sábado, 25 de agosto de 2007

Día 19 - Quinta Parte

Sentí como mi cuerpo estaba apoyado contra una superficie blanda. Pero no estaba fría, así que no debía ser nieve. Abrí los parpados y me encontré en un espacio oscuro a excepción de un tenue resplandor que entraba por el hueco de una puerta a unos metros de distancia. Yo no estaba al nivel del suelo, así que supuse que estaba sobre una cama. ¿Cómo había llegado hasta allí? Moví los dedos de las manos y comprobé que no me dolían y ya no estaban entumecidos. Si bien aún sentía mi cuerpo frío como un termo de hielo. A mi derecha podía escuchar la respiración acompasada de alguien durmiendo. Alargué la mano y sentí el cuerpo de alguien, recostado a mi lado. Me incorporé y eché un vistazo. Me costó unos minutos distinguir en la oscuridad el bello rostro de Kira. Así que habíamos sobrevivido. Aparté la manta que me cubría y sentí como emanaba calor de ella. Me aseguré de que Kira quedaba bien tapada y caminé hasta la salida de la habitación.

El viento aullaba en el exterior rozando las paredes exteriores. Podía sentir la madera del suelo bajo mis pies desnudos. Era cálida al tacto, pero no estaba templada por métodos artificiales.

Salí a un pasillo largo y con varias puertas cerradas a los lados. La luz provenía del final del mismo. Caminé hacia allí apoyando las manos en las paredes de los lados para guardar el equilibrio. Al final, el pasillo se abrió en una amplia sala con muebles toscos y escasos. La débil luz creaba sombras danzantes que no dejaban de moverse de un lado a otro. La fuente de luz no era otra cosa que una hoguera en una chimenea empotrada en una de las paredes de la sala. Los cristales de dos ventanas en la pared contigua lanzaban destellos fugaces pero escondían el exterior. Jon Sang, Kevin y El Cirujano estaban sentados en unos sillones alrededor de la lumbre.

–Hola –susurré avanzando hacia el sofá de dos plazas y dejándome caer sobre él.

Los tres se dieron la vuelta sobresaltados y me observaron. Jon Sang sonreía, estaba contento de verme despierto, no cabía duda. El Cirujano tenía aquella peculiar sonrisa pueril, como siempre. Y Kevin me observó con el semblante oscuro, el ceño fruncido. No parecía estar descontento por verme, pero tampoco percibí alegría.

–¿Cómo te encuentras? –preguntó Jon Sang cuando hube tomado asiento junto a ellos.

–Bien... creo –respondí en un susurro grave. Me froté las manos que aún sentía frías y levanté las palmas frente al fuego, sintiendo su tibieza. Cuando sentí el calor entrando por mis dedos continué: –¿Qué ocurrió? ¿Cómo llegamos hasta aquí?

–Cuando te marchaste –me contó El Cirujano –seguimos adelante hasta que encontramos la primera casa del poblado, esta. Cogí varias prendas de más abrigo y volví al camino para buscarte. Después de mucho buscar te encontré tirado en el suelo y medio enterrado en la nieve. –Hice un gesto con la cabeza en señal de agradecimiento. No se dio por aludido y continuó con su narración: –Estabas cerca de la muerte; y Kira también... os traje hasta aquí y después de quitaros toda la ropa os metimos en esa cama, bien cubiertos con varias mantas. Por lo que puedo ver, te has repuesto rápido.

Asentí sonriendo a mi amigo. Ya había perdido la cuenta de las veces que me había salvado el culo. Desde luego que si alguna vez conseguíamos escapar de aquel maldito planeta, le debía muchas cervezas. Le estaría eternamente agradecido. Aún no sabía cual era la razón por la que arriesgaba su vida por mí, pero lo agradecí de todos modos. Quizá la cuestión fuera que yo era un malpensado de escándalo y que en mi fuero interno creyese que toda acción bien intencionada escondía un interés oculto y muy poco altruista. Pero claro, esa podía ser mi impresión del mundo, pero no por ello la realidad del mismo. A lo mejor el interesado era yo y como reza el antiguo refrán "piensa el ladrón que todos son de su condición".

Opté por no darle más vueltas, so pena de sentirme más miserable aún y acepté una taza de café humeante que Jon Sang me ofreció. Bebí un sorbo del cálido brebaje y me sentí revitalizado cuando sentí el calor del líquido bajando hasta mi estómago.

Las llamas saltaban y los tablones crepitaban en el hogar a la vez que las sombras les seguían el ritmo danzando por toda la habitación y creando un ambiente surrealista y misterioso.

Kevin no había abierto la boca en todo el rato que había estado allí, pero me observaba con atención. Como inspeccionándome. Supuse que su entrenamiento militar lo obligaba a asegurarse de que ciertamente estaba bien y no había sufrido la congelación de ninguna parte de mi cuerpo.

–¿Habéis encontrado alimentos? –inquirí tras dar un pequeño sorbo de café y escaldarme la lengua en el proceso.

–Sí, pero la mayoría están caducados –me respondió Jon Sang. Después de unos segundos añadió: –Eso sí, agua tenemos para rato...

Sonrió y yo le correspondí con una sonrisa un poco forzada, pero que estimé suficiente para no parecer descortés con mi compañero. Si bien no era el agua lo que me preocupaba en aquellos momentos. Era más que obvio que agua íbamos a tener toda la que necesitásemos con tanta nieve por todos lados. Ahora nuestra prioridad era el alimento y el calor. El tema del calor lo parecían tener bajo control, la casa en la que estábamos estaba bien aislada y podíamos hacer fuego, pero no así el de los alimentos. Tendríamos que pensar algo.

–¿Quizá haya animales en estas montañas que podamos cazar? –sugerí.

–No creo que haya muchos animales, pero aún así... –me contestó Jon Sang –¿y si están infectados?

Tenía razón. Era una posibilidad. Recordé los lobos y las bestias voladoras con las que nos habíamos encontrado. Bebí otro sorbo de café ardiente y frunciendo el rostro traté de pensar en otra posibilidad.

Los troncos de madera crepitaban en la lumbre lanzando chispas que se escapaban por el agujero de la chimenea.

–Creo que antes de tomar ninguna decisión debemos inspeccionar todo el pueblo –dijo Kevin. –Puede que encontremos a alguien escondido en alguna casa.

Asentí. Había dado por hecho que ya habrían investigado el resto del pueblo.

–Buena idea –dije dando otro sorbo al brebaje.

Kevin sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo de su pernera y me ofreció uno. Cogí agradecido y me lo coloqué entre los labios. Él sacó uno para sí y rebuscó en otro bolsillo sacando el mechero. Encendió ambos cigarrillos y se guardó todo en el bolsillo. El humo desaparecía entre las sombras que nos rodeaban.

–Hagámoslo cuando salga el sol –dijo El Cirujano.

–Buena idea –dijo Kevin. –Yo haré la primera guardia.

El Cirujano y Jon Sang se marcharon a un dormitorio vacío para descansar. Yo me quedé con Kevin, terminando mi cigarrillo. En el exterior el viento seguía aullando como un animal enfurecido y podía escuchar como la nieve golpeaba contra los cristales haciendo el mismo sonido que la lluvia contra el vidrio.

–Será mejor que descanses. Mañana será un día largo –me dijo él.

Yo asentí. Dejé la taza sobre una mesa a medio terminar y lancé la colilla al fuego.

–Nos vemos mañana –dije a la vez que me marchaba de vuelta a la cama en donde Kira seguía durmiendo plácidamente.

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