lunes, 30 de abril de 2007

Día 15 - Decimoprimera Parte

Sentados en la oscuridad con la espalda apoyada contra el muro de cemento escuchábamos como los golpes contra la puerta no cesaban. Los brazos pálidos de los no-muertos continuaban intentando abrirla sin descanso.

La poca luz que había entrado por la rendija entre la puerta y el suelo ya había desaparecido. Ahora la oscuridad era completa. Fuera, en la calle, la noche debía de estar a punto de llegar. O quizá hubiese llegado hacía horas. No podía asegurarlo. En aquella oscuridad era muy difícil calcular el tiempo. Los parpados se me cerraban solos sin que me diera cuenta; claro, la diferencia era imperceptible, oscuridad por oscuridad. Creo que incluso hubo momentos en que me quedé dormido.

Kira estaba sentada muy cerca. Podía sentir el calor de su cuerpo. Percibía el perfume de su cabello. Hacía mucho tiempo que no tenía a una mujer atractiva tan cerca de mi, en la oscuridad. Me vino a la cabeza la mañana anterior cuando estábamos sentados junto a la fachada del comercio, cuando estuvimos a punto de besarnos. Ahora me arrepentía de no haberme lanzado. Por qué me tenía que venir Lili siempre a la cabeza cuando comenzaba a intimar con una mujer. No había superado su traición. Después de tantos años seguía sintiendo la herida. Cicatrizada pero aún molesta.

Como si me hubiese leído los pensamientos, sentí como su mano tanteó la oscuridad en busca de la mía y una vez la encontró entrelazó sus dedos entre los míos. Sentí como dentro de mi abdomen se arremolinaban lo que parecían un centenar de mariposas. Era una sensación agradable pero desconcertante. Me gustaba tener todo bajo control, todo planificado, y esto había llegado sin previo aviso, sin ningún síntoma que me pudiese haber prevenido. No estaba preparado y sin embargo no quería dejar de sentir lo que Kira me hacía sentir.

–Aaahhhggg –se quejó JB en la oscuridad.

Escuchamos como se removía en el suelo, arrastrando los pies y golpeando las manos contra el piso. Respiraba con fuerza y rapidez.

–John –llamó Jon Sang desde el otro lado del almacén. Sonaba preocupado.

No obtuvo respuesta. Estaba claro que JB se encontraba peor.

Saqué mi mechero y lo encendí para echar un vistazo. JB estaba levemente iluminado por el cálido pero débil círculo luminoso. Seguía tumbado en el suelo pero parecía estar sufriendo convulsiones. Jon Sang se levantó y corrió hasta su lado para tratar de ayudarlo de algún modo. “No creo que tenga solución” pensé yo frunciendo el ceño por la situación en la que eso nos dejaba. Debimos haberlo dejado fuera. Sin embargo, Jon Sang no nos lo habría permitido, siguía viéndolo como su compañero.

Hasta ahora Jon Sang había demostrado tener un buen instinto y había contribuido mucho al hecho de que siguiéramos vivos, pero ahora se estaba dejando dominar por los sentimientos. Esta es la razón por la que yo me juré que nunca me volvería a dejar dominar por los sentimientos. Siempre que lo haces, metes la pata, antes o después, y las consecuencias pueden ser fatales.

Me levanté y busqué algo por el almacén. Encontré unos estantes en la pared donde Kira y yo habíamos estado apoyados. Había muchas cajas que debían estar llenas de artículos. Arranqué un trozo de cartón de una de las cajas, lo coloqué en el centro de la habitación sobre las ignífugas baldosas del suelo y le prendí fuego. Guardé el mechero en el bolsillo y me acerqué a Jon Sang, ahora con mayor iluminación, si bien aún insuficiente.

–¿Te quedan balas en el rifle? –inquirí observando el pálido y empapado rostro de JB que se compungía en muecas de dolor.

–No.

¡Joder!

Eso nos ponía las cosas más difíciles. Lo mejor hubiera sido acabar con el sufrimiento del pobre infeliz. De ese modo hubiésemos matado dos pájaros de un tiro, él dejaría de sufrir y nosotros nos desharíamos de la posibilidad de que se convirtiera en un post-mortem.

Di una vuelta por el almacén en busca de algo que nos pudiera servir para llevar a cabo mi plan. No encontré nada.

El almacén no era más que una sala cuadrada de unos cuatro metros de ancho por otros cuatro de largo. En todas las paredes había estanterías de metal pero casi todas estaban vacías y lucían brillantes telas de araña por las esquinas. En un rincón había un montón de cajas de cartón marrones y sin identificar. Tendríamos que abrirlas antes o después para saber que escondían en su interior. Daba la impresión de que los suministros habían dejado de llegar antes incluso de que se propagara la epidemia. En los estantes la mayoría de los objetos eran herramientas, bombillas de recambio, piezas para las estanterías que había en la tienda y papeles.

Utilizando varias de aquellas piezas metálicas a modo de cortafuegos hice un círculo alrededor de la lumbre que ya comenzaba a extinguirse y eché un manojo de papeles para mantenerla encendida. El humo se elevaba invisible y comenzaba a viciar el aire. No podíamos tener el fuego demasiado rato encendido si no queríamos asfixiarnos. Cuando se consumiera el combustible que le había echado lo tendríamos que dejar perecer. Estando a baja altura el humo no nos afectaría. Pero, a pesar de ello, si que podía sentir como el aire del recinto había perdido el frescor.

Jon Sang se quedó sentado junto a JB, vigilándolo. Yo regresé a donde había estado antes, junto a Kira. Me senté, pero esta vez me coloqué mucho más cerca. Nuestros brazos estaban pegados.

Esperé unos segundos para ver si le molestaba y como vi que no, me relajé. Ella alargó la mano y volvió a coger la mía. Nos miramos durante un largo rato en el que la música de fondo eran los golpes contra la puerta metálica y los estertores de JB.

Aquella sensación placentera me subió por el vientre hasta la boca del estómago. Cada vez que aspiraba sentía como si una bola se hinchase dentro de mí, caldeando mis entrañas.

Kira apoyó la cabeza sobre mi hombro mientras yo observaba la diminuta lumbre que poco a poco iba perdiendo fuerza. El círculo de luz también iba disminuyendo al mismo tiempo que las sombras volvían a ganar terreno a nuestro alrededor.

¿Qué íbamos a hacer? ¿Esperar a que los post-mortem se cansasen y se fueran? ¿Y si nunca se cansaban? ¿Cuanto duraríamos sin comida ni agua en aquel oscuro cuarto?

¿Cuanto duraría JB...?

domingo, 29 de abril de 2007

OFF TOPIC - Agradecimientos

Quería aprovechar el domingo para dejar una pequeña nota de agradecimiento a todos los que leeis esta historia. Acabo de hacer un recuento en Google Analitics que es la herramienta principal que utilizo para el registro de visitas y estos son los resultados hasta el momento:
309 visitantes diferentes han realizado desde 8 hasta 50 visitas en distintos días.
Para mí es todo un logro como podreis imaginar. Tener más de trescientos lectores asiduos es una muy buena noticia. Sobre todo siendo que comencé esta aventura sin tener ni la más remota idea de como iba a funcionar. El día que posteé la primera entrada, yo era el único que sabía de su existencia. A los pocos días posteé un mensaje en el foro Tumba Abierta para que le echaran un vistazo los que quisieran, a ver si les gustaba. Y así hasta ahora.
Esta entrada suena a despedida, pero de eso nada. La historia va a continuar y aún le queda mucho trayecto por recorrer. Nuestros personajes aún deberán atravesar muchas pericias y peligros. ¿Quién sabe si conseguiran escapar al fin? Desde luego yo no. Escribo las entradas el mismo día en que las posteo, por lo que no tengo ni idea de lo que ocurrirá después. Para mi es también una sorpresa al día siguiente cuando ocurre un giro en la trama o un personaje encuentra la muerte.
En fin, solo quería decir eso, que agradezco mucho vuestro interés y vuestros ánimos y que continuaré con tesón tratando de hacer la historia cada capítulo más interesante y sorprendente que el anterior. Y también deciros que todos los comentarios son bien recibidos, ya sean críticas o sugerencias. Leo absolutamente todos los comentarios que dejais y en algunas ocasiones no contesto (lo siento), pero como ya he dicho, no es porque no los haya leído, sino por falta de tiempo, más bien.

Bueno, me despido hasta el próximo capítulo.

Un saludo.

Paul J. Martin

sábado, 28 de abril de 2007

Día 15 - Décima Parte

Jon Sang dejó de disparar y agarrando a JB de la camiseta tiró de él hacia la puerta cerrada que yo trataba de abrir.

Acerté con la primera llave y la metí en la cerradura. Giré con fuerza y sentí como la pieza de metal se doblaba en mi mano. Había hecho demasiada fuerza y la llave no era la correcta. Me detuve asustado. Si la llave se rompía y un trozo quedaba dentro de la cerradura, nunca seríamos capaces de abrirla.

Detrás mío Kira y Jon Sang abrían fuego hacia la masa de gemidos y lamentos que avanzaba hacia nosotros. No quería mirar. Si lo hacía mis nervios me dominarían y no podría actuar con la rapidez que requería el momento.

Con todo el cuidado del que fui capaz estiré de la llave y conseguí sacarla de la cerradura de una pieza. Respiré aliviado.

JB apoyado contra la puerta metálica, a mi lado, me observaba con la mirada perdida. No podría asegurar que me estuviera viendo y menos aún atendiendo a mis movimientos. Parecía estar observando algo que residía en su mente y no en el mundo real.

Los disparos de la pistola de Kira cesaron repentinamente e intuí la razón: se había quedado sin balas. Pero no había tiempo para averiguarlo. Debía probar la otra llave rápidamente y si era la correcta, abrir...

Inserté la llave en la cerradura. Sentí como pequeñas bolas metálicas hacían presión contra ella pero la dejaban pasar. Eso era buena señal. El último tramo de la llave entró con un clic casi inaudible. Otra buena señal. Volví a respirar profundamente, soltando el aire con lentitud. Una manojo de nervios se me había alojado en el estómago y presionaba mis entrañas produciendo una desagradable sensación. Las manos me temblaban y el corazón amenazaba con estallarme dentro del pecho.

