miércoles, 21 de febrero de 2007

Dia 4 - Post Data

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Retomo el diario esta noche para dejar constancia de lo que ha ocurrido después a última hora de la tarde. Quizá esto me brinde una oportunidad...

Estaba durmiendo la siesta en mi celda. Tenía una fea pesadilla en la que caminaba por una concurrida calle, junto a unos escaparates de cristal. Al otro lado de ellos había expuestos deliciosos manjares culinarios que me revolucionaban el estómago, vacío como estaba. Y entonces me desperté sobresaltado al sentir como me golpeaban en el pecho.

Abrí los ojos deslumbrado por la potente linterna de un guardia que me estaba ordenando que me levantara. Otro vigilaba desde la puerta abierta de la celda apuntándome con su rifle de plasma. Esas armas no se ven mucho en la vida civil pero para lugares como aquellos eran muy efectivos. Lanzaban unos haces de plasma que dejaban a la víctima inconsciente al momento, pero no eran mortales.

Tras ponerme unos grilletes en las manos me condujeron por el pasillo hasta la salida. Los fluorescentes del techo emitiendo su verdosa luz sobre mi cabeza. Varios presos se asomaron a los barrotes con expresiones de pesadumbre. Temían saber lo que iba a pasarme y yo también creía saberlo. Si hubiera podido ver mi rostro reflejado en un espejo seguramente me habría asustado por la expresión de terror contenida en mis facciones. Pero claro, no podía, así que seguramente fue para mejor.

Caminamos varios minutos por pasillos metálicos, cruzando puertas herméticas y subiendo, finalmente, por un ascensor. Cuando se abrieron las puertas automáticas vi que me encontraba en el puente de mando. El señor Kulinov, el capitán, estaba sentado en una silla en el centro de la sala y frente a él dos líneas de paneles estaban ocupados por varios operarios que se afanaban sobre ellos para controlar la titánica mole metálica dentro de la cual viajábamos a velocidades increíbles.

Los dos guardias me indicaron que me acercada al señor Kulinov y dieron un par de pasos atrás sin quitarme el ojo de encima, claro.

-Hola señor McMahon -dijo él con la mirada concentrada al frente, donde había dos amplios ventanales por los que se podía ver la inmensidad cósmica y el borde izquierdo de un planeta azul. Eso quería decir que ya habíamos llegado a la colonia.

-Hola capitán.

Hubo un tenso silencio en el que me vi a punto de hablar en un par de ocasiones pero que finalmente en ambas opté por esperar a que el capitán iniciara la conversación y me hiciera saber porque me había hecho llamar.

-En tu informe dice que eres un viajero empedernido... -yo asentí sin decir nada, intuyendo que no había terminado- durante tu juventud te recorriste la jodida galaxia a bordo de veinte naves de transporte diferentes.

-Sí.

-También dice que estuviste trabajando durante cinco años en la oficina de control aéreo de Ypsilon-6.

-Sí.

-Entonces, ¿conocerías los códigos de encriptación de los mensajes de la red local de comunicaciones?

-Mi memoria no es muy buena, pero seguramente que después de comer algo de fósforo llegaría a acordarme de todo... -me arriesgué, lo admito. Todo podía haber salido mal. Kulinov podía haberse sentido ofendido y haberme dejado para el uso y disfrute de sus gorilas. Aposté mi integridad física (y posiblemente mi vida) y gané. Me necesitaba. Lo vi en sus ojos cuando, sorprendido por mi comentario me miró.

-Desde Carma-3 no piensan mandar ninguna nave y el control de Ypsilon-6 no responde. Necesitamos entrar en su red local y averiguar qué diablos ocurre en la colonia. ¿Serás capaz?

-Sí, creo que sí.

Él me observó con una ligera y maliciosa sonrisa en los labios y dijo:

-Eso espero, por tu propio bien...

Tras hacer un gesto con la cabeza los guardias se acercaron a mi y me empezaron a empujar hacia el ascensor.

-Mañana le espero aquí a primera hora para solucionar este pequeño problema que tengo -concluyó Kulinov mientras oteaba a través del grueso ventanal que observaba al brillante planeta azul, Ypsilon-6.

-Capitán -exclamé, resistiendo los empujones de los guardias-, sin mi fósforo, no creo ser capaz de recordar...

Kulinov asintió sin volverse y los guardias hicieron más hincapié en sus empujones y me metieron violentamente al ascensor. Sin embargo no me llevaron a la celda, sinó a la cocina, donde pude degustar una lubina asada con patatas y cebolla. Incluso me dieron pan para mojar la salsa. No había comido tan bien desde que estaba atrapado en aquella prisión.

El asunto era serio, sino no me hubieran tratado tan bien. El capitán Kulinov estaba en un aprieto y yo era su esperanza.

Si bien, a pesar de haber dado mi palabra, yo tenía otros planes. Ahora sabía perfectamente dónde nos encontrábamos. Era el momento para el motín.

Cuando me llevaron de regreso a mi celda, le conté todo a Gleny y la voz corrió por toda la prisión en menos de dos horas. Estábamos preparados. El momento se acerca.

Ahora me voy a echar a dormir, mañana tengo que estar preparado y con fuerz...

¡Una sacudida! ¿Qué ha ocurrido?

Una explosión retumba ensordecedora por las planchas metálicas y el suelo da un vuelco tirándome violentamente. Me he golpeado en la cabeza y creo que me sangra...

¡Otra explosión! A parecido venir de la sala de máquinas.

Las alarmas están sonando y las luces rojas se han encendido. Eso es mala señal.

¿Qué diablos ocurre?

¿Quizá no me dé tiempo a llevar a cabo mi plan...?

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