aún a Carla. Así que me mantuve en silencio. Lo que ese silencio quería decir era obvio, pero por lo menos no fui yo quien aguó la fiesta.

Di una buena calada a mi cigarrillo y eché el humo por encima de nuestras cabezas. Empezaba a hacer mucho calor allí dentro. Gruesas gotas de sudor me corrían por la espalda y a todos nos brillaba la frente, húmeda.

–A ver qué os parece esto –dijo Jon Sang poniéndose en pié –, vamos hasta Travenr y según como veamos la situación allí, seguimos adelante o tomamos otra dirección diferente.

Kira parecía contenta con ese plan. Observé a El Cirujano y a pesar de estar muy serio, asintió.

Así pues estaba decidido. Iríamos hasta la ciudad que se veía en el horizonte, al pié de las montañas y según lo que nos encontrásemos allí, haríamos una cosa u otra.

El Cirujano se puso de pie y comenzó a caminar hacia el asiento del conductor, pero lo detuve antes de que llegara y le dije:

–Tu descansa, ahora me toca a mí conducir.

Recibió aquella noticia con una ligera sonrisa y tomó asiento en una de las primeras filas. Yo me coloqué en el sitio del conductor y arranqué el motor. Apreté el acelerador y nos marchamos de aquel siniestro y solitario lugar. No habíamos visto a nadie allí. ¿Eso qué quería decir? Si todos se hubieran convertido a no-muertos, los habríamos visto deambulando por el desierto. De hecho nos habrían intentado atacar. Pero no había nadie. Todos se habían marchado. ¿A dónde? Quizá todos hubieran huido a Travenr. Y en qué situación estaría esta ciudad... En un par de horas lo descubriríamos...

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