Una gota de sudor resbaló por mi frente y acabó entrando en mi ojo. El escozor me hizo pestañear y guiñar. Aproveché la situación y cerré los ojos con fuerza. Me encomendé a cualquier deidad que estuviera dispuesta a salvar nuestros poco valiosos pellejos y giré la mano con fuerza. En esta ocasión, ya me daba lo mismo que la llave se partiera o no. Si esta no era la correcta y se partía todos moriríamos allí en pocos minutos, tan pronto como el cargador de Jon Sang se acabase. Y si era la correcta y abría la cerradura, me daba lo mismo que se partiera.

¡Clic!

Había funcionado. Estábamos salvados. La cerradura se había abierto. Sentí como los ojos se me humedecían de la emoción.

–¡¿Abres o qué?! –exclamó Kira junto a mí, sobresaltándome.

–Sí –asentí con la cabeza y empujé la puerta. Esta no giró. Me volví hacia Kira y la miré con desesperación. Pero no me había equivocado, la cerradura había cedido. Quizá la puerta estuviera bloqueada con algo por el otro lado.

Kira me sonrió y dijo con calma, en un tono de voz alto para que la escuchase por encima de los disparos del rifle de Jon Sang:

–Hacia fuera.

Levanté las cejas sonriendo y tiré de la puerta. Esta se abrió ligera sobre los goznes engrasados.

Sujetando a JB del brazo lo metí a la sala oscura y dejé pasar a Kira. Me quedé en el umbral sujetando la puerta abierta para que entrara Jon Sang. Este disparó una ráfaga más larga para ganar unos segundos y después dio la vuelta y entró de un salto. Cerré la puerta de un golpe.

Se hizo la oscuridad casi completa. No había ventanas ni tragaluces. La única fuente de débil iluminación era la rendija que había entre la puerta metálica y el suelo de baldosas. Y esta, dentro de poco, también desaparecería con el fin del día y la llegada de la noche.

Hice una estimación rápida y deduje que no serían capaces de abrir la puerta, ni en el caso de que tuvieran la inteligencia suficiente para ello, ya que se agolparían todos a la entrada y al abrirse hacia fuera, les sería imposible. Pero, movido por la precaución, inserté la llave en la cerradura y di dos vueltas hasta que estuvo completamente bloqueada.

Me di la vuelta y observé la espesa negrura que me rodeaba. No veía nada. Ni siquiera percibía la silueta de los otros. Sentí movimiento a mi lado. Intuí que se trataba de Jon Sang, por ser él el último en entrar y el que más cerca de mí debía de estar.

Sí, era él. Se estaba levantando. Debía de haber caído después del salto que había dado para entrar.

Rebusqué en el bolsillo del pantalón en busca del mechero y cuando lo encontré lo encendí. La cálida luz anaranjada de la llamita iluminaba pocos metros a mi alrededor. Pero fue suficiente para ubicar a mis compañeros. JB estaba tumbado en el suelo, con la espalda contra la pared y la cabeza apoyada en una caja de cartón medio aplastada. Tiritaba y sudaba como antes, pero tenía mejor aspecto, o eso me pareció con tan poca iluminación. Kira estaba frente a mi observando la llama del mechero. Y Jon Sang buscaba a tientas un lugar en donde sentarse para recuperar el aliento y relajarse.

Los post-mortem alcanzaron por fin el otro lado de la puerta y comenzaron a golpearla con insistencia. Un ruido al que tendríamos que acostumbrarnos.

El mechero comenzó a calentarse demasiado y tuve que apagarlo.

–Max, ven a sentarte aquí –me dijo Kira desde la oscuridad.

Siguiendo su voz avancé lentamente con los brazos extendidos hacia delante para no chocar con nada. Varios cojeos más adelante toqué con mi mano derecha un dedo.

–Aquí –me guió ella con su voz.

Sujetando su mano tomé asiento a su lado. Podía sentir el calor que desprendía su cuerpo como si una estufa estuviera funcionando a mi lado. También escuchaba su respiración con bastante claridad a pesar de los continuos golpes que los no-muertos propinaban contra la puerta metálica. Todos mis sentidos parecían haberse agudizado ante la oscuridad total que reinaba en el almacén.

–¿Qué vamos a hacer? –inquirió en un susurro junto a mi oreja. Su cálido y dulce aliento me rozaba la piel y sentí como el bello de la nuca se me erizaba.

–No lo sé –suspiré cansado.

Estaba cansado de tanto correr y escapar. No hacía otra cosa desde que llegué a este maldito planeta. Estaba cansado de tener los nervios a flor de piel continuamente, de no poder relajarme ni un momento. Estaba cansado de sentir continuamente el peligro acechándome tras cualquier sombra o esquina. Estaba cansado. Y lo malo era que se trataba de un cansancio que el sueño no conseguía curar. Era un cansancio psicológico, mental, anímico...

–Habrá que buscar alguna otra salida –comenté tratando de infundir ánimos en mi compañera. Ánimos que yo no sentía.

–No hay ventanas...

–No –le di la razón. –No hay ventanas, pero a lo mejor alguna otra puerta, sí.

–A lo mejor...

Los golpes retumbaban con arritmia contra la superficie metálica de la puerta. La única barrera que nos separaba de una muerte horrible y segura.

viernes, 27 de abril de 2007

Día 15 - Novena Parte

El silencio se prolongó durante varios minutos que parecieron horas interminables. Los cuatro nos manteníamos en el más absoluto sigilo, agazapados tras el único cobijo que habíamos encontrado. JB a mi izquierda, temblando febrilmente, Jon Sang a mi derecha con el rostro compungido, tanto era así que se estaba poniendo colorado por momentos, y Kira, agachada tras una estantería a un lado del mostrador, fulminando a JB con la mirada.

La tensión se podía palpar en el aire, espeso y viciado. A pesar de que el sol se había ocultado tras los edificios del otro lado de la calle, parecía que el calor seguía aumentando, si bien ahora no era causa externa sino interna. Un sudor frío me resbalaba por las sienes y por la espalda.

Mis extremidades comenzaron a entumecerse y unos desagradables hormigueos me subían por brazos y piernas. Mientras yo aguantaba el intenso deseo de gritar y salir corriendo.

Observé a JB. Tenía un aspecto deplorable. Parecía al borde del colapso, en cualquier momento podía arrancar en alocados delirios que nos descubrirían frente a los no-muertos. Sus ojos daban vueltas en sus cuencas como enloquecidos, como si buscasen algo que no estaba en el mundo físico, algo que pudiera brindarle cierta paz y descanso. Aquel aspecto fanfarrón de sí mismo que pretendía vender al resto del mundo había desaparecido y solo quedaban los trapos maltrechos de un pobre infeliz que no deseaba morir y trataba de agarrarse a los últimos resquicios de vida con fuerza.

Paseé mi mirada alrededor en busca de un arma que pudiera utilizar para defenderme surgido el caso. No es que esperase encontrar una, pero necesitaba ocupar mi mente mientras pasaban los largos minutos de tensión en los que creía que iba a enloquecer.

Jon Sang estaba moviendo los labios como si recitara algo. Creo que estaba rezando. Seguro que nos vendría bien, cualquier ayuda era bien recibida. Yo nunca había sido demasiado religioso. De hecho, nunca había sentido la necesidad de hablar con ningún ser superior omnipresente y omnipotente. Siempre he confiado más en mis propias manos, tangibles y conocidas, que en unas invisibles y quién sabe si existentes. Pero, como ya he dicho, en aquella situación cualquier ayuda sería bienvenida.

Kira, en cambio, no parecía estar pasándolo demasiado mal. La expresión de odio en su rostro me indicaba que debía de estar pensando lo que haría con nuestro enfermo compañero una vez pasara el peligro, y sin embargo no parecía preocupada porque este se materializase finalmente. Era increíble como las mujeres podían descartar ciertos riesgos sin el más mínimo reparo y centrarse en los sentimientos que afloraban de su interior como si lo que ocurriera a su alrededor no fuera con ellas. Aquello ya me había sorprendido en Lili. Cómo podía tratar con las personas más rastreras y peligrosas de aquella parte de la galaxia sin inmutarse lo más mínimo.

Lo había visto en muchas ocasiones. El mundo interior de las mujeres les afectaba e importaba más que el exterior y quizá fuera lo mejor, ya que a lo largo de la historia, ellas habían pasado la peor parte. Quizá fuera una medida de protección que los siglos y siglos de sabia evolución había regalado al sexo femenino para poder superar las dificultades con las que se enfrentaban continuamente.

Mientras mi mente divagaba sobre cosas tan abstractas, mis ojos seguían recorriendo cada rincón y recoveco a mi alrededor en busca de algo que poder empuñar. Y entonces un brillo metálico atrajo mi mirada hacia el mostrador que había frente a mi, tras el cual nos habíamos escondido. La pared interior era de vidrio transparente y en el interior había estantes en donde varios artículos descansaban reuniendo polvo. Detrás de una taza blanca, con una cómica figura dibujaba en el frente, podía ver algo metálico que lanzaba destellos. ¡Quizá fuera un cuchillo!

Abrí el compartimiento estirando del panel de vidrio que giró gracias a unas bisagras clavadas al panel de madera de la derecha y metí la mano apartando la taza. Lo que había detrás, que había llamado mi atención, no eran más que un aro metálico con dos llaves sujetas a él. No podía tener tanta suerte. Ni siquiera los rezos de Jon Sang podrían ayudarnos en esta ocasión. Cogí las llaves y las apreté con fuerza, sintiendo como el frío metal se clavaba en la parte más carnosa de mi mano.

Jon Sang vio lo que estaba haciendo y apoyó una mano en mi hombro. Lo miré extrañado y con el ceño fruncido. Sin embargo su rostro estaba relajado e incluso pude ver lo que parecía una ligera sonrisa en su rostro.

Encogí los hombros agitando la cabeza inquiriendo para que me explicara por qué se le veía tan tranquilo. Entonces él terminó por sonreír mientras miraba algo que estaba detrás mío.

Yo me volví siguiendo su mirada y me topé con una puerta de metal, cerrada, en la pared del fondo del local. Automáticamente volví a mirar las llaves y a Jon Sang. Era una posibilidad, la única salida en caso de emergencia. No perdíamos nada. Si no funcionaba, sería nuestro fin de todos modos.

