viernes, 8 de junio de 2007

Día 18 - Tercera Parte

Las cinco bestias caminaban a cuatro patas. Sus gruesos y musculosos cuerpos estaban recubiertos por una densa mata de pelo sucio y enmarañado de color gris. Tenían los lomos arqueados y las cabezas gachas, rugiendo mientras se acercaban lentamente, apoyando las patas, de largas garras, con seguridad como si fueran de plomo. Entre los cinco habían formado un semicírculo que iba cerrándose a medida que se acercaban en torno a la puerta abierta del autobús. Carla los observaba con los ojos tan abiertos que parecía que de un momento a otro sus globos oculares se iban a salir de sus cuencas. El labio inferior le temblaba y se agarraba con fuerza al chasis metálico del vehículo con sus pequeñas manitas.

–¡NO! –gritó Kira tratando de zafarse de mi. Yo me mantuve firme y no la solté –¡Déjame! ¡Suelta!

No la solté. La tenía sujeta por los brazos, hincando mis dedos para que no se me escapara. Seguramente más tarde le saldrían moraduras, pero en aquel momento lo único que me preocupara era que no hiciera una locura, estaba desarmada y pretendía salir al encuentro de esas bestias peludas... una locura.

–¡Métete dentro y cierra la puerta! –exclamé por encima de los quejidos de Kira –¡Carla, escucha! ¡Entra dentro y cierra la puerta!

Tanto gritar hizo que tres de los caninos mutados se dieran la vuelta y encaminaran hacia nosotros con los mismos movimientos pausados y amenazadores. Kira se quedó petrificada cuando vio que se nos acercaban tres feroces bestias mutantes que nos enseñaban los afilados, largos y amarillentos colmillos mientras hilos de saliva les escurrían desde las fauces hasta el suelo. Sus ojos amarillos nos observaban maliciosamente.

Carla me hizo caso y saltó al interior del autobús subiendo los escalones como una gacela en peligro y accionó el interruptor que cerraba la puerta. Esta se deslizó interponiéndose entre las dos bestias y ella justo en el momento en que una de ellas saltaba lanzándose en un ataque mortal sobre su presa. Se golpeó el hocico contra el metal emitiendo un quejido y calló al suelo sacudiendo la cabeza.

Las tres que se acercaban a nosotros nos observaban con hambre y gruñían rabiosos. Daban pequeños pasos hacia nosotros, con las cabezas gachas y los lomos arqueados, en posición de ataque.

Estiré de Kira con fuerza metiéndola dentro del local y después cerré la puerta de cristal apoyando ambas manos en ella para mantenerla de aquel modo. Uno de los lobos mutantes saltó contra ella. La golpeó con una fuerza tremenda que casi me hizo caer hacia detrás. Pero no lo hice, aguanté la embestida viendo como las abiertas fauces de la bestia estaban a pocos centímetros de mi rostro. Otra de ellas se lanzó rabiosa contra el cristal. La fuerza de la embestida me sacudió pero conseguí aguantar. Una tras otra se lanzaban contra la puerta tratando de abrirse paso. El grueso panel de vidrio temblaba a cada golpe pero se mantenía en su lugar. Pequeños pedazos de cristal se desprendían de los bordes del boquete que habíamos hecho con el bate, pero nada que pusiera en peligro nuestra seguridad.

Los otros dos lobos mutantes seguían dando vueltas al autobús buscando una entrada por la que acceder hasta Carla, pero no la encontraron. La única manera de entrar era la puerta que ella había cerrado. Por ahora estaba a salvo.

Recordé el único arma que teníamos, el rifle de plasma, pero se había quedado dentro del vehículo, fuera de nuestro alcance.

Mientras seguía aguantando los golpes que las tres bestias daban contra la puerta para entrar. Yo hacía fuerza con los brazos para aguantar las embestidas feroces.

Kira no esperó a que yo pidiera ayuda. Se internó en la tienda, entre las estanterías llenas de artículos en busca de algo que nos sirviera de arma.

De un momento a otro regresarían Jon Sang y El Cirujano sin saber qué les esperaba. Teníamos que hacer algo rápido. Los pillarían desprevenidos y sin un lugar en donde esconderse. Pero no me podía mover. Si me apartaba de la puerta, la echarían abajo.

Trozos de vidrio se desprendían del boquete pero el resto del cristal parecía aguantar por ahora.

Dentro del autobús, pude ver como Carla me observaba desde la puerta cerrada con terror en los ojos y lágrimas resbalando por sus mejillas. Estaba sola y asustada.

Kira regresó un momento después sin haber encontrado nada. Desesperada me miraba con preocupación. Pero yo no sabía qué hacer, cómo actuar. Entonces su rostro se iluminó con una idea y recogió el bate de aluminio del suelo. Lo sujetó con ambas manos poniéndose en posición de ataque detrás mío.

–Cuando salte el próximo, abre la puerta y déjale entrar, después vuelve a cerrar y aguanta –me dijo con autoridad.

Era una idea arriesgada, incluso se podía decir que era una locura, pero qué otra cosa podía hacer. Esperé paciente a que uno de los lobos mutantes saltase contra la puerta y en ese justo instante me aparté del camino abriendo la puerta de par en par. La bestia pasó volando junto a mí. Cuando hubo salvado el umbral, con toda la rapidez de la que fui capaz, cerré la puerta apoyando ambas manos sobre ella para mantenerla de ese modo. No volví la cabeza para que las otras dos no me pillasen de improvisto y poder mantenerlas fuera, confiando en que Kira pudiera ocuparse de la otra. Nuestras vidas dependían de ello.

Escuché como ella gritaba con furia y después un fuerte golpe resonó por todo el local seguido de un quejido canino. Después un par de golpes más, menos potentes, y un silencio sepulcral.

Kira me tocó el hombro. Giré el rostro un instante y me encontré con sus ojos, fijos en los míos, mirándome con determinación y nerviosismo. En el suelo, a un metro de distancia, el cuerpo de la bestia mutante reposaba inmóvil y sin vida sobre un charco de sangre. Lo había conseguido. Con la mano derecha, Kira aún sujetaba el bate que ahora tenía una mancha rojiza que goteaba en el suelo dejando un rastro por donde ella se movía.

–Bien –le dije tratando de infundirle ánimos.

Ella asintió tratando de sonreír pero haciendo una mueca poco convincente. Gruesas gotas de sudor le corrían por la frente, bajando por las sienes hasta saltar desde su barbilla.

Me volví a concentrar en la puerta. Sin embargo los envites habían cesado. Las otras dos bestias mutantes nos observaban a través del transparente cristal de la puerta. Incluso juraría que pude percibir cierto brillo de sorpresa en sus ojos amarillos y malévolos.

Creo que van a cambiar de estrategia...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡¡Brutal!!! Tio,esto me esta poniendome los nervios a flor de piel...
Magnifica descripcion de los hechos...Casi podia ver a las criaturas y oler su jodido aliento...Sigue,campeon.

Anónimo dijo...

te ha costado actualizar, pero cojonuda entrada moztruo!!

Paul J. Martin dijo...

La verdad es que sí que me ha costado actualizar. Últimamente me cuesta más. Solía tener más tiempo en el curro para escribir pero ahora, desde que me cambiaron de puesto, tengo mucho trabajo. Espero que me comprendais. Sin embargo trataré de sacar más tiempo en casa, porque me gustaba eso de escribir un capítulo cada día.

Un saludo.

Anónimo dijo...

tiraaaaaaaaaaaaaaaa, no cuentes milongas, que no haceis na, que los e yo!! xD