viernes, 15 de junio de 2007

Día 18 - Cuarta Parte

Entonces escuché la voz de Jon Sang. No podía ver dónde se encontraba pero su voz venía del exterior.

–¡¡Qué diablos?!

–¡Correr! –gritó Kira junto a mí, casi dejándome sordo.

Las dos bestias mutantes frente a nosotros giraron sus abominables cabezas hacia la derecha y comenzaron a caminar hacia allí, de manera lenta y pausada; preparados para atacar.

–No te muevas –escuchamos decir a El Cirujano con la voz tranquila. No pude detectar ni un ápice de nerviosismo en él. Era increíble la sangre fría que podía llegar a tener en los momentos más tensos.

Uno de los otros dos caninos mutantes, que estaban junto al autobús, se volvió y decidió que aquellas dos nuevas presas eran más fáciles de alcanzar. El otro, no desistió en su búsqueda de una entrada al vehículo.

Carla seguía petrificada tras la puerta de entrada, llorando y mirándonos desconsolada.

Estaba bloqueado. No sabía qué hacer. Si hubiéramos tenido el rifle de plasma con nosotros… todo sería mucho más fácil. La próxima vez seríamos más cautos. Debíamos serlo. El hecho de haber escapado de Barlenton con vida nos había infundido una tranquilidad que no correspondía con la realidad, y esto era una buena prueba de ello.

Kira me agarró del brazo y me apartó de la puerta. Antes de que pudiera protestar ella había salido a la calle empuñando el bate y con una expresión de agresiva determinación en el rostro. Yo salí tras ella sin saber muy bien qué hacer o qué pensaba hacer ella.

Dio unos pasos hacia las bestias y una de estas se percató de nuestra presencia girándose en redondo y encarándonos. Sus gruñidos eran amenazadores e hicieron que mi corazón se acelerara. Sentí como la adrenalina comenzaba a circular por mis venas.

Junto al canino mutante que nos acechaba estaba el otro acercándose con lentitud hacia donde El Cirujano y Jon Sang esperaban quietos y expectantes. Vi como mi compañero sacó su cuchillo de caza del pantalón y lo empuñó. Flexionó las piernas y se puso en posición defensiva, esperando paciente. No dejaba de observar atentamente a la bestia que le gruñía. Jon Sang, al ver el arma que esgrimía su compañero, dio unos pasos hacia detrás y se colocó después de El Cirujano. Yo también me coloqué unos pasos por detrás de Kira. Al fin y al cabo eran ellos dos los que manejaban las únicas armas que teníamos.

Pero poca atención pude prestar a aquel enfrentamiento, ya que escuché como el canino mutante que quedaba junto al autobús se rendía y centraba su atención sobre mí.

Joder –me dije a mí mismo maldiciendo mi mala suerte.

La bestia rabiosa dio unos pasos hacia mí de manera pausada pero amenazante. Sus colmillos sobresalían por sus fauces medio abiertas a la vez que emitía un grave gruñido y me miraba con ojos asesinos.

Eché a correr hacia mi izquierda alejándome de mis compañeros sin saber muy bien qué hacer, pero tratando de alejar esta nueva amenaza de los demás. El lobo mutante dio un salto imposible colocándose delante de mí y cortándome el paso. Estaba a unos dos metros de distancia e intuí que se preparaba para lanzar su ataque final sobre mí. Sus cuartos traseros se hincaron con fuerza sobre el terreno seco y descendió el lomo para darse impulso.

Yo, al mismo tiempo, flexioné las piernas preparándome para esquivarlo, si es que era posible. Y entonces tuve una idea. No era demasiado buena y solo me daría unos momentos más, pero tenía que intentarlo.

Unos metros detrás mío mis compañeros seguían dando vueltas alrededor del grupo de tres mutantes que les observaban con rabia.

Entonces escuché como El Cirujano lanzaba un grito guerrero. En ese mismo instante percibí en la mirada del canino que me acechaba a mí un ligero despiste. Aproveché la oportunidad para hacer una amago de salto hacia la izquierda e inmediatamente salté hacia el lado contrario, lanzándome con fuerza contra el lateral del autobús.

La suerte me sonrió y mi enemigo mordió el anzuelo saltando hacia el lado equivocado. Yo acabé golpeando fuertemente el frío aluminio de la superficie del vehículo pero escapando de una muerte segura y horrible.

Tropezando pero sin caer al suelo corrí a lo largo del autobús tratando de alcanzar la esquina del autobús para darle esquinazo pero antes de llegar vi como la puerta delantera del vehículo se abría ante mi sorprendida mirada. Cuando llegué hasta ella salté dentro y Carla, la pequeña Carla, la inteligente Carla, accionó el interruptor apropiado y la cerró justo en el momento en que la bestia mutante saltaba sobre mí para acabar conmigo. Se golpeó violentamente contra el panel de aluminio abollándolo por el lado exterior.

–Gracias, pequeña –le dije mientras suspiraba aliviado.

–No soy pequeña...

–Sí que lo eres –dije con una amplia sonrisa –pero también eres muy lista y valiente.

Mi comentario la complació y sonrió orgullosa. Coloqué mi mano sobre su pequeño hombro y le dije:

–Ven, vamos a demostrarle a esas cosas lo que quiere decir tener la suerte en contra...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por los pelos,nene...Si no es por Carla,se lo papean para merendar,por mucho que nos quiera hacer creer que lo podia esquivar...
Buena entrada,corta,pero intensa...

Pablo V dijo...

para cuando el proximo post???

no nos abandone la historia.
que pasa con los perros?