En el exterior comenzamos a escuchar pasos de nuevo. Parecía que se habían dado por vencidos y no iban a esperar más. Asomé la cabeza por encima del mostrador y pude comprobar que efectivamente, los post-mortem habían retomado su camino se volvían a mover calle arriba. Respiré aliviado...

JB sufrió un ataque de tos y este fue mucho peor que los otros. Tosía y tosía convulsionándose al mismo tiempo e incluso mientras le subían arcadas a la garganta. Yo lo observaba medio asqueado cuando me percaté de que mi cabeza seguía asomada por encima del mostrador. Volví la mirada hacia el exterior y me encontré con docenas de ojos atentos a mi. ¡Mierda!

Apoyándome en el mostrador me alcé como un rayo y saltando sobre el pie bueno avancé hacia la puerta del fondo con la esperanza de que alguna de las dos llaves abriera la cerradura.

El infectado seguía convulsionándose y escupiendo flemas y sangre. Jon Sang se levantó empuñando el rifle, listo para abrir fuego sobre cualquier cosa que entrara por la puerta. Y Kira se levantó cubriéndome desde el otro lado con su pistola.

En uno de los saltos apoyé mal el pie y perdí el equilibrio. Vi como el suelo saltaba a gran velocidad hacia mi rostro. Pero, poco antes de caer y golpearme la cabeza, alguien me agarro del brazo y lo evitó. Era Kira. Le sonreí agradecido y me ayudó a avanzar el resto de metros que quedaban hasta la puerta.

La puerta de entrada al local estalló en un millón de pedazos cuando dos post-mortem se abalanzaron contra ella. Jon Sang abrió fuego disparando con cuidado para no destruir el escaparate que era de vidrio también. Mientras solo pudieran entrar por la puerta, sería más fácil evitar que entraran. Los estallidos del rifle resonaban por el pequeño comercio haciendo vibrar todos los artículos de cristal que tintineaban como sacudidos por un terremoto.

JB dejó de toser y recuperó cierto control sobre sí mismo.

Mientras Kira me ayudaba a alcanzar la puerta metálica del fondo de la tienda.

Cuando por fin llegamos a ella, traté, con manos temblorosas, de acertar a meter la llave en la cerradura.

El escaparate estalló como una bomba, lanzando un millar de diminutos pedazos en todas direcciones y alcanzándonos a Kira y a mi en la espalda. Ella se dio la vuelta sujetando el arma con ambas manos y abrió fuego contra la marea de no-muertos que entraba por el hueco recién creado.

jueves, 26 de abril de 2007

Día 15 - Octava Parte

La marea de pasos se escuchaba cerca, muy cerca. Era como el sonido de un lejano trueno que se acerca, lento pero implacable. El sol ya se había escondido tras los edificios que había al otro lado de la calle y habían caído sobre nosotros sus largas sombras. La temperatura dejó de subir lo cual era un alivio. Sin embargo, el peligro inminente que nos acechaba, hacía que surgieran nuevas gotas de sudor por mi frente. Si por lo menos hubiéramos podido dejar la puerta abierta para que entrara algo de aire fresco, la situación sería más llevadera.

JB seguía tiritando como si estuviera metido dentro del congelador de una carnicería. Su tez había perdido todo el color y el cabello de su cabeza estaba completamente empapado de sudor. Incluso sus mofletudas mejillas estaban pálidas como la luna. Aún así, seguía sin dar muestras de tener conciencia de lo que le estaba ocurriendo. Me pregunté qué le estaría pasando por la cabeza en aquellos instantes. ¿Sería real aquella actitud de ignorancia total? Quizá en el fondo de su ser sabía lo que le esperaba y simplemente estaba demasiado asustado como para admitirlo.

Antes o después, se convertiría en uno de los post-mortem y tendríamos que hacer algo al respecto. Jon Sang quizá fuera el mayor impedimento para terminar con aquel peligro de una manera rápida y eficaz. Imaginé que Kira tendría cierto reparo pero al final me apoyaría. Pero, por ahora, mi atención debía centrarse en los que se acercaban por la calle.

Desde luego que, por el ruido que hacían, era casi imposible calcular su número, pero a mí me daba la impresión de que eran numerosos cientos.

Llevábamos varios minutos en silencio. Incluso en un momento dado me encontré aguantando la respiración. Pero no era para tanto. Había una distancia de cuatro metros desde el mostrador, tras el cual nos cobijábamos, y la puerta de salida. Para que nos escucharan los post-mortem tendríamos que hacer bastante ruido. Otra cosa eran las bestias, era posible que sus sentidos también estuviesen mutados (y aumentados) como su fuerza y tamaño. Debíamos contar con esa posibilidad.

JB sufrió un ataque de tos. Se cubrió la boca con una mano y trató de reprimirse pero no fue capaz. Kira y yo nos miramos con preocupación.

–Sshh… –ordenó Jon Sang que estaba sentado a mi derecha.

Me volví hacia él y observé que tenía el ceño fruncido y los labios apretados. Sujetaba el rifle entre las piernas con fuerza. De tanto que apretaba las manos, tenía los nudillos blancos. Nos miramos durante unos instantes y no hizo falta que pronunciásemos palabra alguna. Yo intuía lo que estaba pensando. Veía la duda y el miedo en sus ojos. Él sabía que JB se iba a convertir en un problema, pero era su compañero y no podía aceptar la idea de acabar con su vida.

El rumor de pasos sonó mucho más cerca y un gemido largo y quejumbroso me sobresaltó haciendo que mi corazón galopara dentro del pecho como un caballo desbocado.

Agarrando el borde del mostrador, asomé ligeramente la cabeza para echar un vistazo y vi como los primeros post-mortem aparecían por el escaparate, caminando con dificultad. Algunos parecían no poder mover ciertos músculos o girar ciertas articulaciones. Era evidente que a medida que el tiempo pasaba sus cuerpos se iban deteriorando. Pero no todos estaban en tan mal estado. Algunos parecían recién convertidos y paseaban sin problemas mirando en todas direcciones, en busca de algo a lo que hincarle en diente. Eso sí, sus ropas estaban todas hechas un desastre; sucias, desgarradas, desaparecidas, etc. Una joven que no superaba los veinte años avanzaba vestida únicamente con unos pantalones marrones hechos jirones. Tenía una fea herida en el costado en la que le faltaba masa muscular y por la que asomaban dos costillas, blancas como la tiza y un revoltijo de entrañas rojizas que no pude identificar. Sus pequeños pechos campaban al aire libre sin atraer la atención de ninguno de los hombres que la rodeaba. Ni siquiera a mí me llamaron la atención. El color cerúleo de su piel y los pezones morados le daban un aspecto malsano que más que atraer la mirada la repelían.

Sentí como el estómago me descendía hasta los pies y una nausea me subía por la garganta. Volví a tomar asiento entre Jon Sang y JB, apoyando la espalda contra la pared de cemento. Aspiré profundamente tratando de retener las arcadas que amenazaban con aparecer.

Por el rabillo del ojo pude ver como Kira me observaba con preocupación. Hice como si no hubiera visto nada. Sabía que si trataba de hablar en aquel momento me vomitaría encima.

La mano de JB me agarró el brazo apretando con fuerza. Me volví con el ceño fruncido y pocas ganas de tonterías. Pero al ver su rostro me di cuenta de que no se trataba de eso. En su rostro se podía ver el sufrimiento y agonía del enfermo. Ciertamente lo debía de estar pasando muy mal. La vida no está exenta de ironía, la persona que más trataba de cuidar su imagen era la que estaba sufriendo la peor humillación. Gruesas lágrimas resbalaban a torrentes por sus mejillas y su gesto de súplica debían de tratar de ablandar mi corazón. Cosa que no consiguió. No lo había conseguido Lili, hacía tantos años, en aquel apartamento oscuro y con aquella bata sedosa y transparente, así que él lo tenía difícil. A pesar de haber sufrido ciertos vuelcos emocionales en los días anteriores, con Carla, Kira y El Cirujano, hacia él solo sentía desdén.

Con aquella expresión de súplica me mostró la palma de su otra mano y vi que estaba salpicada de sangre. Tosía sangre. Mala señal. Sin embargo, no me pronuncié al respecto.

Volví a asomar media cabeza por encima del mostrador. La multitud que fluía ahora por delante del comercio era muy numerosa. No podía asegurarlo con total seguridad pero me dio la impresión de que llegaban a bloquear la avenida de extremo a extremo. Era muy probable que fueran los que nos habían perseguido la noche anterior. Sin embargo, ahora parecía haber un mayor número de post-mortem.

La mano de JB volvió a asirme con fuerza tirando de mi. Caí al suelo con el culo y traté de soltarme pero me sujetaba con tenacidad.

–¡Ayúdame! –me pidió en un tono de voz medio, demasiado alto para que ninguno de nosotros nos sintiéramos cómodos. –Por favor…

–Sshhh… –siseó Jon Sang nervioso.

–¡Cállate! –exclamó Kira sujetándolo del otro brazo para apartarlo de mi.

Agradecí su gesto pero solo sirvió para empeorar la situación. JB dio un empentón a nuestra compañera lanzándola a un lado. Ella quedó tumbada en medio del pasillo contiguo al mostrador, desde donde la podían ver los post-mortem que estaban frente a la puerta de entrada.

Aguanté la respiración, esperando escuchar el ruido de cristales rotos mientras una marea de cientos de cadáveres andantes penetraba en el local para devorarnos. Pero no ocurrió. Kira, con rapidez y agilidad felina, saltó tras una estantería medio metro más lejos, encontrando cobijo. Después, volvió la cabeza mirando a JB con rencor.

Este me asió con ambas manos y comenzó a suplicar, lloriqueando, para que le ayudase. Jon Sang no hacía otra cosa que mandarle callar. Yo no sabía que hacer. Apartaba la cabeza abrumado por el aliento pútrido que emanaba de su boca y trataba de soltar mi brazo atenazado por sus febriles manos. Pero no sabía qué hacer para que guardara silencio.

Y entonces ocurrió lo que más habíamos temido. La razón por la que debimos solucionar el problema antes de que apareciesen los post-mortem. Lo que podía hacer que todos pereciésemos allí y en aquel momento.

JB sufrió un ataque de tos. Su espalda se convulsionaba en terribles espasmos y con cada golpe de tos, escupía flemas y sangre que acababan salpicadas por la pared interna del mostrador.

