viernes, 23 de febrero de 2007

Dia 5 - Segunda Parte

Los pasillos del RX-67 estaban en tan mal estado como mi celda. Focos apagados, cables colgantes y chispeantes, tuberías partidas en dos, boquetes en los paneles metálicos y silencio. No escuchaba voces lejanas, ni gritos, nada. Únicamente el continuo ronroneo de los motores, enterrados en las entrañas metálicas de la gigantesca mole metálica.

Un aullido lejano me puso los pelos de punta pero se silenció rápidamente. ¿Qué diablos estaba ocurriendo allí?

Seguí el mismo camino por el que me habían llevado los guardias el día de antes hasta alcanzar el ascensor. No funcionaba. Perfecto, justo lo que necesitaba. No conocía otro acceso al puente de mando así que estaba perdido.

Tendría que buscar otra manera de averiguar si quedaba alguna cápsula de salvamento y dónde se encontraba en caso de haberla.

Recorrí los vacíos pasillos de la nave durante un par de horas sin encontrar a nadie. Hasta que entré en una sala de control. Dentro vi que había manchas de sangre por las paredes y por el suelo. Ahora no podía preocuparme de eso. Me centré en una consola que seguía activa.

Introduje varios comandos y los datos que me devolvió me dejaron tan sorprendido que tardé varios minutos en reaccionar. Tuve que releerlos tres veces para convencerme.

Los datos indicaban que la RX-67 se había estrellado en Ypsilon-6. Increíble. Era un milagro que algunos hubiéramos sobrevivido. Sin embargo no entendía por qué se había estrellado. ¿Qué había ocurrido? ¿Cómo era posible?

No había tiempo para buscar respuestas. Los motores seguían funcionando y estaban sobrecalentándose, no tardarían mucho en hacer explosión y no quería estar cerca cuando lo hicieran.

Saqué un diagrama del interior de la nave y tracé un camino hasta la escotilla más cercana a donde me encontraba. No tardaría mucho en llegar.

Eché a andar, lo más rápido que me permitieron las doloridas piernas.

Varios minutos después escuché algo tras de mí. Me giré asustado, levantando el rifle de plasma y me encontré con un guardia. Tenía una fea herida en el abdomen y juro que podía ver sus tripas pero parecía no sentir dolor. Estaba allí de pie, observándome con expresión indiferente. También pude observar que un bulto sobresalía por encima de su cabeza, parecía palpitar.

No tuve tiempo para más observaciones, porque el tipo aquel se abalanzó hacia mi levantando los brazos y aullando como una fiera. No me lo pensé dos veces y apreté el gatillo del rifle. Un estallido de energía lo golpeó en el pecho empujándolo hacia atrás, pero sin tumbarlo.

Emitió unos quejidos lastimeros pero al momento volvió a levantar los brazos en mi dirección y reanudó la marcha hacia mí.

El muy cabrón tardó escasos segundos en alcanzarme y en un acto reflejo le propiné un duro golpe con el rifle en la mandíbula que lo lanzó contra el frío suelo.

Sin esperar más me giré y cojeé hasta la siguiente sala. Una vez allí accioné el botón de cerrado de la puerta pero esta no se movió.

Mientras el guardia se levantó y me miró con furia gimiendo mientras las babas goteaban de entre sus labios.

Desesperado agarré la puerta y estiré de ella deslizándola hasta su posición de cerrado. Únicamente quedó un pequeño hueco entre el quicio y la plancha metálica. A través de él vi como el guardia se movía ágilmente hacia mi y golpeaba el metal produciendo un estruendo que retumbó en mi cabeza como un millón de petardos.

No esperé para comprobar si podría abrir la puerta, que por otro lado no dudaba iba a conseguirlo. Me marché lo más rápido que pude siguiendo el camino que recordaba me había trazado hasta la escotilla.

Mientras avanzaba, podía escuchar como el tipo aquel había atravesado la puerta y me buscaba como loco por los múltiples pasillos y salas.

Al fin alcancé la escotilla y, para mi sorpresa, la encontré abierta. Estaba claro que no era el único que había tenido aquella idea. Sin más miramientos me precipité a través del hueco de metro por metro hasta caer a una altura de alrededor de unos dos metros.

Caí sobre un terreno arenoso, desértico, seco. Mi rostro golpeó la amarillenta tierra con fuerza y estuve a punto de perder el conocimiento. Sin embargo tuve suerte, una vez más, y me levanté con gran esfuerzo. Creo que el hecho de sufrir tanto dolor por todo el cuerpo evitó que sintiera incluso más por el golpe de a caída, fue un alivio en realidad, porque estoy seguro que un poco más de dolor me hubiera hecho desmayarme, lo cual no era muy buena idea en aquellos momentos. Ahora lo que tenía que hacer era alejarme lo más rápidamente posible y encontrar cobijo para cuando los motores estallasen.

El rugido de estos inundaba todo el ambiente escondiendo cualquier otro sonido.

Miré en derredor y vi que efectivamente me encontraba en un desierto moteado esporádicamente por algún arbusto medio seco.

Salí de debajo de la titánica estructura metálica y me encontré bajo un despejado cielo azul, dominado por un poderoso sol que brillaba en su cenit. Frente a mi, a lo lejos, podía ver la silueta de edificios... una ciudad. Si conseguía llegar hasta allí, estaría a salvo.

La pregunta era, ¿lo conseguiría?

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