No pude reprimir el reflejo de apartarme para que aquella sustancia asquerosa e infectada que salía de su boca me rozara la piel. Aún no sabíamos qué hacía falta para transmitir el virus, por lo tanto, no quería arriesgarme.

El ataque de tos duró poco y al final JB consiguió retenerlo tapándose la boca con ambas manos. Pero era demasiado tarde.

Agudicé mis oídos para averiguar si habíamos sido descubiertos y no escuché nada. Un silencio sepulcral nos rodeaba. Eso quería decir que todos se habían detenido, habían escuchado la tos y se habían detenido. Los cientos y cientos de no-muertos se hallaban inmóviles en la calle, esperando descubrir una pista sobre el origen del ruido que habían percibido.

Si JB hacía algún ruido, todo terminaría.

miércoles, 25 de abril de 2007

Día 15 - Séptima Parte

El día transcurrió lento y aburrido. Yo deshice las vendas de mi tobillo dolorido e hinchado y me apliqué unas nuevas que Kira había encontrado en la zona de artículos de farmacia del local. JB se pegó horas sentado junto a la puerta de cristal.

Tras el mediodía los rayos del sol alcanzaron la fachada del comercio y entraron por los ventanales. La temperatura comenzó a aumentar y el ambiente se hizo pesado e irrespirable. Nosotros tres seguíamos cobijados tras la sombra que nos brindaba el mostrador sobre el que estaba apoyada la terminal informática con la que había cobrado el dueño del negocio en tiempos mejores. Ahora, seguramente, el dueño paseaba por las calles vacías y solitarias de la ciudad con el cuerpo en descomposición y emitiendo gemidos y lamentos. En busca de alimento.

El rostro de Kira estaba surcado por cientos de pequeñas perlas de sudor que reflejaban el brillo del sol como si su piel desprendiera un haz de luminosidad cálida y reconfortante.

Jon Sang nos acercó un botellín de agua mineral a cada uno que vaciamos en pocos minutos para refrescar y acallar nuestra sed.

El tobillo me palpitaba pero la píldora que me había tomado hacía unas horas había rebajado el dolor y ahora estaba más cómodo. Sin embargo cada vez que cambiaba de postura y movía la articulación sin querer, una rallada de dolor me subía por la pierna hasta la cintura como un latigazo que recibiera el esclavo de su dueño.

Un rumor lejano y apagado me sacó de mis pensamientos que divagaban entre Carla y El Cirujano. Miré a Jon Sang que dormitaba tranquilo y empapado en sudor en una esquina, sentado en el fresco suelo de baldosas. ¿Quizá fuera mi imaginación?

Pero cuando Kira llamó mi atención tocándome el brazo con una mirada de temor, me quedó claro que no estaba imaginando nada, el rumor era real. Le hice un gesto para que se mantuviera en silencio y alcé mi cuerpo, apoyado en el borde del mostrador de madera, para mirar por encima. JB estaba sentado en la esquina de la pared, junto a la puerta de entrada, con los ojos cerrados y gesto relajado.

Siseé para llamar su atención, pero no pareció escucharme. Kira se levantó y mientras salía de detrás de nuestro escondrijo me hizo un gesto para que esperase. Se acercó a JB y tras acuclillarse le agitó levemente el hombro. Él abrió los ojos, alerta y sonrió. Su mirada se desvió desde el rostro de ella hacia abajo, centrándose en algo que llamó su atención. Me percaté de que en aquella posición, con los hombros echados hacia delante y el torso inclinado, se abría un hueco en la camiseta blanca, rota por el hombro izquierdo, regalando a JB con una amplia vista de sus voluptuosos senos. La expresión de él se tornó lujuriosa y suspicaz.

–¡Tío! –exclamó Kira sin poder reprimir una mueca de desagrado y repulsión hacia él. Se levantó rápidamente y regresó hasta mi lado.

JB no perdió la sonrisa y actitud de superioridad. Se levantó y caminó hasta colocarse al otro lado del mostrador, frente a mí. Me miró con descaro, desafiante.

–¿Tienes algo que decir? –me preguntó con sorna. Se había colocado en una de sus poses fanfarronas, con los hombros echados hacia delante, la espalda encorvada, el dedo pulgar de su mano derecha enganchado en el bolsillo del pantalón y un piel más adelantado que el otro. Toda una escenificación merecedora de los mayores galardones que se le otorgaban a los actores.

Pensé mi respuesta con paciencia y minuciosidad. Y cuando al fin encontré la frase correcta, la espeté con disgusto y sarcasmo:

–¿Qué tal el bocado que te pegaron anoche?

Sorprendido por mi respuesta en forma de pregunta, no pudo evitar echarse una mirada a la pierna, donde tenía la tela del pantalón desgarrada y teñida de carmesí. Al momento, rectificando un acto reflejo, levantó la cabeza para volver a enfrentar su mirada a la mía.

El rumor aumentó de volumen y pude distinguir con perfección de lo que se trataba.

–Vienen… –susurró Kira desde mi lado sujetándome el brazo.

Dejando aquel enfrentamiento con JB para otro momento, despertamos a Jon Sang y en cuanto se desperezó de la siesta y escuchó el ruido lejano aún, pero en crescendo, el gesto de su rostro se oscureció.

–Rápido –se levantó de un salto completamente desperezado. –Kira busca una mochila o bolsa y llénala de provisiones y agua. Tu… –me miró a mi y después a mi tobillo. Meneó la cabeza y se volvió hacia JB –Tu busca algo que podamos utilizar de arma.

Después él corrió hasta la puerta y la abrió con cuidad asomando la cabeza y mirando a ambos lados. No tardó ni un segundo en volver a cerrar la puerta y volverse hacia nosotros.

–No podemos salir… se acercan desde el final de la calle. Si salimos ahora nos verán.

¿Qué podíamos hacer? Si estuvieran lo suficientemente lejos y yo estuviera curado ya, podríamos echar a correr y seguramente escaparíamos. Pero, en mi estado, nos alcanzarían pronto. No quedaba otra opción que escondernos allí y esperar a que no nos descubriesen.

Kira regresó con una mochila cerrada y llena. JB reapareció también, pero con las manos vacías. Mientras Jon Sang y yo revisábamos nuestro limitado arsenal. El rifle de Jon Sang, a medio terminar y la pistola de Kira, con dos balas en el cargador. ¡Joder, siempre ocurría lo mismo! Nuestra única esperanza residía en no llamar su atención y de aquel modo que pasaran de largo.

El rumor de pasos sobre el asfalto, los gemidos y lamentos e incluso un par de rugidos feroces, sonaban cada vez más cerca.

Nos escondimos todos tras el mostrador. Tuvimos que apretarnos ya que el espacio era reducido. Supuse que a JB le resultó excitante estar tan pegado a Kira. Pero cuando le eché un vistazo me di cuenta de que no era eso lo que estaba sintiendo. Con el rostro completamente bañado en sudor, la piel pálida como un cadáver y unas ojeras oscuras, no parecía encontrarse demasiado bien. Hacía breves instantes su aspecto no había sido tan enfermizo, pero ahora hasta preocupante. Quizá fuera que antes, con la luz entrando por los ventanales a su espalda, yo no me percaté de lo degradado de su estado. Pero ahora ya lo tenía claro, estaba infectado…

Le di un codazo a Jon Sang para avisarlo y cuando lo vio, su rostro se tornó más cenizo incluso. En su mirada pude leer la tristeza y desesperación que sentía. Lo sentía por él. Al fin y al cabo, era su amigo y compañero, pero a mí lo que me preocupaba era la situación tan peligrosa en la que esto nos colocaba. Cientos de post-mortem acercándose hacia nosotros y una persona convirtiéndose en uno de ellos a nuestro lado.

Quise avisar a Kira, pero ella ya se había percatado. Se había apartado un paso para no entrar en contacto con JB, que ahora temblaba como si estuviera metido dentro de un congelador.

¿Se daría cuenta él de lo que le estaba pasando? ¿Sabría del destino que le aguardaba?

Lo más humano sería acabar con su miseria en aquel momento, sin esperar más. Pero para ello habría que utilizar la pistola de Kira y el ruido del disparo atraería a los post-mortem hacia nosotros. No podíamos arriesgarnos a ello. Habría que esperar a que pasara el peligro. Y después…

lunes, 23 de abril de 2007

Día 15 - Sexta Parte

Nuestros compañeros salieron del local.

–No hay peligro –nos informó Jon Sang.

–A mi lo que me importa es que haya comida y agua –dije haciendo un esfuerzo por levantarme.

–¿Hay hambre o qué, figura? –inquirió JB plantándose frente a mi, con los hombros caídos hacia delante.

No me molesté en contestar. Apoyado en el muro a mi espalda, me levanté reprimiendo una mueca de dolor e intenté avanzar hacia la puerta, pero al primer paso hube de detenerme paralizado por el dolor en el tobillo.

Jon Sang se acercó a mi, rápidamente cogiéndome del brazo, para ayudarme a caminar.

Kira se levantó lentamente. Por el gesto que hizo debió de sentir un mareo. Estaba débil, anoche había perdido mucha sangre y aún no había comido nada. JB vio como Jon Sang me estaba ayudando y debió de pensar que le correspondía a él ayudar a nuestra compañera. Así que caminó hasta su lado y le dijo con sorna:

–Agárrate a mi, guapa.

Kira lo miró con sorpresa y hubo un instante en el que me dio la impresión de que iba a rechazar su ofrecimiento, pero asintió y esperó a que JB se acercara para apoyar su peso en él. Hacía pocos días que la conocía, pero ya sabía lo orgullosa que era por la manera en la que se había comportado desde el primer momento en que la conocimos, cuando nos apuntó con su pistola en la oscuridad del pasillo del centro comercial. No sabía nada de su vida pasada, pero claro, para los habitantes de Barlenton y del pueblo minero, en el momento en que la plaga se extendió, sus anteriores vidas terminaron fatídicamente y comenzó una nueva etapa, horrible y oscura. Quizá antes fuera una persona completamente diferente, pero ahora era orgullosa, fría y resistente. No había soltado ni una lágrima tras la muerte de Stefanie. En su interior puede que lo estuviese pasando muy mal, pero desde luego, de cara al exterior, no mostraba ni un ápice de miedo, tristeza o duda.

Jon Sang y yo avanzamos por delante hacia la puerta abierta del comercio. Cuando estábamos a punto de entrar, escuchamos como Kira insultaba a JB. Miré por encima de mi hombro y vi como él le había pasado el brazo por la cintura, pero había colocado la mano demasiado abajo. Ella lo apartó de un empujón y con el ceño fruncido continuó caminando hacia nosotros, despacio y apoyada en el cristal del escaparate.

Entramos a la sombra y frescor del interior, que estaba dominado por cierto olor agrio y a moho. Jon Sang me guió hasta el fondo del establecimiento y tomamos asiento tras el mostrador. Kira nos siguió hasta allí y se sentó a mi lado. JB entró después al local y cerró la puerta. Pero se quedó allí, creo que haciendo guardia. Si bien la razón que lo había motivado estoy seguro que tenía más que ver con la vergüenza y la sensación de rechazo que con la necesidad de vigilar el exterior.

Nuestro silencioso compañero nos ofreció un botellín de agua y un par de latas de pescado en conserva a cada uno. Los dos terminamos con la comida en pocos minutos y saciamos nuestra sed con el agua mineral. Parecía mentira lo mucho que afectaba en el ánimo el hambre y la sed. Tras la frugal comida nos sentimos más alegres y positivos.

–¿Qué pensáis que deberíamos hacer ahora? –inquirió Jon Sang mientras daba cuentas de una ración de carne enlatada.

–No sé –contesté sinceramente.

Ahora que nuestro grupo se había dividido no tenía claro lo que debíamos hacer. Lo más lógico sería ir al punto de encuentro que habíamos marcado antes de salir de nuestro último escondite, pero ¿y si ellos no habían llegado aún? ¿Y si se habían encontrado con dificultades en el camino y les era imposible llegar hasta allí? ¿Y si habían... muerto?

–Deberíamos ir al punto de encuentro, para eso lo marcamos antes de salir del piso –razonó Kira tras echarse al coleto medio botellín de agua mineral y mientras se limpiaba los labios con el dorso de la mano.

El local estaba en completo silencio a excepción de nuestros susurros y las sombras eran las dueñas del lugar. Fuera, en el exterior, estaba amaneciendo, pero aún tardaría varias horas en alcanzarnos los rayos del sol. Hasta entonces, estaríamos más frescos allí dentro. Había telas de araña por las esquinas y en los huecos de las estanterías, entre los productos expuestos y llenos de polvo. Una cucaracha negra y solitaria, correteaba sin preocupación por un pasillo a nuestro lado.

–Yo no puedo moverme... –dije señalando mi tobillo. Parte del vendaje que me había puesto Irina estaba suelto y todos podíamos ver como la articulación se me había hinchado tanto como la vez anterior. –Creo que ahora es un buen momento para hacer caso de las indicaciones de nuestra enfermera.

–Ni él ni yo podemos movernos de aquí por ahora... –susurró Kira. –Yo mañana, o quizá esta noche, ya esté bien, pero él necesita más tiempo –me miraba con ternura. Hice caso omiso de aquella expresión, que por el gesto de Jon Sang, sé que él había visto.

–Si es necesario, puedo quedarme aquí solo. Cuando sea capaz de moverme me reuniré con vosotros.

–No –cortó Jon Sang rotundamente. –No estoy dispuesto a que nos dividamos más de lo que ya estamos. Estar unidos es lo que garantiza nuestra supervivencia. Las divisiones solo nos resta oportunidades de salir de aquí.

Miró a Kira con el ceño fruncido hasta que asintió y después me tocó a mi. Esperó hasta que yo le di mi aprobación. Era objetivo y sincero y eso me gustaba. No se andaba por las ramas. No intentaba disfrazar sus palabras de falsa filantropía o sacrificio. Era directo.

–De acuerdo –contesté al fin con una ligera sonrisa en los labios.

–Y ¿qué vamos a hacer con JB? –inquirió Kira en un hilo de voz casi imperceptible.

–¿A qué te refieres? –preguntó Jon Sang frunciendo el ceño e inclinando el cuerpo hacia ella.

–Anoche le mordieron en la pierna.

Jon Sang abrió los ojos con sorpresa.

–¿Estás segura?

Kira me miró buscando apoyo. Yo asentí con seriedad.

–Si. Max también lo vio. Pero lo que no sé es si llegaron a atravesar sus pantalones.

Antes de que terminara la frase, Jon Sang ya estaba levantándose con lentitud para echar un vistazo por encima del mostrador. Momentos después, volvió a sentarse y acercándose más a nosotros susurró:

–Tiene el pantalón derecho rasgado por los bajos... –suspiró y después continuó –y creo que están manchados de sangre.

–Habrá que vigilarlo –concluyó Kira.

Él asintió con tristeza. Yo no sentía lo más mínimo hacia JB pero claro, Jon Sang llevaba mucho tiempo con él. Desde que todo empezó de hecho. Ellos dos junto a Dorf habían comenzado una contraofensiva (suicida bajo mi punto de vista), y habían pasado por muchas cosas juntos. Era normal que sintiera algo. Si bien, no apostaría dinero a que ese sentimiento nublara su buen juicio.

Así pues, ya estaba todo hablado. Esperaríamos allí hasta que yo pudiera caminar con autonomía. Mientras, no dejaríamos de vigilar a JB, por si comenzaba a sufrir algún cambio o transformación. Y lo más importante, mantendríamos la esperanza de encontrar a los demás en el punto de encuentro. Sobre todo a Carla.

sábado, 21 de abril de 2007

Día 15 - Quinta Parte

Kira y yo habíamos tomado asiento en la acera, apoyados contra el muro de cemento. Este formaba parte de un edificio mediano y con aspecto descuidado en el cual solía haber alojada, en el local de la planta baja, una tienda de comida. El cartel luminoso permanecía apagado y el vinilo blanco con letras azules estaba fracturado en varios puntos distintos. Parecía la obra de vandalismo callejero. A nuestro lado había un gran escaparate en el que aún quedaban varios productos expuestos con sus correspondientes precios marcados en las pantallitas digitales, ahora oscuras y sin vida. Más allá, se hallaba la puerta de entrada. Entre Jon Sang y JB habían forzado la cerradura e inspeccionaban el interior en busca de comida y bebida.

El cielo estaba teñido de rosas y naranjas que se mezclaban con el azul oscuro que a cada instante se aclaraba e iluminaba más. Unas solitarias nubes surcaban las alturas y se acercaban desde el oeste. No se escuchaban ni veía ave alguna. Era realmente curioso. Incluso en aquella ciudad construida en medio del desierto debería tener alguna clase de bestia alada. No era natural.

Yo, sentado en silencio, podía sentir como el tobillo me palpitaba. Incluso creía escuchar los latidos de mi corazón saliendo de los vendajes sucios y rotos que cubrían mi articulación lacerada. Se había vuelto a hinchar y me volvía a doler como al principio. Sin embargo me alegré de ello. Si mi tobillo hubiera estado en perfecto estado, cuando la bestia mutante me soltó desde las alturas y caí al suelo, el reflejo natural hubiera sido el de bloquear la articulación. Esto me habría causado la rotura de la misma. Pero no sólo eso, seguramente algún otro hueso de mi cuerpo, se habría quebrado. Cuando mi tobillo no se mantuvo bloqueado, mi cuerpo comenzó a rodar y rodar. Pensándolo fríamente, y a pesar del dolor que seguía asolando todos los lugares del cuerpo en donde me había golpeado mientras rodaba por el duro asfalto, me daba cuenta de que si no hubiera sido así, ya estaría muerto devorado por los post-mortem.

–Debemos vigilar a JB –me susurró Kira a mi lado, distrayéndome de mis cavilaciones.

–Siempre lo he pensado –dije sonriendo e intentando que ella hiciera lo mismo.

–Hablo en serio –no me gustó nada el tono que utilizó para decirme aquello, pero como percibí que tenía algo importante que decir, no le interrumpí. –Uno de los no muertos lo ha mordido, ¿lo viste?

Asentí. Ya veía a donde quería llegar. Yo también lo había pensado, pero lo había dejado finalmente para otro momento en el que tuviera más tiempo para pensar. Además, JB parecía actual con total normalidad, igual de fanfarrón y prepotente que siempre.

–¿No te preocupa?

–Ahora mismo, lo único que me preocupa es meterme algo al estómago –mientras hablaba me acariciaba el abdomen con deseo poco disimulado.

–No podemos despistarnos... a la primera seña de... habrá que hacer algo...

–Ocuparse de él. Ya lo sé. No te preocupes. Estaré atento.

–Yo también –acabó antes de caer en otro profundo silencio. Había tenido que decir la última palabra ella. Debía de tratarse de una de aquellas mujeres que siempre querían tener la razón o al menos acabar las conversaciones como si la tuvieran. No me gustaban aquellas personas. Y sin embargo...

Sentía como si una batidora se hubiera encendido en el hueco de mi mente que guardaba todas las emociones y estuviera revolviendo todos mis sentimientos. A la vez, un cosquilleo recorrió el interior de mi tripa. No podía ser. Yo sabía perfectamente qué quería decir aquello, pero no podía ser.

Giré la cabeza paseando mi mirada por su rostro ahora sucio y desmejorado. Sin embargo, aún así, parecía desprender cierto halo de pureza que casi podía sentir como una calidez embriagadora. Sus labios, cortaos en varios lugares, no dejaban de ser voluptuosos y apetitosos. Sus mejillas, su barbilla, sus ojos... grandes y llenos de vida, inteligentes y atentos.

Mi mirada comenzó a bajar, como movida por un invisible resorte fuera de mi cuerpo y de mi control. Su delgado y largo cuello era como el de un cisne, suave pero firme. La camiseta, antes blanca, pero ahora llena de manchas y roturas, se ajustaba a la forma generosa de sus pechos.

–Eh... –me llamó Kira. Yo alcé la mirada y me di cuenta de que estaba mirándome fijamente con el ceño fruncido.

Abrió la boca para decir algo, pero se detuvo antes de pronunciar ninguna palabra.

Yo sentí como un rubor subía a mis mejillas y mis orejas. Quería dejar de mirarla para poder disimular lo que sentía, pero me fue completamente imposible. Estaba hipnotizado por sus ojos, por su mirada, por ella. Su ceño se relajó y continuó mirándome a los ojos, con un gesto que de pronto no pude descifrar.

Recordé el momento, la pasada noche, en que nuestros rostros habían estado tan cerca, y en el que habíamos estado a punto de hacer... ¿Qué? ¿Qué estuvimos a punto de hacer? No estaba seguro, pero quería averiguarlo.

La deseaba. En aquel momento y en aquel lugar. Deseaba pegar mi cuerpo al suyo para que aquel halo de candor me inundara y me llenara. Quería besar aquellos labios entreabiertos que parecían llamarme. Quería sentir su aliento contra mi rostro, su suave piel contra la mía, sus manos por todo mi cuerpo y las mías por todo el suyo.

Nuestros rostros comenzaron a acercarse. Mi corazón latía salvaje dentro de mi pecho, parecía querer saltar fuera o incluso estallar. Podía sentir como las manos me temblaban de emoción. Su aroma me llegaba como un embriagador perfume en el que quería sumergirme.

Entonces me vino a la mente la imagen de Lili, sentada en el sillón, observando como la apuntaba con mi pistola. Podía ver su bello cuerpo a través de la translúcida bata roja. En aquel momento Jack entró en la habitación y la expresión de ella cambió de repente, oscureciéndose.

Retiré el rostro y volví a recostarme contra el muro de cemento. Kira mantuvo una mueca de perplejidad durante unos instantes hasta que al fin, sin decir más, se volvió oteando el cielo.

No podía caer en el embrujo de otra mujer. Si me dejaba dominar, volverían a traicionarme. Porque no existe nadie en quien pueda confiar. Gracias a ello había acabado en la cárcel. No podía permitir que me volviera a ocurrir lo mismo. No. Nunca más volvería a amar a otra mujer.

A pesar de todo, no pude detener aquel hormigueo en la boca del estómago y el rubor de mis mejillas.

viernes, 20 de abril de 2007

Día 15 - Cuarta Parte

Abro los ojos y veo mi camarote en "La Caribeña". Todo ha sido una pesadilla. Nunca me encarcelaron y por lo tanto, nunca me estrellé en Ypsilon-6. Los post-mortem no existen y son parte de mi imaginación. El Cirujano no es más que un personaje ficticio y Carla... un recuerdo latente de mi hermana. El sentimiento de culpabilidad que come mis entrañas.

Me levanto del catre y salgo del camarote. Camino por los pasillos y siento un dolor en los hombros. Me miro y no veo nada. Llevo puesta una camisa blanca y un chaleco negro. Pero el dolor aumenta y asustado regreso a mi camarote y entro en el cuarto de aseo. Me coloco frente al espejo y procedo a quitarme la ropa de cintura para arriba.

Me miro en el espejo y veo que tengo cuatro cortes en la parte delantera de ambos hombros y dos en la parte trasera. Los cortes comienzan a sangrar y a escocer.

Las alarmas de contacto en el radar comienzan a sonar por los altavoces montados en las paredes y las luces rojas parpadean. Se acercan...

Tengo que llegar a la cabina de mando de mi nave de transporte para proceder a un salto y escapar. Pero el dolor en mis hombros aumenta.

Salgo de mi camarote por segunda vez y camino con determinación por los pasillos de camino al puesto de mando.

Un tirón en el tobillo izquierdo me paraliza y grito de dolor. Me cuesta un gran esfuerzo continuar caminando, pero aún así lo hago, apoyando ligeramente el pie dolorido mientras me ayudo con la mano en la pared metálica del pasillo.

Siento como la mejilla derecha comienza a inflamarse y un dolor pulsante me inunda el rostro. Después es la rodilla, la espalda, el pecho, la muñeca... todo comienza a doler y siento como mi cuerpo deja de responder a mis ordenes y se paraliza.

Quedo congelado. Sin posibilidad de avanzar.

Las alarmas siguen sonando con estruendo.

La voz femenina del ordenador anuncia: "...se acercan... date prisa...".

Mi cuerpo se inclina hacia delante, más y más. Y no puedo moverme. Comienzo a caer lentamente, sintiendo el dolor más intenso cada instante.

"...levántate... se acercan..." anuncia la voz del ordenador por los altavoces colgados de la pared.

Caigo y caigo, lentamente, sin poder evitarlo, inmóvil, congelado...

Por fin, golpeo el frío suelo metálico del pasillo...

–...levántate Max. Tenemos que marcharnos –gritaba una voz femenina a mi lado. Pero lo único que quería era que me dejara en paz. Estaba cansado y dolorido. No podía moverme. Quería dormir.

–¡Max espabila! –dijo una voz masculina y sentí como alguien me abofeteaba el rostro.

Me vi obligado a abrir los ojos y vi dos rostros mirándome con consternación. Un joven oriental y una joven preciosa con la camiseta rota en un hombro y con una serie de vendajes atados a él.

¿Quiénes eran? ¿Dónde estaba?

De golpe, y en un instante, todo regresó a mi memoria. La RX-67, Ypsilon-6, los post-mortem, Jon Sang, Kira, Carla...

Me incorporé de golpe y sentí como el suelo giraba bajo mi cuerpo inestable como la superficie de un barco en medio de una tormenta.

–¿Qué...? –susurré tratando de recuperar el equilibrio.

–¡Vamos, vamos! –exclamó JB unos pasos más allá –¡Tenemos que marcharnos de aquí!

Entre Jon Sang y Kira me levantaron y agarrados comenzamos a caminar lentamente.

Miré por encima de mi hombro y vi que la manifestación de cadáveres estaba a escasos diez metros de nosotros. Estaban al caer y a la velocidad que caminábamos, nos alcanzarían en pocos minutos. Pero no podía avanzar más deprisa. Me dolían todos los músculos del cuerpo. La cabeza me daba vueltas y palpitaba al ritmo de mi corazón. El tobillo me lanzaba punzadas de dolor por toda la pierna cada vez que lo apoyaba en el negro asfalto. Estaba hecho polvo...

Y aún así, me sentía afortunado. Ahora que recordaba lo que me había pasado, sabía que había sido un milagro no haberse roto una pierna o un brazo (o incluso la cabeza) en la caída. Ya podía dar gracias a la deidad que más me gustara.

JB gritó algo más adelante y regresó corriendo y horrorizado.

–Hay una barricada...

Sentí el sobresalto de Kira al escuchar las palabras de JB. Yo la verdad era que no me sorprendí. Las desgracias van acompañadas de más desgracias... Cualquier me tacharía de pesimista, pero no me suelo equivocar.

Continuamos avanzando hasta que vimos, efectivamente, varios metros más adelante una barricada formada por una línea de vehículos destrozados y medio carbonizados. La barricada ocupaba toda la anchura de la calle y en principio no parecía haber ningún pasillo para pasar.

Está claro que en los primeros momentos de la plaga, endemia, o lo que fuera, algunos ciudadanos trataron de cortar el paso a los post-mortem. ¿Me pregunto si les sirvió de algo?

Jon Sang se marchó con JB y comenzaron a inspeccionar la barricada en busca de algún hueco por el que poder pasar mientras Kira y yo nos manteníamos en pie y a la espera. Ella aguantaba parte de mi peso y yo parte del suyo.

En seguida nos llegó el grito de júbilo de Jon Sang. Había encontrado un camino a través del amasijo de hierros.

Eché un rápido vistazo por encima del hombro y no dije nada, pero sentí como el miedo avanzaba por mi interior nublando mis pensamientos. Los post-mortem estaban a poco más de tres metros de nosotros. Todos con sus miradas fijadas en Kira y en mi. Sus brazos estirados con la intención de agarrarnos en cuanto nos alcanzaran. Sus bocas abiertas en grotescas muecas, en las que asomaban dentaduras podridas y amarillentas. Y los tumores bulbosos que sobresalían de sus cabezas y palpitaban con vida.

–¡Tráelos! –ordenó con autoridad Jon Sang.

JB vino corriendo hasta nosotros sin rechistar y nos ayudó a caminar hasta el pasaje que había encontrado nuestros compañero.

La marabunta se acercaba. Escuchaba sus gemidos y lamentos como mensajes del futuro oscuro y tenebroso que nos esperaba si no conseguíamos escapar.

Jon Sang fue el primero en atravesar la barricada. Se metió por la ventanilla de una furgoneta y atravesando el espacio de los asientos emergió por la del lado contrario surgiendo en el otro lado de la barrera. Desde allí nos hizo gestos para que pasásemos.

–¡Vamos, vamos! –chilló JB horrorizado por la multitud que ya nos rodeaba y de la que no nos separaban más que un par de metros.

Kira fue la siguiente en escurrirse por el hueco de la ventanilla.

En la caída había perdido mi arma, así que estaba indefenso pero JB no y aprovechó la recarga de la batería para hacer un último disparo del cañón mientras lo giraba en semicírculo hiriendo a la primera línea de post-mortem que avanzaba hacia nosotros. Muchos cayeron, pero muchos más continuaban moviéndose implacables.

Kira ya había atravesado la mitad de la furgoneta así que comencé a entrar yo. Me concentré en mover mis brazos y piernas haciendo caso omiso del dolor que me atenazaba todos los músculos.

Me moví al asiento del conductor mientras Kira salía por el hueco de la ventanilla ayudada por Jon Sang.

Podía escuchar como JB se enzarzaba en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con uno de los no muertos.

Antes de salir de la furgoneta miré atrás y vi como JB saltaba al interior golpeándose un brazo en el salpicadero.

Jon Sang me agarró desde el exterior y tirando con fuerza me hizo salir disparado contra el suelo. Pero aquel leve golpe no me causó mayor molestia y me levanté rápidamente sujetándome al lateral del vehículo.

Jon Sang y yo, mirando por el hueco de la ventanilla apremiábamos a nuestro compañero para que se diera prisa. Se estaba entreteniendo, dando puntapiés a un post-mortem que trataba de entrar a la cabina. En uno de los golpes, agarró el tobillo de JB y le hincó los dientes sacando un alarido de dolor de nuestro compañero.

Jon Sang metió medio cuerpo por la ventanilla y agarrando a JB de los brazos tiró de él. Yo agarré al primero de la cintura y tiré también.

Entre los dos, conseguimos sacar a JB de la furgoneta, chillando de dolor y sujetándose la pierna herida.

Sin perdida de tiempo, Jon Sang agarró su rifle y, apuntando al interior, descargó una mortífera ráfaga de metralla que detuvo al post-mortem. Aquello nos dio un tiempo precioso que deberíamos aprovechar. El cadáver del ser ahora entorpecía el avance de los demás y tardarían un rato en apartarlo, semejante era el tapón que se había formado al otro lado de la barricada.

Teníamos una oportunidad de escapar.

jueves, 19 de abril de 2007

Día 15 - Tercera Parte

Correr. Correr. Correr. Últimamente no hacíamos otra cosa que correr. Estaba más que harto de tanto correr. Joder. Siempre he odiado hacer ejercicio. Cuando, hace años, vi que me comenzaba a asomar la tripa fue toda una alegría y desde que me encerraron en la prisión había adelgazado varios kilos. Y aquí, en Ypsilon-6, me había sido imposible recuperarlos... tanto correr y correr. No hacíamos otra cosa.

Corríamos y corríamos. El aire me entraba por la garganta áspero como una lija. Los pulmones me quemaban como si un fuego interno se avivara con cada aspiración que hacía. Las plantas de los pies me gritaban a cada paso que daba y sentía como los músculos de las piernas me flaqueaban.

Seguíamos corriendo por la misma avenida que habíamos tomado en el cruce y no parecía tener fin. No habíamos visto ningún otro cruce y todas las calles que salían a cada lado no tenían salida. Por lo tanto no teníamos otra opción que seguir adelante... seguir corriendo.

La velocidad que llevábamos no era mucha. Kira avanzaba con dificultad sujetándose el hombro herido y con expresión de dolor. Había perdido bastante sangre y estaba débil. Menos mal que los vendajes que le había aplicado habían detenido la hemorragia. Necesitábamos encontrar un escondite donde descansar. A pesar de ser ella la que estaba en peor estado, los demás no estábamos mucho mejor. Jon Sang y JB estaban doloridos por los golpes recibidos y sentían calambres en los músculos.

La marabunta de cadáveres reanimados avanzaba inexorablemente hacia nosotros, ocupando toda la anchura de la calle. Gracias a esto, las tres bestias que nos seguían habían quedado atrapadas entre la marea de cuerpos podridos. Por otro lado, el ave mutante seguía circulando sobre nuestras cabezas. Sin embargo, ahora, gracias a la luz lunar, estábamos mejor preparados para los ocasionales ataques que lanzaba contra nosotros.

Uno de aquellos ataques llegó entonces, rápido y feroz. Jon Sang vio como la forma oscura y enorme se lanzaba en picado hacia nosotros.

–¡Al suelo!

Todos hicimos caso y nos tiramos al suelo, pegando el cuerpo contra el asfalto tibio que aún mantenía el calor del día anterior. El ave pasó rozando mi espalda con una de sus garras, pero no me hizo ninguna herida.

Cuando el peligro se hubo alejado, nos volvimos a levantar y continuamos la marcha lo más veloces que pudimos.

–Un poco más adelante creo recordar que hay un cruce... –nos informó Jon Sang con la respiración entrecortada.

La oscuridad nos rodeaba como una niebla espesa y oscura. La luz lunar había retirado aquella niebla varios metros pero más allá seguía siendo igual de inescrutable. No podíamos ver si efectivamente más adelante había un cruce o no. Pero yo, por mi parte, puse todas mis esperanzas en que lo hubiera. Era nuestra única esperanza. Necesitábamos girar en cruces con otras calles para poder ganar terreno y escapar. De cualquier otro modo, acabarían alcanzándonos.

Cada instante que pasaba, ellos ganaban terreno y nosotros avanzábamos más despacio.

¿Cuanto tiempo llevábamos corriendo? ¿Quince minutos? ¿Veinte, quizá? Parecía que llevásemos varias horas en movimiento.

Tenía la boca pastosa, seca. Intentaba tragar, pero sentía arcadas cuando el interior de mi garganta rozaba entre sí, seca como la tenía.

Me dio un ataque de tos que casi me hizo caer al suelo. Agaché el cuerpo apoyando las manos en mis rodillas y tratando de aclarar la garganta. Pero no podía dejar de toser. Kira aprovechó y se detuvo a mi lado, respirando con dificultad, completamente pálida. Jon Sang se detuvo un poco más adelante y regresó para ver como estaba. Mientras me daba palmadas en la espalda miraba hacia nuestra retaguardia. No nos separaba más de cincuenta metros de los post-mortem.

–¿Qué tal estás? –le preguntó a Kira. Ella lo miró con desánimo.

–Muy cansada... necesito... descan...sar...

–Venga, solo necesitamos hacer un último esfuerzo... tu también, Max –me dijo a mi agachándose y acercando su rostro a mi oreja –solo un pequeño esfuerzo más.

Tenía razón. El cuerpo humano es capaz de realizar esfuerzos increíbles en principio. Los límites de la resistencia, reducidos aparentemente, en realidad son mucho más amplios de lo que se suele creer. Tanto del dolor como del aguante. Solo se necesita una buena motivación y nosotros la teníamos. Nuestras vidas.

Jon Sang se pasó un brazo de Kira por encima del cuello y la ayudó a caminar más rápidamente. JB había parado un poco más adelante y al ver que ellos dos continuaban siguió avanzando. Yo esperé un poco más, tratando, sin conseguirlo, de tragar algo de saliva para humedecer la garganta. No tenía saliva que tragar. Solo sentía flemas en el final del paladar. Carraspeé la garganta, con los ojos cerrados, tratando de escupirlos y de ese modo dejar de sentir aquellas nauseas.

Pero entonces algo me agarró de ambos hombros con un fuerte golpe seguido de punzantes dolores como si unos cuchillos hubiesen hundido sus hojas en mi tierna carne. Una sensación parecida a la que se siente al tomar mucha velocidad y ascender al mismo tiempo, como si las tripas se te bajasen hasta los pies, incrementó mis nauseas y me hizo abrir los ojos con temor.

El suelo se alejaba bajo mis pies a una velocidad inusitada. ¿Habría explotado una bomba que me había lanzado por los aires? Era poco probable. El punzante dolor en los hombros me hizo reaccionar y alcé la cabeza temiendo encontrar lo que en efecto, vi. El ave mutante me había atrapado con sus afiladas garras y me elevaba por los aires, Dios sabía hacia dónde. Seguramente quería llevarme a algún lugar alejado y elevado donde poder devorarme en paz.

El ser era horrendo, salido de las peores pesadillas. Su enorme cuerpo estaba lleno de escamas brillantes a excepción de alguna pluma solitaria que aún aguantaba sujeta a la dura piel. Desprendía un nauseabundo olor a putrefacción que entraba por mis fosas nasales y parecía reflejarse en mi gusto como si me hubiera metido un trozo de carne podrida en la boca. Su cuello era largo y delgado y acababa en una pequeña y malévola cabeza. El pico era grande y afilado como la punta de un puñal y los pequeños ojos verdes me observaban con una maldad que no era de este mundo.

En un momento ya estaba a más de cinco metros de altura. Si no hacía nada ya, alcanzaríamos demasiada altura para poder defenderme. En caso de que me soltara, moriría si caía de mucha altura contra el duro asfalto. Tenía que hacer algo y pronto.

Aguantando el dolor que me producían sus afiladas garras, alcé el brazo con el que sujetaba el rifle y tras apuntar hacia su enorme cuerpo apreté el gatillo. Mi arma escupió una ráfaga de metralla precedida por una serie de destellos y seguida de una serie de estallidos que me dejaron ciego y sordo unos instantes. La boca del cañón estaba muy cerca de mi rostro. De hecho, la fuerza del retroceso hizo que la empuñadura se escurriera de mi mano y cayera al vacío.

El ave recibió todos los impactos en el cuerpo y me soltó tratando de remontar el vuelo.

¿Durante cuanto tiempo caí? No sería más de un segundo, eso es seguro, pero a mi me pareció una eternidad. El aire cálido de la noche rozaba contra mi rostro a gran velocidad alborotando el cabello de mi cabeza. Agité los brazos en círculos tratando de encontrar un equilibrio que era imposible conseguir. Sentí como el cuerpo se me inclinaba hacia delante y yo desesperadamente movía las piernas para mantenerme en la misma posición. Si caía de cabeza, el golpe me mataría. La única posibilidad que tenía era caer de pie.

Caía y caía. Interminablemente en un pozo de oscuridad.

Hasta que al final mis pies toparon con algo duro. Sentí el dolor del tobillo herido al torcerse hacia un lado. Dolorido como lo tenía no pudo sostener el peso de la caída y mi cuerpo fue lanzado de lado, rodando por el duro asfalto.

Todo ocurría como a cámara lenta. El codo despellejado, un corte en la mejilla, un golpe en la sien, otro golpe en la rodilla, otro corte en la espalda, un arañazo en el hombro, otro golpe en el brazo, la muñeca retorcida, el intenso dolor del tobillo... y finalmente un golpe en la mejilla.

Silencio. Silencio absoluto. Y ausencia de dolor, de sufrimiento.

miércoles, 18 de abril de 2007

Día 15 - Segunda Parte

Menos mal que Jon Sang había sido precavido y nos había sugerido antes de salir de nuestro último escondite que decidiéramos cual iba a ser nuestro punto de encuentro en caso de separarnos. Si no fuera por aquel pequeño detalle, no los habríamos vuelto a encontrar. Ahí, como en otras ocasiones, Jon Sang estuvo muy acertado.

Cada vez estaba más convencido de que podía confiar en él. Y a pesar de lo independiente que siempre he sido y lo poco que he confiado en la gente, en una situación como en la que estábamos, comenzaba a apreciar el hecho de tener a dos en los que confiar: El Cirujano y Jon Sang. Claro que en ambos casos había puntos oscuros. El Cirujano aún era un misterio para mi. Sabía que por ahora podía confiar en él, pero más adelante, Dios diría. Y Jon Sang había demostrado su valía, pero nunca había tenido una conversación privada con él y no sabía lo que le pasaba por la cabeza. Esto sería algo que tendría que solventar en el futuro, si es que lo teníamos.

El par de ojos comenzaron a avanzar hacia nosotros a una velocidad pasmosa.

Carla se tiró hacia mi abrazando mi cintura. De aquel modo no podría moverme en condiciones, pero no sentí la necesidad de apartarla. Todo lo contrario, quería tenerla lo más cerca posible para no perderla de vista en aquella espesa oscuridad.

JB, que cargaba con el cañón láser, abrió fuego hacia una de las dos bestias que se abalanzaban contra nosotros. El haz de luz súper-caliente de color rojo brillante iluminó el perímetro mostrándonos a nuestros atacantes. Sus deformes cuerpos, teñidos de rojo, tenían un aspecto más amenazador incluso. El primer disparo, de un par de segundos de duración, acertó de lleno en el pecho de una de las dos bestias abriendo un agujero de poco menos de cinco centímetros de diámetro en el pecho. Sin embargo, el cañón debía recargarse para poder volver a disparar y JB a pesar de estar apretando el gatillo, no pudo atacar al otro enemigo.

La bestia que seguía con vida y avanzando implacable y a gran velocidad hacia nosotros varió su objetivo optando por atacar a JB.

–¡Correr! –gritó Kira.

Irina agarró a Francoise y echó a correr alejándose en la oscuridad.

Yo abrí fuego con el rifle que llevaba tratando de alcanzar a nuestro veloz atacante. Kira también trató de herir a la bestia con la pistola que tenía ella, disparando multitud de balas en su dirección.

El Cirujano, a mi lado, cogió a Carla en brazos y echó a correr tras los otros.

Los estallidos de nuestras armas reverberaban por los muros de los edificios a ambos lados de la calle, regresando como ecos fantasmales. Y los fogonazos nos mostraban una escena por imágenes congeladas y asíncronas.

Jon Sang, por su parte, disparaba su rifle desde el otro lado haciendo que el atacante se viera enfrentado a un fuego cruzado, difícil de esquivar.

Estaba seguro que la habíamos alcanzado varias veces, pero la bestia continuaba, implacable, su avance suicida contra JB. Cuando estaba a tres metros de distancia se lanzó en un tremendo salto chocando con violencia contra el cuerpo de nuestro compañero. Este salió disparado contra el muro de ladrillos que había a nuestra espalda. Emitió un quejido de dolor y quedó bajo el enorme cuerpo de piel verdosa y llena de pústulas.

Kira y yo avanzamos rápidamente hasta el lugar del choque sin abrir fuego por miedo a alcanzar a nuestro compañero.

La bestia no se movía. Podíamos ver como respiraba, pero parecía inconsciente.

–Ayudarme –pidió JB con una vocecilla llena de pánico y desesperación.

Jon Sang le dio la mano y tirando de él conseguimos liberarlo del peso muerto que lo oprimía contra el suelo.

–Vámonos, creo que sigue vivo –dijo Kira.

Los cuatro nos echamos a correr en la misma dirección que habían tomado nuestros compañeros.

–¿Estas herido? –le preguntó Jon Sang a JB, este negó con la cabeza mientras corríamos lo más rápido que podíamos para tratar de alcanzar a los otros.

Un chillido sobre nuestra cabeza nos llamó la atención. Alcé la vista y vi como una enorme sombra sin forma cruzaba sobre nosotros a gran velocidad y se perdía en la brumosa oscuridad de la noche. Estaba seguro que se trataba de una de las aves como la que nos atacó la noche anterior en el centro comercial a Kira y a mi. En aquella oscuridad éramos muy vulnerables a un ataque aéreo. Necesitábamos salir de la calle cuanto antes.

El rumor de cientos de pasos sobre el asfalto fue en aumento. Pero era difícil saber de qué dirección provenía. Era como si nos llegara de todo alrededor.

Otro graznido rapaz en la alturas e instantes después el grito desgarrados de Kira y su cuerpo cayó al suelo rodando varias veces. Nos detuvimos acercándonos rápidamente hasta ella.

–¡Kira! –me arrodillé junto a su cuerpo. –¡Kira! –volvía a repetir zarandeándola con insistencia. –¡Contesta!

–Si... si... –susurró ella con un hilillo de voz quejumbroso –estoy bie...

No terminó la frase frunciendo el rostro en un gesto de dolor mientras se agarraba el hombro con fuerza.

La luna menguante apareció sobre los altos edificios y nos bañó con su plateada luz pálida. Gracias a ella pude ver como manaba gran cantidad de sangre entre los dedos de la mano de Kira. Debía de tener un buen corte para que sangrara tanto.

–Déjame ver –le supliqué mientras trataba de apartar su mano de la herida.

Jon Sang y JB se colocaron uno a cada lado de nosotros vigilando ambas direcciones. Mientras el rumor de pasos se acercaba más y más.

Kira se quejaba y pude ver como varias lágrimas se deslizaron por sus mejillas como perlas de nácar.

Otro aullido rapaz nos llegó de los cielos y todos alzamos la mirada hacia el cielo a la espera de otro ataque inminente. Gracias a la luz de la pequeña luna en forma de "C" distinguimos una enorme masa oscura que se movía en círculos sobre nosotros entre los altos edificios.

–¡Me quieres dejar ver, Joder! –exclamé frustrado por la poca cooperación de Kira.

Ella cedió al fin con un gesto de dolor en el rostro. Tenía la camiseta rasgada a la altura del hombro. Agarré los dos lados y tiré con fuerza abriendo un agujero más ancho, para poder ver la herida que ya había empapado la mitad de la tela.

A través del agujero más grande que había hecho pude ver que tenía dos cortes profundos que sangraban como fuentes. Había que cortar la hemorragia o Kira moriría en pocos minutos. Sin embargo, nuestros compañeros se habían llevado las dos bolsas de deporte con todos nuestros suministros, entre ellos las vendas.

Miré en todas direcciones buscando algo que pudiera utilizar, pero claro, no había nada. Estábamos en medio de una calle abandonada, en una ciudad invadida por monstruos y cadáveres andantes. No había nada a mano que me pudiera servir.

Jon Sang se acercó a mi y me entregó una navaja de bolsillo.

–Toma –me dijo al mismo tiempo.

Me quité la camisa y con la ayuda de la navaja rasgué unas tiras de tela de alrededor de un metro de largura. Después, con la navaja también, corté toda la tela de la camiseta de Kira que le cubría el hombro herido para dejarlo al aire.

Ella no dejaba de emitir susurrantes quejidos mientras gruesas lágrimas le resbalaban por las mejillas. Quedé asombrado por el valor y resistencia que estaba demostrando tener. Y ello me hizo desear curarla aún más. No pensaba dejarla morir allí. Se salvaría y junto a todos conseguirían escapar de aquel maldito planeta. Y después...

Con las tiras de tela que había sacado de su camisa, comenzó a tapar las heridas. Atándolas con mucha fuerza. Kira apretaba los ojos y los labios aguantando el dolor y tratando de no gritar. Dejó escapar algún quejido, pero no grito. "Es increíble" pensé mientras me movía con la mayor velocidad a la que me permitían mis dedos.

Después até dos tiras al hombro, por encima de las heridas, a modo de torniquete y de ese modo cerré un poco la hemorragia.

–Ya estás lista –susurré acercando mi rostro a su oreja.

Ella respiró aliviada mientras me dirigía una mirada intensa y llena de significado.

El rumor de pisadas continuó con su crescendo sonando cada instante más cercanos.

–¡Nos tenemos que marchar de aquí! –exclamó JB apremiándonos.

Pero yo no pude moverme. Estaba hipnotizado por la mirada de Kira. Y ella parecía sentir lo mismo por que no hizo mención de levantarse. Sentí como mi rostro descendió un poco más, como movido por una fuerza externa e implacable. Ella me miraba con los ojos muy abiertos, aún húmedos. Sus labios, entre abiertos, parecían llamarme.

Nuestras narices estaban a punto de tocarse...

El peligro que nos vigilaba desde las alturas volvió a chillar amenazador.

Parpadeé como despertando de un sueño y al fin reaccioné. Me levanté y le ofrecí mi mano a Kira.

JB echó a correr sin esperar más. Jon Sang se acercó por detrás y me dijo

–Se acercan más.

Miré hacia atrás y vi tres pares de ojos rojos que avanzaban a gran velocidad hacia nosotros.

Kira agarró la mano que le ofrecía. Tiré de ella y una vez se hubo levantado los tres nos echamos a correr tras JB que se alejaba cada vez más de nosotros.

Este llegó a un cruce amplio y se detuvo clavado en el asfalto como si se hubiera chocado con un muro invisible. Miró atrás hacia nosotros y nos hizo gestos con la mano para que nos diéramos más prisa. A medida que nos acercábamos, pudimos ver como el cruce estaba cerrado por dos direcciones y solo quedaba una libre. Y lo que nos cerraba el paso no era otra cosa que una multitud de cadáveres con bultos en la cabeza, unos más pequeños y otros a punto de estallar. Caminaba con los brazos estirados hacia JB, y con miradas vacías pero terribles.

El cañón láser había terminado de cargarse así que abrió fuego barriendo una amplia zona con el haz de luz desintegrador. Muchos cuerpos fueron mutilados: troncos separados de las piernas; brazos cortados por la mitad; piernas separadas de la cintura, etc. Pero eran tantos que sirvió de poco. Solo consiguió darnos un poco más de tiempo.

Sentí como una ola de viento me golpeaba en la nuca y supe que se trataba del ave mutado en uno de sus ataques. Pasó por encima de mi cabeza y vi la sombra, mejor definida esta vez, avanzando veloz hacia Jon Sang.

–¡Cuidado! –exclamé sin poder hacer otra cosa.

Jon Sang recibió el golpe en la espalda y se desequilibró. Comenzó a dar pasos inciertos, lanzando los brazos hacia todas direcciones tratando de buscar su equilibrio. Trastabilló y su cuerpo comenzó a inclinarse hacia delante. A punto estuvo de caer con el rostro contra el duro asfalto, pero en el último momento lo agarré de un brazo y tiré de él hacia delante sin dejar de correr hacia el cruce. Mi compañero recuperó el equilibrio y siguió avanzando sin detenerse.

Al fin alcanzamos el cruce en donde JB propinaba golpes con el cañón como si se tratara de un arma contundente a los post-mortem que más cerca estaban.

–¡Vamos! –le grité mientras los tres girábamos hacia la única salida posible del cruce. Él dejó de atacar y echó a correr en pos nuestra, cargando con el cañón en un brazo y colgado del otro el paquete de baterías que seguían cargándose desde el último disparo.

¿Dónde estarán los demás? ¿Habrían escapado? ¿Habrían sucumbido? Mientras me hacía estas preguntas una y otra vez, no podía dejar de pensar en Carla. La pequeña Carla. La dulce Carla. No podía creer que le hubiera pasado algo. No, no podía ser. Tenía que estar bien... por favor...